Dentro de las cárceles, las internas carecen de servicios médicos especializados en mujeres
Denuncia ONG que deben compartir con hombres, patios, cocinas e incluso sanitarios y regaderas
Lunes 25 de octubre de 2010, p. 49
La discriminación contra las mujeres es evidente también en el ámbito penitenciario. De acuerdo con el Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género (CEAMEG), de los 429 Centros de Readaptación Social, sólo 10 son femeniles, contra 82 varoniles y 237 mixtos, lo que provoca que las presas purguen su sentencia en lugares improvisados que pertenecen al área asignada a los hombres, lo que da pie a múltiples abusos por parte de los internos.
Estudios del CEAMEG indican que a pesar de que en las prisiones hombres y mujeres están separados por rejas o paredes, se reproducen los estereotipos de género y ellas realizan actividades impuestas a su rol social, como lavar ropa, coser o bordar para los internos, por necesidad económica, soledad o temor al maltrato.
Además, en el caso de los reclusorios mixtos las mujeres se ven obligadas a compartir áreas comunes como sanitarios, regaderas, servicios médicos, patios y cocinas, lo cual contraviene el artículo 18 constitucional, en cuanto a la separación por género para purgar la condena.
En lo que respecta a los servicios médicos en los centros de readaptación, el CEAMEG reporta que la situación es grave, toda vez que no se cuenta con un servicio especializado en la salud de la mujer.
En la mayoría no hay ginecólogos, pediatras (hay madres que viven con sus hijos), instrumental médico básico, medicamentos ni personal capacitado.
La información que se brinda a las internas sobre enfermedades propias de su género depende más de la buena voluntad del personal operativo que de una obligación
, indica el estudio difundido por el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) en el contexto de la campaña El amor puede salirte caro.
En cuanto a los programas de reinserción social, éstos carecen de perspectiva de género en materia de educación y trabajo, lo que redunda en la escasa o nula productividad de la reclusa.
El estudio apunta que no se han implementado los mecanismos necesarios para motivar la participación de las internas en actividades académicas, ni adecuar los planes de estudio a las condiciones de la población, por lo que se observa que cuando acceden al aprendizaje lo hacen por obtener algunos beneficios, como la reducción de su condena.
La capacitación para el trabajo presenta una gran desigualdad en los talleres que se imparten.
Mientras a los varones se les capacita en oficios como carpintería, mecánica o contabilidad, las actividades dirigidas a las internas están estereotipadas y carecen de perspectivas para obtener recursos.
Las actividades están orientadas a mantener a las internas ocupadas, en vez de otorgarles capacitación laboral adecuada, con talleres de macramé, rafia o repujado, entre otros.
En cuanto a las contadas empresas maquiladoras que se encuentran en centros de reclusión, generalmente son instauradas en centros varoniles.