En mi país no luchamos para ganar una elección, sino para que ésta se realice
Cuando no tienes opciones para atacar, hay que defenderse
Domingo 21 de noviembre de 2010, p. 2
Toda una leyenda en el ajedrez, donde lo ha ganado prácticamente todo, Garry Kasparov no ha podido aún con el otro desafío que lo convoca: la política. Sus blasones ajedrecísticos no le valieron el fuero en su incursión política en Rusia, a pesar de lo cual asegura que seguirá en su lucha: es un deber moral para con mi patria, pero a diferencia del ajedrez, ahí no jugamos para ganar o perder, sino para que haya democracia en Rusia
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De visita en México, invitado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para participar en la Gran Feria Internacional de Ajedrez, el genio de Bakú, autor, entre otros libros de Cómo la vida imita al ajedrez, dice, en entrevista con La Jornada, que su participación en Rusia no es totalmente política. Nosotros no peleamos para ganar elecciones, luchamos porque las elecciones realmente sucedan
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–¿El gobernante es como un ajedrecista?
–No quisiera hacer comparaciones porque en el ajedrez sí hay reglas. Sabemos que en los países democráticos también las hay y pueden limitar a los gobernantes (dice en alusión a Vladimir Putin).
Encarcelado por el régimen durante su frustrada incursión en la política, Kasparov, de 47 años, asegura que una de las enseñanzas que le ha dejado el ajedrez es: cuando no tienes opciones para atacar hay que defenderse
. Y agrega que su lucha es porque prevalezcan los derechos humanos y la democracia en su país.
Desilusión
A 25 años de haberse convertido en el campeón mundial más joven del deporte ciencia, Kasparov sostiene que su triunfo en aquella memorable partida 24 del encuentro, disputado en Rusia contra Anatoly Karpov es, sin duda, uno de los sucesos más importantes en su vida. Particularmente tras la desilusionante disputa por el campeonato que un año antes no pudo ganar contra el propio Karpov por una intevención errónea de la Federación Internacional de Ajedrez para suspender el duelo.
–¿La experiencia de 1984 debió haber sido muy frustrante?
–Fue una de las más grandes lecciones que he tenido en la vida, pero eso me dio la experiencia de poder sobresalir de una situación crítica y me dio fuerzas para ganar el año siguiente. Lo que fue claro es que aquella suspensión rompió con todas las reglas de la lógica de una confrontación de ajedrez.
–Dicen que su estilo de juego es muy agresivo.
–Agresor o defensor, eso no es un pro o un contra en el juego. Eso es muy humano, es parte del carácter que se refleja no sólo en jugadores en lo individual, sino hasta en equipos. En el futbol los brasileños juegan siempre atacando y los italianos siempre defendiendo, los dos han sido varias veces campeones mundiales. Lo importante es saber usar tus fortalezas y disminuir tus debilidades en una partida.
–¿Cual es la partida que usted lamenta más?
–Cualquier partida perdida se queda en la mente como una experiencia negativa, pero creo que la partida con (Vladimir) Kramnik en el año 2000 fue la más frustrante (cuando perdió el campeonato). Me dejó un recuerdo muy fuerte porque entendía que era culpa mía, porque no me había preparado muy bien.
Aunque en todas sus biografías se alude a su victoria contra la computadora Deep Blue como una de sus más grandes proezas ajedrecísticas, el tema es minimizado por el propio Kasparov en la entrevista: Cuando pasa el tiempo se van tranquilizando las emociones. Hay un descontrol de la máquina que no puedes realmente revisar y entender las movidas que hace
.
–¿No es extraño enfrentarse a algo que no tiene sentimientos?
–Eso no es realmente lo más importante porque yo suelo jugar contra las figuras, pero lo que está claro es que ese oponente no jugaba realmente con las reglas. Era muy obvia, en algunos momentos, la interferencia humana.
Talento y curiosidad
De madre armenia y padre judío, Kasparov asegura que lo más importante para triunfar en esta disciplina intelectual, además del talento, por supuesto, es fijarte como meta el éxito y querer siempre descubrir algo nuevo, porque ese afán de descubrir lo nuevo es lo que mueve el progreso
.
–¿Se considera un genio?
–Eso no es una pregunta para mí– concluye.