as inesperadas y sorprendentes declaraciones del papa Benedicto XVI sobre el uso del condón que se justifica en algunos casos particulares
, sobre todo bajo los riesgos de contagio de enfermedades de transmisión sexual, han provocado reacciones inusitadas en todo el mundo. Estas afirmaciones están contenidas en el libro Luz del mundo. El Papa, la Iglesia y los signos de los tiempos, resultado de seis horas de entrevista del pontífice con el periodista alemán Peter Seewald, realizadas del 26 al 31 de julio pasados en la residencia de Castel Gandolfo del Vaticano. Si tal aseveración la hubiese realizado un obispo ordinario le habría caído la reprobación de la Iglesia o, peor aún, si un teólogo, esa rara especie en extinción, se hubiese atrevido públicamente a justificar el uso del profiláctico, muy probablemente se le habría abierto un juicio canónico y estaría en las listas negras, condenado al ostracismo. Pero, ante la incredulidad de la curia, ¡lo dijo el Papa!
Es cierto que pueden ser insuficientes y hasta tardías las afirmaciones de Benedicto XVI, pero lo valioso es que abren el tema a la discusión, precisamente cuando la Iglesia ha estado cada vez más hermética en debatir a fondo y con apertura una controversia que se había venido petrificando. La sorpresa en el mundo católico fue mayúscula; los obispos consultados por la prensa nerviosamente evaden las respuestas hasta no haber leído el libro o recibir indicaciones expresas de Roma. Lo significativo de este episodio es que los actores religiosos más conservadores y recalcitrantes de la Iglesia están obligados a tomar otras actitudes y a debatir en nuevos terrenos la utilización de los preservativos. Por ello, el vocero del Vaticano, Federico Lombardi, apuró a precisar y aclarar en larga conferencia de prensa, este domingo, que el Papa no cambia ni reforma la enseñanza ni la concepción de la Iglesia sobre el uso del preservativo. Si bien es cierto que Benedicto XVI no lo dijo en una encíclica o instrucción formal, lo dicho, dicho está a nivel mundial.
El libro de 176 páginas aborda con desenfado y naturalidad coloquial diferentes temas, como la soledad del pontífice, su cotidianidad y espiritualidad, así como cuestiones de actualidad: detalles de su entronización, los escándalos de sacerdotes pederastas, la homosexualidad, la crisis económica, el narcotráfico, la infalibilidad del Papa y su personal disposición a renunciar en caso de ver disminuidas sus facultades. Con tono de queja, Seewald, el entrevistador, dijo a Radio Vaticano que era ridículo
que la prensa internacional sólo se centre en el tema del condón y deje de lado la oportunidad de conocer más profundamente la persona que es Benedicto XVI. Sin embargo, el reclamo es infundado, pues el Papa abre a la Iglesia a repensar cuestiones en la que se ha estigmatizado. El tema no es menor porque toca el corazón del debate entre la enseñanza moral de la Iglesia y la modernidad contemporánea, es decir, el papel de la sexualidad en la sociedad y en la propia Iglesia.
La Iglesia desde la encíclica Humanae Vitae (1968) se ha opuesto sistemáticamente a la utilización de medios anticonceptivos como la píldora, ha sido persistente en su condena a los afanes de la sociedad para separar sexualidad y reproducción. Joseph Ratzinger, notable intelectual, se abre razonablemente en la entrevista a reconsiderar posiciones sobre el uso del condón. Incluso, toma distancia crítica de sus tajantes declaraciones realizadas en el avión que lo llevó de visita a África, en 2009. Debemos observar y estar atentos a la reacción de la conservadora y vieja guardia wojtyliana que seguramente cerrará filas para matizar y desdibujar el importante paso de Benedicto XVI.
También quiero abordar las referencias a Maciel y a los legionarios de Cristo. El Papa lamenta el retraso y lentitud con que la Iglesia actuó frente a las aberraciones de Marcial Maciel. Reconoce el tono crítico que existe en México, incluidos importantes sectores de la propia Iglesia, que pugnan por la disolución de la orden religiosa. Aunque admite que la Iglesia ofreció protección a Maciel: estaba muy bien encubierto
, no especifica por quiénes ni menciona su propia cuota de responsabilidad. Sin embargo, anuncia el rescate de la congregación porque percibe ahí una comunidad sana
a la que habrá que introducir reformas y modificaciones. Aquí no hay autocrítica ni el pontífice se atreve a ir más lejos. Todos se desentienden de Marcial Maciel, hasta sus propios discípulos hoy en la cúpula, como si el personaje fuera un extraño accidente en la vida de la Iglesia. Como si las patologías de Maciel sólo se hubiesen realizado fuera de la orden y de la Iglesia. Absurdo. Por un lado un personaje siniestro, lleno de perversidad al final de cuentas y de manera misteriosa deja una obra religiosa sana y llena de amor. Difícilmente puede ser aceptable tal argumentación viniendo de una mente tan aguda como la del Papa. En la propia presentación del libro, en la sala de prensa del Vaticano, Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, pidió investigar a quienes encubrieron al sacerdote. Expresó lo siguiente: Tenemos que ser capaces de verificar cómo (los actos inmorales del fundador) fueron bien cubiertos en el interior de la congregación. Porque una vida negativa como la de Marcial Maciel debe tener sus causas hacia adentro (se debe investigar a) quien tomaba sus citas, preparaba su agenda y lo llevaba en coche
.
Es evidente que hay sectores en la propia curia que no han quedado satisfechos de cómo se está resolviendo el caso de los legionarios. Lo que está en juego con los legionarios, ya lo hemos expresado, es un modelo de Iglesia. Luz del mundo nos permite, al parecer, acercarnos más a la persona que actualmente se desempeña como Papa, por supuesto, con sus claroscuros.