Opinión
Ver día anteriorDomingo 21 de noviembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

De vivales y portales

A

hora ya sabe Enrique Ponce lo que se siente ser robado y no poder hacer nada, me dijo por teléfono un aficionado, refiriéndose al jugoso saqueo –lo obtenido por sus actuaciones en Querétaro, San Luis y Saltillo– a la habitación del valenciano mientras éste toreaba el domingo 14 en la capital de Coahuila, pero también al ganado chico y manso que aquí suele lidiar.

Vestirse de torero se vuelve entonces tan trascendente o irrelevante como vestirse de barrendero, político u obispo. De ahí los dichos no por extendidos menos comprendidos de que la mona, aunque se vista de seda, mona se queda, o el hábito no hace al monje.

Una cosa es la aptitud o capacidad para desempeñar un oficio, ya sea hacer como que se domina a un remedo de toro, gobernar en favor del pueblo sin lograrlo, o impartir bendiciones en nombre del dios de una empresa religiosa. Ello tiene que ver con habilidades y simulaciones.

Y otra, muy diferente, la actitud o postura de ánimo, la convicción interior de ser congruente entre lo que se aparenta, intenta y lleva a cabo desde lo más profundo del corazón y la inteligencia. Exige honestidad personal y una comprensión madura de la ética. Requiere grandeza de espíritu, independientemente de las reglas, la fama y los dogmas. Demanda un vértigo interior por ser el que se es.

Aptitud y actitud enormes, más una quietud sin demagogia y un mando sin genuflexiones, fue lo que derrochó el pasado domingo en la segunda corrida de la temporada como grande de la Plaza México el magnífico torero extremeño Miguel Ángel Perera (Puebla del Prior, Badajoz, 27 de noviembre de 1983), ante toros poco propicios para el lucimiento, frase hecha de los especialistas para evitar decir que un animal fue manso, descastado, soso y falto de transmisión de peligro, es decir, lo más opuesto al dramatismo que entrañan bravura y acometividad.

Daños colaterales de la antojadiza empresa, así como el nulo interés de las figuras importadas por hacerse publicidad cuando vienen a hacer la América –tentar de luces con vacaciones pagadas, excepto el obsesivo José Tomás que confunde quietud con quietismo–, Perera con su torería modélica y habiendo triunfado en temporadas anteriores en la México y en los principales cosos de España, no llevó ni un cuarto de plaza la tarde de su presentación, pues un público manipulado, sensiblero y poncemaníaco se desentendió por completo del fenómeno taurino y de diestros peninsulares con más fuste. Pero se cosecha lo que se siembra.

Proliferan los portales taurinos por Internet. Unos autocomplacientes, otros demasiado comprometidos con las empresas antes que con el rumbo de la fiesta, y los menos con preparación e independencia para analizar otra expresión mexicana secuestrada por parte de la mafia que se apoderó de México, con el beneplácito de los beneficiados y el aplauso idiota de bastantes perjudicados.

Sin embargo, hay un portal taurino –Las charlas del Tupinamba, en honor de aquel mítico café en las calles de Bolívar– caracterizado por el sentido del humor, la irreverencia y un amplio y sabroso anecdotario, con un taurinismo tan desenfadado como sustentado, a cargo de El Bardo de La Taurina, crítico virulento y escritor prolífico, si bien no ha faltado el maldoso que le diga El Burdo, más por su estilo poco ortodoxo e incluso ríspido que por su falta de conocimientos.

El dichoso Bardo, en www.charlasdeltupinamba.blogspot.com, emprende la nada sencilla tarea de comentar lo sucedido en la corrida del domingo, pero echando mano de imaginarios y documentados diálogos con personalidades que dieron prestigio al espectáculo en nuestro país.

Si la irreverencia suele ser virtud de marginales y descreídos, en el citado portal hay franca devoción por… ¡Enrique Ponce!, del que se incluye un sorprendente video de You Tube con Mónica, del grupo Materia Prima, interpretando ambos una pieza de corte amexicanado, con todo y cuatro mariachis. De entonada y delicada voz, si el Divo de Chiva siquiera toreara aquí como canta allá…