oronto, 13 de septiembre. Ya en su cuarto día, el festival de Toronto parece confirmar que 2010 no será un año memorable para el cine. Lo mejor en la programación se estrenó antes en Cannes, y ésa fue una selección considerada mediana por consenso. Los colegas recién llegados de Venecia reportan un panorama poco alentador. Por eso no ha habido ni sorpresas o revelaciones en el TIFF, ni tampoco una película que se haya vuelto obligatoria por el puro boca a boca.
La cinematografía británica ha sido, por tradición, fuente más o menos confiable de títulos de calidad. Sin embargo, las evidencias de hoy no reforzaron esa noción. Brighton Rock es la segunda versión fílmica de la novela homónima de Graham Greene y el debut de Rowan Joffe, hijo de Roland (el director que tuvo un momento efímero de prestigio con Los gritos del silencio y La misión). Por alguna razón, ha optado por un estilo a la antigüita, con tomas de elaborado énfasis y música acorde. Hasta actores sutiles, como John Hurt y Helen Mirren, se ven contagiados por la grandilocuencia de Joffe (lo que se hereda no se hurta).
No hay asomos de ironía posmoderna en ese tratamiento que torna a la película tan anacrónica como sus personajes, gánsteres de impermeable y sombrero de fieltro que se antojan propios de un par de décadas previas al contexto de 1964, en el Brighton que es campo de batalla entre mods y roquers. Quizá Joffe apostó por una especie de seudoclasicismo. Pero es muy probable que la versión dirigida por John Boulting en 1947, considerada un clásico del film noir británico, se vea hoy menos anticuada.
Por su parte, el incansable Michael Winterbottom se ha confirmado como un chambista que, de seguir con ese ritmo de trabajo, será capaz de igualar la extensa filmografía de un Gilberto Martínez Solares. The Trip (El viaje) es la versión abreviada de una serie de televisión inglesa en la que se reunió a los actores Steve Coogan y Rob Brydon, cuyo chistoso intercambio fue una de las virtudes de Tristram Shandy: A Cock and Bull Story (2005), del mismo realizador. En este caso, interpretan una variante ficticia de sí mismos en lo que recorren la campiña inglesa en un tour gastronómico.
Sobre esa premisa tan flexible, Coogan y Brydon se la pasan haciendo morcilla con su reiterada rivalidad profesional. Una de las constantes es la imitación de algún actor famoso. Por ejemplo, el duelo en torno a Michael Caine es graciosa la primera vez; la tercera, ya no tanto. La supuesta película no es más que una serie de rutinas cómicas filmadas en acercamientos. Ya puestos a ver una sitcom sobre adultos echándose pullas como adolescentes, uno preferiría un compendio de la serie Two and a Half Men.
Al inicio del festival se mencionaba que el cambio de locación tal vez evitaría la sensación de encierro. No ha sucedido así. Los maniáticos que acuden al TIFF prefieren no salir a la calle que arriesgarse a perder una proyección. Y como junto a las enormes dulcerías del complejo Scotiabank hay sucursales de Burger King y Pizza Pizza, pues toda el área hiede a comida chatarra. Incluso las salas, porque el personal no titubea en entrar en ellas con el jame en la mano, sobre todo a la hora del almuerzo.
Donde los canadienses son muy civilizados es en sus marchas y plantones. La manifestación de los hoteleros huelguistas de ayer se circunscribió a una zona delimitada de la banqueta. A no ser por las pancartas, uno los hubiera confundido con un grupo de turistas. No bloquearon ni el tráfico porque la calle ya estaba cerrada para acomodar un tianguis dominguero.