Presentará Montaña blanca, su libro más reciente publicado por el FCE y Editorial RM
En México estamos en una situación complicada, pero hay mucho talento, asevera
La madurez actual en ese quehacer viene desde la obra de Casasola y Álvarez Bravo
Viernes 1º de octubre de 2010, p. 3
“Soy un fotógrafo amateur en el sentido literal de la traducción del francés: amador. La fotografía me interesa, me apasiona, me gusta y tengo esperanza de que algún día pueda hacer un modus vivendi de ella”, asevera Pablo Ortiz Monasterio.
El próximo miércoles, el artista presentará su nuevo libro, Montaña blanca, un proyecto de varios años coeditado por el Fondo de Cultura Económica (FCE) y Editorial RM.
“Cuando comencé a hacer foto, intuía que era un lenguaje, una manera de comunicarte, que podías articular ideas en imágenes, inclusive ideas complejas y elaboradas.
En aquel momento lo intuía. Hoy sé que es cierto
, dice en entrevista Ortiz Monasterio, quien también se ha desempeñado como curador y editor.
En la fotografía se trata de tener algo qué decir y eso se construye con la vida, el conocimiento, con la investigación y el estudio. En mi caso muy pronto me tomé con mucha seriedad el asunto de la fotografía. De hecho muy pronto me asumí como fotógrafo, quizá con un nivel de petulancia, pero eso sí con mucha seriedad. Muy pronto asumí que la imagen es un lenguaje y que deseaba decir cosas, pero no tenía un qué decir
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Ahora, agrega, tiene muchos proyectos y dejar la fotografía sería como renunciar al habla. A estas alturas ya me hice viejo, ya no tengo la energía, la visión, la espontaneidad. Ahora lo que tengo es una fascinación por la construcción de discursos con lenguajes visuales. Para mí hacer un libro de Frida con las fotos que coleccionó ella, y armar un discurso que asumo y firmo, no es porque quiera presumir, sino porque siento que hay una responsabilidad al respecto
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Volumen con varias capas
Pablo Ortiz Monasterio coordinó el libro Frida Kahlo: sus fotos, además dirigió los proyectos editoriales México indígena, Ríos de luz y Lunea córnea.
“La responsabilidad de ese discurso es algo que he pensado y repensado, y siento que cada vez de abre más el abanico. Me encuentro más enfocado a buscar hacia dentro y en la tradición propia mexicana, y no tanto en mirar hacia las metrópolis donde se hacen grandes libros.
“Ahora me fijo en los libros de Álvarez Bravo, busco en la obra de Nacho López y me siento con la certeza, la madurez, del manejo del lenguaje. Estoy concentrado en el orgullo de nuestras raíces, que son súper ricas, vastas y singulares.
México es una nación muy singular con muchos elementos. En el concierto de naciones tenemos una presencia única, últimamente por razones no del todo buenas, están todos aterrados con nuestro matadero, pero aún éste lo hacemos con el sello mexicano que es parte de esta cultura, y en lugar de callarme quiero usar este oficio que he adquirido como para dar voz a lo mexicano.
En una pequeña evaluación de la fotografía en México, Pablo Ortiz Monasterio (DF, 1952), subraya que existe una enorme vitalidad. “Las cosas están difíciles y sí es complicado hacer, por ejemplo, libros fotográficos. Pero hay una materia prima: la realidad mexicana, que eso tiene un vínculo muy cercano con la fotografía. Sí, estamos en una situación complicada, pero hay mucho talento.
Las cosas han cambiado, explica el autor de Corazón de venado, proyecto fotográfico acerca de los huicholes y sus rituales. A pregunta expresa, responde: “Me gustó tu idea de cómo ahora los libros de fotografías no son ya decoración para las mesas de los ricos, sino objetos que se leen. La fotografía no sólo se ve sino que se lee. Nos hacemos letrados en eso, aprendemos a leer la fotografía y los libros se usan. Eso habla de la madurez del medio. Cuando digo del medio no sólo son los fotógrafos, sino los lectores, cuyo número se ha ampliado y es crítico y agudo.
Esa madurez no es gratuita ni espontánea, viene de lo que hicieron desde el siglo pasado Casasola y Álvarez Bravo, y es una tradición ininterrumpida, muy rica, muy potente, en la que cada quien pone su granito de arena
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Montaña blanca es un proyecto que se inició en 1992. Durante 13 años el fotógrafo recorrió los pueblos cercanos a los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. El qué decir que dio origen al libro fue esta idea de cómo un par de fenómenos geológicos representan una nación, sobre todo a partir de la obra de José María Velasco, quien tuvo ese acierto de los dos volcanes como una especie de imagen de la patria misma. Son la pareja fundacional, y cuando entendí lo que implicaban culturalmente esas dos montañas quise hacer este proyecto sin una idea preconcebida
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El libro, que incluye textos de Margo Glantz, Antonio Saborit y Alfonso Morales, tiene varias lecturas, capas
como las llama el fotógrafo: la primera es el cuento de la fundación de la raza de bronce, de la raza mexicana; la segunda, una reflexión de género por el hecho de que hay un volcán y una volcana; la tercera es la representación popular ideologizada, atravesada por Hollywood, del pasado prehispánico; otra capa es en realidad una crónica, donde meto la reflexión acerca de cómo se mezclan los géneros fotográficos
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La última capa es el diseño del libro que se presentará el 6 de octubre a las 18:30 horas en la librería Rosario Castellanos del FCE (Tamaulipas 202, esquina Benjamín Hill, colonia Condesa).