Sábado 16 de octubre de 2010, p. a20
¿Qué hace Imelda Marcos en la portada de una novedad discográfica en la sección rock de las tiendas especializadas?
La primera respuesta está en una etiqueta pegada al celofán transparente sobre la foto desnuda: David Byrne & Fatboy Slim. Here Lies Love. A song cycle about Imelda Marcos & Estrella Cumpas
.
Una vez pagado el importe en la caja registradora, una vez abierto cuidadosamente el celofán, una vez preservada la leyenda en ese envoltorio y una vez que el disco suena en los altavoces, surgen más preguntas:
¿Qué hace el furioso artífice de los Talking Heads, el guapachoso jefe de aquella banda tremebunda armada de congas, güiros, rumbas, sones, sambas, hipnotismos de lira y de bongó, ese par de decenas de músicos, al frente el escocés berreante, que hizo temblar Polanco la noche del primero de mayo de 1990 como parte de su gira Rei Momo, qué hace el despiadado autor de Burning down the house, qué hace ahora escribiendo cancioncitas poperitas?
La respuesta surge luego de dos semanas de escuchar este álbum de dos discos con los oídos y las entendederas saturadas de signos de interrogación: es una rock- opéra. El elenco lo forman cantantes formidables, resultado de un casting-tour-de-force: entre ellas, Cyndi Lauper, Natalie Merchant y Tori Amos. Y el propio Byrne.
Sucede que estaba un día David Byrne leyendo a Kapuscinski cuando el cerebro se le cundió de ideas. Byrne describe El Emperador, de Kapuscinski, como un libro maravilloso
que le contagió la fascinación por narrar de manera creativa el drama humano, el hálito teatral, la crudeza, lástima y ternura de la vida en una corte.
Si observamos con detenimiento, las estructuras del poder en el mundo y especialmente en México, sobre todo del poder chiquito, se reproducen, se viven y se cultivan a la manera de las antiguas cortes, criticando precisamente las conductas que diríase pertenecientes al pasado pero que quienes más las critican y denostan son quienes más las practican.
Es entonces cuando el genio creativo de Byrne entró en acción: como no existen las casualidades, en los días en que leía el libro de Kapuscinski cayó en sus manos una nota periodística que hablaba de Imelda Marcos. La mirada dramatúrgica, la observación de la realidad a la manera de Shakespeare y de todos los dramaturgos que han sabido leer la realidad de tal modo que lo artístico rebasa porque comprende y explica lo que politólogos creen entender y explicar, activó enseguida el álbum doble que ahora nos sorprende y al mismo tiempo asombra.
El eje narrativo que eligió el dramaturgo Byrne: un equilibrio con la sombra de Imelda: Estrella Cumpas, su nana, que la vio crecer de una niña campesina a una primera dama. También atrajo irresistiblemente a Byrne que su personaje, Imelda, tomaba a menudo su avión particular para vivir las noches locas del Studio 54, la discoteque emblema de la nocheestadunidense de los años 70 y 80 del siglo anterior. (Y son los estilos que imperan en estos dos discos). Pero más que nada, que Imelda “se sentía la cenicienta en el baile de la corte. Siempre se sintió una outsider”. Eso sí, Byrne habla de todo menos del lugar común: los más de 3 mil pares de zapatos de la primera dama. Me negué a hablar del elefante que está en la habitación
.
En la página web de Byrne hay un video conmovedor al extremo: Imelda con Mao, con Fidel Castro, con todos los presidentes gringos, con los líderes del mundo con quienes practicó su diplomacia de bolso de dama
, como llamaba a su estrategia política.
Hoy, a sus 80 años, Imelda Marcos sigue empeñada en rescatar la gloria
del apellido Marcos. El trabajo artístico de Byrne pinta su raya en tal sentido.
Hoy, a sus 58 años, el músico escocés David Byrne aporta al mundo, con su ópera-rock sobre Imelda Marcos, una nueva forma de entender la vida, es decir, la historia, es decir, el drama humano.
Buen alumno de Ryszard Kapuscinski.