Opinión
Ver día anteriorMiércoles 29 de septiembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El arte de perdurar y la poesía de sobremesa
D

os de los escritores hispanoamericanos más importantes del siglo XX fueron, son, Alfonso Reyes y Jorge Luis Borges. Borges con sus cuentos y poemas renovó la literatura y él reconoció en Reyes a su maestro. Al más grande estilista, según escribió, de la lengua castellana.

Existen varios registros en ensayos y entrevistas en los que el poeta argentino dejó constancia de su admiración por el escritor mexicano. Y no exageraba: Alfonso Reyes escribía con igual perfección y esmero, lo mismo un ensayo sobre la literatura griega, que el ‘recado para un jardinero.

Reyes fue, sin hipérbole, el escritor de la prosa perfecta, el poeta cuyas arquitecturas verbales eran semejantes a los monumentos clásicos: piezas sin imperfecciones, sin sobras ni ausencias, redondos como una esfera, escribió Borges sobre el escritor regiomontano:

“Reyes, la indescifrable Providencia
que administra lo pródigo y lo parco
nos dio a unos el sector y el arco
pero a ti la total circunferencia”

Y a pesar de ello, sólo uno de los dos escritores, al parecer, conocerá esa eternidad –la única– que otorgan los lectores. El otro estará condenado al olvido o a vivir en los corredores de las academias o en los gozos secretos de no muchos escritores. Reyes, me han dicho algunos jóvenes aficionados a las letras y que están al día de las novedades literarias, es un escritor de otra época, que ya tuvo su momento, que ya fue. Injusto o no, el comentario revela que Alfonso Reyes difícilmente alcanzará, pese a su genio literario, la universalidad ya alcanzada por Borges.

Hugo Hiriart acaba de publicar un rico ensayo sobre ese misterio literario que recoge el título de su libro: El arte de perdurar.

Hiriart compara ensayos de ambos escritores no sólo para entender mejor a sus autores sino para responder a una pregunta que no pocos nos hemos formulado: ¿por qué Borges alcanzó una gloria literaria que le ha sido negada a Reyes? ¿Por qué Reyes no es universalmente famoso? ¿Será porque vivió más en la realidad de los libros que en la realidad del mundo como vislumbró Luis Cardoza y Aragón?

Reyes, escribe Hiriart en el libro publicado por Almadía, tuvo maestría pero no representatividad. Tuvo demasiadas simpatías más que diferencias. Se pasó de civilizado. Y su figura se hizo borrosa. No logró personalizar su maestría. Lo opuesto a lo perdurable es, no lo mal hecho o lo no magistral, sino lo borroso.

Borges en cambio, pedante en sus primeros ensayos y reiterativo en los temas de sus cuentos y poemas logró singularizarse como pocos: sus espejos, laberintos, inventarios del tiempo y lo inverosímil lo convirtieron en un escritor único e irrepetible: en el poeta ciego con visiones luminosas. Tiene razón Hiriart: maestría sin representatividad es ecuación para el olvido, antídoto contra la memoria.

Y para confirmar su hipótesis de trabajo Hugo Hiriart se acercó en El arte de perdurar a otro escritor: George Orwell, quien con más garra que maestría se ha ido imponiendo de manera constante como uno de los grandes maestros del ensayo, como uno de los mejores prosistas de todos los tiempos.

Lo perdurable en el arte no es la maestría, que muchos pueden tener, sino la singularidad: Reyes tuvo maestría, pero no singularidad ni claridad representativa.

Esa falta de representatividad, ¿se debe a que Reyes vivió más cerca de la realidad de los libros que de la del mundo, como sugiere Luis Cardoza y Aragón? Reyes, según el poeta guatemalteco, nunca pareció resuelto a algo que pudiera perturbarlo personalmente o en su obra, y Octavio Paz nos recordó hace tiempo que en la poesía del autor de Visión de Anáhuac no existe hielo ni llama. Es una tibia poesía de sobremesa.