Reinaugura Calderón el recinto dentro de los festejos por el centenario de la Revolución
Indispensable, que el arte se desarrolle en total libertad creativa, afirma el titular del Ejecutivo
Destaca Lujambio que el palacio es un foro plural abierto a todas las expresiones culturales
Sábado 20 de noviembre de 2010, p. 7
Al reinaugurar anoche el Palacio de Bellas Artes, el presidente Felipe Calderón sostuvo que México necesita de más artistas, más creadores que muestren al mundo la diversidad y la profundidad del espíritu de su gente
, así como la reflexión de lo que somos y lo que podemos ser.
Para ello, subrayó, es indispensable que el arte se desarrolle en un ambiente de total libertad creativa
.
El propósito es que haya cada vez más música, más literatura, más artes plásticas y visuales, más teatro, más cine, más danza en el país, una libertad que verdaderamente disfrutamos
.
Citó a Enrique Krauze y dijo que una libertad es como el aire, sólo se sabe su valor cuando se pierde. En ese sentido, asentó, ojalá podamos respirar por muchas décadas más esa libertad que nos trajo la Revolución y consolidó la democracia y la pluralidad que, más allá de nuestros problemas, hoy vivimos en el país
.
Para su reapertura, cuya parte artística tuvo como eje música sinfónica mexicana y los más conocidos títulos del hit parade operístico, el Palacio de Bellas Artes fue transformado en una especie de zona cero, ante el extremo dispositivo de seguridad dispuesto en su entorno.
Miles de vallas metálicas fueron colocadas desde temprana hora para aislar a éste, el escenario cultural y artístico más importante de México, cuyas puertas volvieron a abrirse luego de más de dos años de remozamiento y requipamiento de su sala principal, para lo cual se invirtieron cerca de 700 millones de pesos, como lo remarcó en dos ocasiones Calderón en el discurso inaugural.
Acceder a esta zona de la ciudad se hizo más complejo conforme se acercaba la hora de la ceremonia protocolaria, iniciada a las 19:33, y que consistió en una serie de discursos de la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), Teresa Vicencio; la presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), Consuelo Sáizar, y el secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, además del primer mandatario.
Pifias presidenciales
Calderón canceló el sello postal conmemorativo de la efeméride tras de lo cual inició el programa musical, cuya primera parte protagonizó la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la dirección de su titular Carlos Miguel Prieto. Luego de un intermedio, hicieron lo propio la Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes.
Previo, fue proyectado un video en el que Rafael Galicia dio testimonio de lo que se ha vivido en este emblemático recinto, al cual ingresó a trabajar en 1932, dos años antes de su inauguración, el 29 de septiembre de 1934, a cargo del presidente Abelardo L. Rodríguez y no Pascual Ortiz Rubio, como mencionó Calderón en su intervención.
No fue esa la única pifia del titular del Ejecutivo. Al referirse a la belleza del telón de cristal de la sala, dijo tífanis
en lugar de Tiffany, que es el nombre correcto de la compañía neoyorquina que lo manufacturó.
Alonso Lujambio resaltó la importancia de poner a la vanguardia al Palacio de Bellas Artes, para que el pueblo de México pueda disfrutar en él de expresiones artísticas de mayor nivel.
La formación como personas y ciudadanos no sólo se da mediante el conocimiento y la razón, resaltó, sino también a través de la sensibilidad que dan las artes.
El Palacio de Bellas Artes, puntualizó el funcionario, se distingue por ser un foro plural abierto a todas las manifestaciones del arte y la cultura, en beneficio de un público que se quiere cada vez más amplio, cada vez más crítico y más exigente
.
Destacó que la cultura y la educación ocupan un lugar especial en la educación del país, porque a través de ellas se da cauce a la creatividad de los mexicanos y se fortalece nuestra identidad como nación, en la práctica y el disfrute de nuestras creaciones, pero también el contacto con otras culturas, lo cual nos hace singulares y la vez universales
.
Por su parte, Consuelo Sáizar, presidenta del CNCA, describió al Palacio de Bellas Artes como uno de los mayores símbolos del proceso civilizatorio del México del siglo XX, así como uno de los grandes referentes en el imaginario colectivo mexicano.
Al igual que lo hizo en su turno Felipe Calderón, reconoció el papel fundamental de su antecesor en el cargo, Sergio Vela, así como de la anterior directora del INBA, Teresa Franco, para que el Palacio de Bellas Artes sea hoy un escenario de vanguardia, al ser ellos los impulsores del proyecto de remodelación y requipamiento del recinto.
Asistencia distinguida
Para llegar al recinto había que sortear un retén de vallas metálicas colocado de forma rectangular entre avenida Juárez y Tacuba, desde el Eje Central y hasta Balderas. Decenas de soldados uniformados de negro impedían el paso hacia el palacio, y sólo se dispusieron dos reducidos andadores peatonales, uno del lado de Tacuba y otro de avenida Juárez, para todos aquellos que transitaban entre el Centro Histórico y Reforma.
Dentro de la sala pudo observarse a funcionarios culturales y de otras dependencias federales, como el secretario de Salud José Ángel Córdova Villalobos, además de integrantes del cuerpo diplomático acreditado en el país, políticos y empresarios.
También asistieron personajes de la comunidad artística e intelectual, como el filósofo Ramón Xirau y Mari Jose Paz, viuda de Octavio Paz, a quienes el presidente Calderón se dirigió al iniciar su discurso.
Como el día de su inauguración, la parte musical tuvo un importante acento mexicano, la Sinfónica Nacional interpretó Redes, de Silvestre Revueltas, y El Huapango, de José Pablo Moncayo, además del estreno mundial de Duelo de Siglos, obra comisionada a Federico Ibarra.
La segunda parte del programa estuvo dedicada a la ópera, con arias de Fidelio, de Beethoven; Macbeth y Aída, ambas de Giuseppe Verdi; Carmen, de Bizet; y Cavalleria rusticana, de Mascagni, entre otras, interpretadas por la Orquesta y el Coro del Palacio de Bellas Artes, bajo la dirección huésped del griego Niksa Bareza.