Si alguna definición pueden hacer de mí es: ¡qué suertudote!
, expresa el rector
Jueves 23 de septiembre de 2010, p. 6
Como en muchas ocasiones a lo largo de cien años, y siempre por las causas del país, los universitarios tomaron ayer la calle. Esta vez, en el mismo día, llegaron también a la más alta tribuna del Congreso para hacerse escuchar. Y estuvieron en su casa, en San Ildefonso y en Ciudad Universitaria, para hablarse a sí mismos, revisar sus logros y trazar compromisos para el porvenir.
Claro que había una importante efeméride para esa presencia contundente, pero este miércoles la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) refrendó presencia, voz y autoridad.
Un costado de Palacio Nacional desde muy temprano era una romería. No se advertía sólo emoción evocativa. Había también orgullo manifiesto por seguir, así fuera en una ruta inversa a la de entonces, los mismos pasos que un día igual, pero de hace exactamente cien años, dieron fundadores de la entonces Universidad Nacional de México.
Para esos miembros de la comunidad universitaria, ese gesto era mucho más que un acto simbólico: nunca es demasiado temprano para empezar con los goyas.
A las 8:30 el rector José Narro se abrió paso con dificultad para develar en el Palacio de la Autonomía, sobre un caballete, la placa alusiva al centenario.
Ya se veía entonces que a punto estaba de romperse toda solemnidad en la procesión de togados, incluso antes de su inicio.
Otras Mañanitas
Y eso fue aún más claro cuando ahí cerquita un solitario organillo hizo sonar Las mañanitas y se anticipó, sin proponérselo, a la fanfarria compuesta ex profeso por Eduardo Angulo y ejecutada enseguida por la sección de metales de la Orquesta Filarmónica de la UNAM.
Por la calle de Moneda encabezaron la caminata Darío Urbina, el mejor promedio de la Escuela Nacional Preparatoria, plantel 6, portando la bandera nacional, y Dulce Rivera, con calificación de 10 en el Colegio de Ciencias y Humanidades, quien llevaba el estandarte universitario. Detrás de ellos, otros estudiantes desfilaban con el pendón de cada una de las escuelas y facultades de la máxima casa de estudios.
Apenas los primeros pasos y la profusión de goyas –encabezadas y coreadas por el propio rector Narro– pasó a ser un desfile de universitarios ufanos, a los cuales hacían valla otros montón de muchachos, y la gente salió a los balcones en Moneda, Correo Mayor y San Ildelfonso para lanzar vivas y aplausos.
Vino luego la ceremonia en la Antigua Escuela Nacional Preparatoria, donde el coro de cámara de la Escuela Nacional de Música entonó a capela el Gaudeamus Igitur (Alegrémonos, pues
), el himno universitario por excelencia en el mundo. Organizada como sesión extraordinaria de consejo, fue el marco para escuchar a representantes de todos los sectores universitarios.
Para entonces, y lo confesaría apenas al llegar a San Lázaro, Narro se veía exultante, emocionado, y pedía a los reporteros: si alguna definición pueden hacer de mí es: ¡qué suertudote!
En la toga que portan los universitarios los vivos de distintos colores sirven para distinguir la procedencia académica. Pero en esta ocasión el ex rector Juan Ramón de la Fuente portó la correspondiente a la universidad donde fue investido doctor honoris causa más recientemente, como se estila en ceremonias de esta naturaleza.
Fue notoria la ausencia de dos ex rectores: Pablo González Casanova y José Sarukhán Kermez, ambos por viajes programados con antelación.
En el Congreso otras sorpresas y muestras de adhesión recibirían a los universitarios.
Claro que primero tuvieron que salvar la inveterada impuntualidad legislativa. Ya iniciada la sesión solemne, en todos los discursos –unos mejores que otros– se reconoció la importancia y las aportaciones de la UNAM. De nuevo se lanzaron goyas y hasta en 15 ocasiones Narro fue ovacionado, incluso de pie. No faltó tampoco el grito de ¡más presupuesto!
desde algunas curules.
En la unidad de seminarios fue el almuerzo. Invitados especiales, como los rectores de varias universidades públicas y privadas del país, se mezclaron con las eminencias de la UNAM y su personal académico, consejeros universitarios y la Junta de Gobierno.
En la mesa principal, además de José Antonio Villasante, de Universia, estuvieron el ministro de Educación de España, Ángel Gabilondo; el presidente de la Junta de Gobierno, Jorge Borja; el presidente del Patronato Universitario, Alfredo Adam; don Miguel León-Portilla y la maestra emérita de la ENP Clementina Díaz y Ovando. El menú fue muy similar al servido hace cien años en la apertura de la casa de estudios.
El punto culminante de la celebración fue en la sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario. Un solo discurso, un concierto a cargo de la OFUNAM con una composición especial para la ocasión.
Allí estuvieron los gobernadores de los estados de México, Enrique Peña Nieto; Coahuila, Humberto Moreira; Yucatán, Ivonne Ortega; Morelos, Marco Adame; Campeche, Fernando Ortega; Tabasco, Andrés Granier; Colima, Mario Anguiano; Tamaulipas, Eugenio Hernández; Querétaro, José Calzada, y Guanajuato, Juan Manuel Oliva. Además el jefe del Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, y el secretario de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna.
También, la líder del PRI, Beatriz Paredes; el diputado del PT Porfirio Muñoz Ledo; la directora del CNCA, Consuelo Sáizar, la presidenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, María del Carmen Alanís.
Y sin salir de su emoción ante tal sentido de pertenencia y orgullo azul y oro, los rectores y representantes de universidades como las de París, Berkeley y Salamanca y de otras más, así como los doctores honoris causa investidos en ceremonias de otros tiempos, y también los que tendrán ese grado a partir de hoy.
Porque tampoco es tan tarde ni el escenario tan formal como para no lanzar, una y otra vez, el goya.