a primera escenificación de Drama Fest Bicentenario correspondió a Cayendo con Victoriano del talentoso Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio. La amistad del cruel tirano con un ingenuo diplomático estadunidense se antoja tema interesante, pero la visión apiadada de Edith O’Shaugnessy, el final de un Huerta traicionado por todos con las sentimentales palabras de la relatora –que el autor toma de datos históricos– tras haberse opuesto al desembarco de los estadunidenses –dan se quiera o no un vuelco a la figura del traidor al que se presenta más como un sujeto de la picardía mexicana que como el cruel represor que fue, a pesar de la putrefacta y metafórica lengua que ostenta en su escritorio. Respeto la aguda inteligencia del autor, pero esta vez no entiendo la razón de su tema y Huerta me repugna tanto que me impide la nota imparcial que el dramaturgo y el lector merecen, aunque vaya a contracorriente de las revisiones a que los centenarios se están prestando y corra el riesgo de que se diga que veo la historia en blanco y negro.
El segundo montaje consiste en una muy inteligente comedia de Flavio González Mello, El padre pródigo, en la que el dramaturgo juega con la acepción legal del término, que priva al progenitor de la tutela de sus hijos y la parábola del hijo pródigo en esta historia del regreso de un padre ausente. La deliberada ambigüedad del texto produce en el espectador la impresión de ser un intruso que ve lo que le ocurre a la disfuncional familia casi como si la espiara, ya que las clásicas explicaciones a la razón de la conducta, sobre todo de Hernán, el padre, nunca llegan a darse y, cuando parece que se acerca el momento de la verdad
en un enfrentamiento con su hija Ceci, ni ella ni nosotros le creemos, máxime que Camargo, el tolerado amante de la esposa, ha revelado que el observatorio astronómico, al lado del cual dijo que vivió cuando se fue, no estaba construido en esa época, lo que procura dudas acerca de su franqueza.
Ignoramos por qué se fue y por qué regresó y la razón de que lo hiciera con Analí, la chica que no habla con los demás, y tampoco sabremos qué lazo los une, o su indiferencia a la relación sexual –que más bien propició– de Analí con el desastrado Nan, el hijo que lo detesta. Podemos suponer, por la actitud de Cecilia que ella espera el regreso del esposo y de ahí el plato de más en la mesa, en un texto que nos tiende trampas –porque tampoco es eso– con reiteradas alusiones a Odiseo y al retorno de Agamenón tras luchar en Troya. La ingeniosa comedia hace que algunas escenas nos lleven a una reconciliación entre los cónyuges pero tampoco podemos tener esa certeza ante el final, por lo que podemos constatar que González Mello exploró un modo diferente de acercarse al tema de la familia, aunque mantenga constantes como la predilección de la madre por el hijo varón y el rechazo de la hija al amante de la madre.
En un espacio diseñado casi como proyecto arquitectónico con paredes y muebles colgados del telar y señalamientos en el piso, debido a Kuartoh arq.y diseño, con iluminación de Lidia Margules y vestuario de Emilienne Limón, el director chileno Martín Erazo Perales propone un buen trazo escénico a pesar de que en las escenas de la mesa olvida la cuarta pared y coloca a todos los comensales frontalmente, rompiendo con la posibilidad de realismo, pero acorde con la escenografía. Entre la tensión que produce el texto que nos vuelve mirones con elementos escenográficos y algunos de la dirección, el elenco tiene un excelente desempeño, sobre todo la pareja de los padres, el insondable Hernán encarnado por Rodolfo Arias y la enamorada Cecilia a la que interpreta Dobrina Cristeva, sin demérito para Emilio Guerrero que es Camargo, Leny Gruber –responsable de los dos videos– que es Ceci, Carlos Pedreira que es Nan, Olivia Lagunas como Laurita, Gabriel Hernán que es Jaime y Gimena Gómez como Analí.
Los tiempos que acordó Aurora Cano con el INBA para estos dos montajes fueron muy cortos y queda esperar que las apretadas agendas de los escenarios institucionales –a los que se debe Drama Fest– permitan temporadas en alguno de ellos porque es injusto que se ensaye con bastante antelación para dar tan pocas funciones.