Independencia y libertad
Reflexiones sobre un bicentenario sin independencia
scribo desde Brasilia, capital de Brasil, donde no festejo los 200 años del inicio de la guerra de independencia de México y de muchos otros países de América Latina (AL), la mayoría de los cuales iniciaron procesos independentistas por una circunstancia externa: la imposición de José Bonaparte (Pepe Botella) como monarca en España (1808). La madre patria
perdía su independencia y sus súbditos en los virreinatos entraban en crisis que, después de largas y cruentas guerras, desembocaría en la independencia política. Nuestros territorios coloniales se volvieron estados formalmente soberanos que, en los hechos, estaban muy lejos de serlo. Nuestras historias de los siglos XIX y XX muestran las vicisitudes trágicas de esta paradoja. Las historias de AL tuvieron fuertes paralelismos políticos en dicho inicio y se repetirían en el Siglo XX, en lo económico, con la industrialización sustitutiva de importaciones y, hacia el final de dicho siglo de nuevo con el vuelco al neoliberalismo que significó una rendición de hecho de las soberanías nacionales.
Hoy el panorama de AL presenta una polarización tanto en lo político como en lo económico. Mientras Brasil, Bolivia, Venezuela, Argentina, Ecuador, Paraguay y Uruguay, con matices y grados muy diversos, protagonizan una nueva gesta independentista que busca recuperar la autodeterminación nacional, México, junto con Colombia y algunos países de Centroamérica, sigue en la subordinación económica, política y hasta militar. Mientras el primer grupo de países ha dicho no (la desobediencia sagrada a la que cantó loas muy justas Erich Fromm) a una parte del Consenso de Washington, reivindicando el papel del Estado en la economía y defendido la soberanía sobre los recursos naturales, México sigue siendo obediente y, por tanto, no libre. Imitando al EU de la era de Bush, Calderón declaró la guerra al narcotráfico, como Bush la había declarado al terrorismo. Quiso sentirse grande haciendo lo mismo que Bush. Esas guerras, ya sabemos, son una manera de restringir las libertades cívicas más elementales.
Calderón carece de la más mínima autoridad moral para encabezar los festejos del bicentenario de la Independencia por su semejanza con Pepe Botella (gobernante impuesto) y porque no ha promovido la independencia del país, sino por el contrario, su creciente subordinación a EU. En agudo contraste, Lula ha convertido a Brasil en una economía pujante y en nueva nación líder en el concierto mundial. En la carta de invitación al Seminario Internacional sobre Gobernanza Global (razón por la cual me encuentro en Brasilia), se señala en una frase cargado de significados: “Los tiempos actuales empiezan a delinear la formación de un nuevo balance de fuerzas internacionales, con un profundo cambio en el tono de las relaciones norte-sur. Analistas sugieren que, dentro de algunos años, las economías emergentes pueden representar la mayoría absoluta de la población y de la actividad económica mundial, imponiendo un nuevo mundo multipolar”. El cambio de tono en las relaciones norte-sur (presente de manera notable en el grupo de países sudamericanos antes mencionado) no ha tocado a México. Al contrario se ha marcado más el tono tradicional de la relación.
Brasil forma parte del grupo de economías emergentes llamado los BRIC (Brasil, Rusia, India, China). El nombre BRIC lo acuñó el negativamente célebre grupo de inversión Goldman Sachs, el cual predijo que la participación del crecimiento de las economías de estos 4 países en el crecimiento mundial, podría pasar de 20 por ciento en 2003 a 45 por ciento en 2025, y su participación en el PIB mismo de 10 por ciento a 30 por ciento. Para 2025, Brasil sería la cuarta economía más grade del planeta contra el octavo lugar que ocupa en 2010. México conservaría su lugar 13 mundial. Más impresionante: mientras en 2006 el PIB per cápita de México era de 1.4 veces el de Brasil, en 2010 ya son iguales, según esta misma fuente.
En la gráfica se aprecia que si hace 20 años (1989 en México y 1990 en Brasil) el nivel de pobreza que mide la CEPAL era casi igual en ambos países (48 por ciento en Brasil y 47.7 por ciento en México), en 2008 la pobreza era sustancialmente más baja en Brasil (25.8 por ciento) que en México (34.8 por ciento). De particular interés resulta comparar México con Brasil durante el periodo de Lula que comenzó en enero de 2003 y terminará al finalizar el año. En 2003 los niveles de pobreza de ambos países eran casi iguales (véase gráfica), pero mientras Lula logró disminuir la pobreza en 13 puntos porcentuales en cinco años (de 2003 a 2008), en México sólo hubo una reducción de 4.6 puntos. Es necesario advertir que, después de 2008, con el estallido de la crisis mundial en la que México ha sufrido el mayor efecto negativo de toda AL (gracias a la ausencia de política económica anticíclica y a su casi total dependencia del mercado de EU) y Brasil siguió creciendo (gracias a su vigorosa política anticíclica de estímulos al mercado interno y a la diversificación de sus mercados), aunque a un menor ritmo, la pobreza siguió creciendo en México y seguramente siguió disminuyendo en Brasil, ampliándose así la brecha entre ambos países. No es descabellado suponer que la proporción de la población viviendo en pobreza, tal como la mide la Cepal, sea ya en 2010 de casi el doble en México que en Brasil.
La libertad no consiste sólo en no ser esclavo, ni tampoco en no verse sujeto a coerción directa para hacer lo que se hace. El capitalismo inventó un látigo más sutil: el látigo del hambre, desposeyendo a la población de todos los medios de producción que le permitían obtener su sustento, obligándolo a vender su capacidad de trabajo por un salario para sobrevivir. En estos casos, lo que le arranca su libertad al ser humano es la necesidad. El verdadero opuesto de libertad es necesidad. La independencia política formal de un país no se convierte en libertad individual ni en auténtica soberanía nacional cuando se depende económicamente del exterior. Así como para casi todos nosotros vender nuestra fuerza de trabajo no es una elección libre sino una opción forzada, una opción única, un país sin soberanía económica no toma decisiones libremente, sino que se ve forzado a seguir lo que se le impone del exterior. México es hoy mucho menos libre que Brasil.
Invitación
El libro Para comprender la crisis capitalista mundial actual, que coordiné y que publica la Fundación Heberto Castillo, será presentado el próximo jueves 23 a las 18:30 horas en la Casa de la Primera Imprenta en Primo de Verdad esquina con Moneda (a un costado de Palacio Nacional). Los autores del libro son también: Luis Arizmendi, Armando Bartra, Víctor Flores Olea, Arturo Guillén, Araceli Damián, Gerardo Esquivel y Pablo Yanes. Los comentaristas serán John Saxe-Fernández y Gregorio Vidal.