o creo que exista en la elite política actual ningún personaje totalmente pragmático, y menos, alguno cuya ideología oriente totalmente sus decisiones. Antes que nada porque esta última posición sería un acto de gran ingenuidad; en segundo lugar, porque confirmaría una vocación de perdedor que a nadie beneficia. Pero hay un riesgo en quienes toman al pragmatismo como única pauta, quienes valoran los efectos prácticos de sus acciones como único criterio de verdad pueden perder la ética política y abandonar el sustento ideológico de sus partidos.
La contienda electoral de Brasil muestra con claridad la manera en que los candidatos pueden traicionar principios para ganar preferencias electorales. Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, tuvo que cambiar su posición sobre el aborto para ganar votos en la segunda vuelta; hace algunos años se había pronunciado en favor de su despenalización pero ahora su discurso se tornó moralista y muy parecido al de José Serra, su principal contendiente de la derecha; ella ahora llegó a calificar el aborto inducido como un acto de violencia contra la mujer.
Sin ser el más sustancial, el tema del aborto es quizá uno de los asuntos más tangibles que diferencian la posición política en el espectro izquierda–derecha, en virtud de que un verdadero compromiso con la superación de las desigualdades sociales no puede negar el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos, en tal caso se estarían traicionando los intereses de la mitad del pueblo mexicano (mitad son mujeres y, más o menos la mitad de gente aprueba el derecho a decidir).
Una nueva visión del mundo desde la izquierda exige además asumir que nuestra conciencia e ideas se mueven de acuerdo con los actuales límites históricos del mundo material, este que está dominado por la derecha, y que está en los principios del PAN, del PRI, del Verde, del Panal, y por desgracia, en representantes que se han infiltrado en todos los partidos: políticos subordinados a los dueños del mercado, de los medios y del narco, y que se apoyan en la segunda evangelización de América. Se trata de elites que no están interesadas en crear nuevas relaciones entre los hombres, las mujeres y la naturaleza.
El ejemplo más evidente de pragmatismo está en las actuales alianzas de PAN y PRD. Sus dirigentes olvidan que se trata de ideologías con programas de gobierno opuestos. No dejo de celebrar que en Oaxaca se haya encontrado un candidato cuyo arraigo derrotó el poder de Ulises Ruiz, pero cada territorio tiene lo suyo. Marcelo Ebrard es congruente con la ideología de izquierda cuando apoya la despenalización del aborto por decisión de la mujer y el matrimonio de personas del mismo sexo, así como al defender la laicidad y no temblarle la mano para demandar a Juan Sandoval Íñiguez; sin embargo, él es pragmático al apoyar la alianza de PAN y PRD en el estado de México. AMLO fue pragmático al rechazar la legislación sobre sociedades de convivencia, lo cual no le generó apoyo de la jerarquía eclesial pero sí desilusión por parte de la comunidad LGBTI; sin embargo, mostró congruencia en su política social, en los mandos de su gobierno y al instrumentar los primeros servicios de aborto legal en el DF en 2000. Hoy su coherencia está al posicionarse en contra de la alianza de PAN y PRD en el estado de México, aunque probablemente aplique alguna lógica pragmática en la entidad con mayor tamaño poblacional (y electoral) del país. Su ideología de centro izquierda es clarísima en el proyecto alternativo de nación que somete a consulta ciudadana; llamo aquí la atención en el primer punto: es necesario aplicar una ética política. “La vida pública ha sido corrompida por la subordinación de los políticos a los intereses del mercado (incluye el mercado de drogas, supongo) y de los potentados. La corrupción, la demagogia, el corporativismo, el clientelismo, el paternalismo y el autoritarismo son prácticas perversas de la política. Impulsaremos una forma de vida donde cada mujer y cada hombre –sin importar condición social, étnica, creencias o preferencias sexuales– valga por su trabajo, sus acciones solidarias, su fraternidad, su lealtad a las normas de convivencia y sus aportes al bienestar de la sociedad; una sociedad en la que prevalezcan la dignidad, el honor, la ética y la búsqueda de la felicidad”.
Se vale que los candidatos de la izquierda tengan opiniones distintas y que cada uno gane apoyo para su propia candidatura, en especial porque ellos, junto con Cuauhtémoc Cárdenas, representan el mayor mérito de la izquierda mexicana: 13 años de un gobierno ejemplar en el Distrito Federal. Esperamos que ambos van a respetar el proyecto ideológico, van a defender el estado de bienestar y van a cumplir su palabra: ceder el lugar al mejor posicionado el próximo año (como hizo Heberto Castillo en 1988) e ir como equipo con una sola candidatura para la contienda de 2012.