Confusiones varias
n la reveladora tercera corrida de la temporada afloraron diversas confusiones: 1) Los toreros se hacen toreando, no en antesalas o en quirófanos, por lo que la seguridad, maestría y sitio de Sebastián Castella no vienen porque es francés
, como dijo un pobre acomplejado, sino porque lo contratan a partir de su regularidad para dar espectáculo; 2) la exigencia absurda a Arturo Macías por parte del público, frustrado y desagradecido luego de su accidentada campaña en la península; 3) la confirmación de que triunfar en la Plaza México no dice nada a los empresarios españoles para darle trato preferencial a un mexicano, y 4) explicación de lo anterior, la reincidencia de la empresa de la México en tener jueces obsecuentes sin capacidad de orientar al público a partir de decisiones fundamentadas sino prestos a soltar orejas como sinónimo de apoteosis sin seriedad.
No obstante que Xajay envió un encierro bien presentado, con trapío y en algunos casos con la acometividad que da la casta (primero, segundo y cuarto), a prudente distancia de la basura genética de animales dóciles que permitan torear dizque bonito en vez de lidiar con arrojo y talento, los resultados fueron magros por parte de los alternantes.
Castella muestra una tauromaquia centrada en la muleta y sustentada en un valor sereno, quietud, colocación y mando extraordinarios. Por eso no se entiende que el juez le diera dos orejas por otras tantas faenas, empañadas sobre todo con la espada.
Caso muy distinto el del pundonoroso Arturo Macías, que a todas luces precipitó su viaje a España al suponer que por ser triunfador sistemático en plazas mexicanas lo iba a ser en las ibéricas, donde se la daría un trato y carteles de figura. Grave error que pagó con ternas más bien modestas, toros del agarradero y tres cornadas de caballo que pusieron a prueba su vocación, sin disminuirla.
Pero el hombre viene cambiado
, es decir, sin la frescura ni creatividad con que se fue ni con el dominio técnico que ahora intenta. Los mexhincados que le han pitado a Macías su, ojo, pasajera indefinición, que no su entrega, olvidan que precisamente por la falta de sistemas y de procedimientos en México para hacer figuras es que aquí las empresas dependen de los diestros europeos. Si esos exigentes balines que impidieron a Macías salir al tercio tras la riñonuda faena a su primero, lo fueran también con los ventajistas importados, otro gallo nos cantara.