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Toros

No sólo desaparecería la especie de reses bravas: también se empobrecería el habla popular

Con la abolición de las corridas de toros muchas expresiones perderían significado

Con la faena de la silla, Morante de la Puebla confirmó que el toreo aún es un género poético

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Grupos de defensores de animales realizaron una marcha este domingo sobre Paseo de la ReformaFoto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Lunes 4 de octubre de 2010, p. a42

Tras la abolición global de las corridas de toros –objetivo supremo de los animalistas– no sólo desaparecería la especie de las reses bravas: numerosas expresiones del habla cotidiana perderían también su significado, aunque en la actualidad las grandes mayorías antitaurinas las repitan sin saber, bien a bien, qué están diciendo.

Es tan poderosa la influencia de la tauromaquia en la cultura popular –a la que ha enriquecido por siglos–, que los modismos alusivos a la fiesta salpican a toda hora las comunicaciones verbales entre los hispanohablantes, excepto quizá en la cuenca del Río de La Plata, donde por la diversidad de orígenes de esa comunidad forjada por emigrantes de los cuatro puntos cardinales del Mediterráneo, casi todo tiene nombres distintos a los que usamos en el resto de América Latina y España.

Carlos Monsiváis escribió dos años atrás: “Aunque ustedes no lo crean, la expresión ‘no te arriendo la ganancia’ alguna vez quiso decir algo”. Sí, algo relativo a la cultura rural del siglo XIX mexicano, que hoy resulta para nosotros tan indescifrable como una página en tailandés.

Si desapareciera la fiesta brava, se convertirían en asociaciones de palabras muertas, expresiones como las siguientes: mirar desde la barrera (no encarar un problema), echarse al ruedo (actuar con audacia, como los espontáneos que brincaban a la arena buscando una oportunidad de sobresalir), tomar al toro por los cuernos (enfrentar un contratiempo), saltarse a la torera (proceder con desdén por las normas establecidas).

Otras: a fulanito le llegó la hora de la verdad (tiene que dejarse de cuentos y definirse: obvia referencia al momento culminante de la lidia); consumar la suerte suprema (acto de entrar a matar a la res, de frente, estoque en mano, eufemismo de carácter habitualmente erótico), celebró su cumpleaños, boda, divorcio, o lo que sea en todo lo alto (es decir, con plenitud, pero en alusión al diestro que clava la espada o las banderillas en lo alto del morrillo).

Harto conocidas son las expresiones que tienen vínculos directos con la indispensable pero aborrecida suerte de varas. Se creció al castigo (cuando el toro empuja con furia al caballo, a pesar del dolor que le causa la pica), o la mexicanísima aguantó vara (mantuvo la calma, no obstante la dureza de los insultos), o aquella noche estuvieron lanzándose puyas (haciéndose bromas, por lo general ácidas).

Una de las expresiones más frecuentes en el mundo de habla hispana es dar la puntilla (acto de rematar al toro, ya echado, con un golpe de puñal en el cerebelo), cuya traducción metafórica a las desventuras humanas es obvia y múltiple. Menos popular, en cambio, es ya no lo levanta ni el puntillero (para decir que un enfermo morirá en breve). O le quedan pocos muletazos (es una persona muy vieja).

En realidad, los modismos taurinos podrían agruparse de acuerdo con los tercios de la lidia. Al primero corresponden los evocadores del capote: entró al quite (ayudó a alguien a salir de un apuro), sin embargo le dieron por chicuelinas (abusaron de él). Al segundo, los que hablan de las banderillas, como a toro pasado (clavó el par, o fingió ser valiente, cuando ya no había peligro). Y al tercero, los relativos a la espada: pinchó en hueso (fracasó), anda con media estocada (parece un poco ebrio) o está para el arrastre (bebió demasiado). ¿Usted cuáles recuerda?

Ahora, si alguien duda que el toreo aún puede ser un arte escénico lleno de fuerza poética, escriba en Youtube: Morante faena de la silla, y después hablamos...