ace poco más de una semana Takashi Kadowaki murió. Fue un personaje fuera de serie, no sólo por su pasión para ejercer la acupuntura, la moxibustión y el masaje terapéutico shiatsu, sino también, y más, por su gran calidad humana, colmada de sencillez y generosidad. Kado-san, como cariñosamente le decíamos sus amigos y compañeros de trabajo, amó a México con todo su corazón.
Takashi Kadowaki Ogura nació en la prefectura de Hiroshima, Japón, el 13 de octubre de 1934. Allí pasó su infancia. Al cumplir los 10 años, sus padres tuvieron que trasladarse a Manchuria, China. El niño fue encargado a sus abuelos paternos en la provincia de Kurayoshi.
¡Niño con suerte! Escapó de morir en aquel cruel ataque cuando Estados Unidos lanzó la primera bomba atómica sobre su ciudad, Hiroshima, el 6 de agosto de 1945. Takashi se había mudado a Kurayoshi.
El superviviente terminó en Tottori la primaria y secundaria y comenzó la preparatoria. Ahí empezó su formación ideológica: encabezó círculos de estudio sobre marxismo, participó en marchas estudiantiles, organizó reuniones con obreros y sus sindicatos para luchar por mejores condiciones de vida y estudiar la teoría socialista. Por desplegar este estilo de labor social y ser militante del Partido Comunista, las autoridades lo expulsaron de la escuela preparatoria.
Instalado en Tokio, se inscribió en la Universidad de Waseda, en filosofía y letras. Luego, en estudios específicos de literatura rusa. Al calor de la Revolución Cubana el joven de 24 años refrescó sus ideas. Entonces, además de simpatizar con el pensamiento de Mao Zedong, admiró al Che Guevara y a Fidel Castro. Hizo la novela De cara al escribiente.
Durante la década de los 60, Takashi continuó organizando a los obreros: promovió la formación de cooperativas de producción y de consumo. Trabajó como corrector de estilo en diferentes casas editoriales, pero se metía en problemas con los dueños, ya que comenzaba a organizar a los trabajadores en busca de mejoras salariales.
En esa época formó su propia editorial con un pequeño grupo de compañeros. Se desenvolvía como escribano profesional consumado. Todavía, en tiempos recientes, cuando algún amigo japonés no entendía cierto término o ideograma, él resolvía su duda. Le decían diccionario viviente
. Todavía en Japón, dedicó otros cinco años a formarse en shin-kyu y shiatsu, algunos en el colegio y otros de manera autodidacta.
El doctor acupuntor T. Kadowaki llegó a México en 1974 e inmediatamente comenzó a practicar shiatsu. Simpre radicó en el Distrito Federal, aunque su domicilio fue itinerante. Impartió cursos al público en general.
Lo conocí en 1976, cuando ingresé a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y le ofrecí sumarme a su esfuerzo de difusión de esa medicina tradicional alternativa. En esa etapa también se incorporó la doctora Michie Kikuchi. Formábamos grupos de 10 a 20 personas y desarrollábamos los temas clínicos con más práctica que teoría, según las indicaciones del maestro.
En aquel tiempo integramos el grupo médico Norman Bethune, para seguir con la labor de capacitación y realizar brigadas al campo. Los cursos se extendieron de la ciudad al medio rural. Cabe mencionar que con las organizaciones y comunidades de provincia nuestro trabajo médico siempre fue voluntario y sin fines de lucro. Visitó muchas veces las comunidades caficultoras de Guerrero; trató a pacientes en la sierra de Atoyac de Álvarez; también realizó muchos viajes para colaborar con pobladores indígenas de la Costa Chica y con gente de Michoacán.
En 1984 constituimos la asociación civil Instituto Médico Tao de Investigación Acupuntural en México, de la cual el doctor Takashi fue el principal e histórico fundador. Tao significa el camino
, el cambio
, la unidad y lucha de contrarios del yin y el yang.
Por medio de esa asociación, él trató a unos miles de pacientes y capacitó a cientos de alumnos. Ofreció el mismo trato a todos ellos, independientemente de la condición socioeconómica o nacionalidad. Me refiero a la entrega y paciencia con que este adelantado diagnosticaba y aplicaba agujas pequeñas y largas, conos de moxa ardientes en los puntos apropiados; sus suaves dedos que dispersaban o tonificaban las distorsiones de la energía, aboliendo síntomas y signos, para restablecer el estado de salud. Lo apodaban manos de ángel
.
No he conocido un ser más honesto y solidario que Takashi. Todo japonés en su actuar tiende a ser respetuoso, ordenado, laborioso e innovador, pero a él, así nomás porque sí, se le daba la rectitud y limpieza en su actuar cotidiano. Solíamos jugar al oráculo chino; él nació el año del perro, y su lealtad lo hizo digno representante de su signo. Era la modestia andante.
Participó en dos publicaciones en nuestro país: Shiatsu, masaje japonés en México y Acupuntura, método de Hinaishin, ambos textos en español.
Nunca olvidó su tarea de promover el intercambio cultural entre México y Japón, como lo demuestran los 17 números de la revista semestral Japónica, que dirigió de 1993 a 2001, por medio de la asociación civil Japón Cultural.
Taka actuaba, no hablaba. Su carácter apacible y bondadoso será recordado por incontables personas. Sólo como dato curioso menciono algunos de sus pacientes famosos: a la actriz Angélica Aragón, la bailarina Yolanda Montez Tongolele, el escultor José Sacal, el boxeador Ricardo Finito López, el campeón de equitación Antonio Maurer, el compositor Armando Manzanero, José Ángel Espinoza Ferrusquilla, Silvia Navarrete, María Rojo y Ofelia Medina.
El domingo 7 de noviembre, a las cuatro de la tarde, su energía ki dejó de funcionar en sus meridianos y órganos. Ahora él habitará en algún lugar luminoso del cosmos, donde la compasión ya no se necesita. Y se rencontrará con los pacientes queridos que se habían adelantado en el camino: Mariana Frenk-Westheim, Hugo Salinas Rocha y Amalia Hernández. Mata oai shimasho, hasta pronto.
*Director General del Instituto Médico Tao, AC