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El holocausto gitano: ayer y hoy
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espués de la guerra, los países aliados disolvieron el Estado nazi alemán y sus jerarcas fueron juzgados por crímenes contra la humanidad (Nuremberg, 1945-1946). A inicios de 1950, cuando empezó la negociación de indemnizaciones por el holocausto, el nuevo Estado alemán estimó que sólo los judíos tenían derecho a ellas.

Sin organizaciones políticas que los defendieran, los pueblos rom (gitanos) fueron ignorados y excluidos. El gobierno democristiano de Konrad Adenauer estimó que las medidas de exterminio tomadas contra los gitanos antes de 1943, eran políticas legítimas del Estado. Pero los sobrevivientes a este año tampoco cobraron un centavo.

La policía criminal de Bavaria quedó a cargo de los archivos del doctor Robert Ritter, el experto nazi sobre los rom que no fue condenado. Ritter retornó a la actividad académica, y en 1951 se suicidó. Recién en 1982, el canciller socialcristiano Helmut Kohl reconoció el genocidio de los rom. A tiempo: la mayoría que hubieran tenido derecho a restitución ya habían muerto.

En cambio, el ensañamiento de Suiza contra los yenishes (así llaman a los gitanos en el país de Heidi) fue más… ¿discreto? Durante cerca de medio siglo (desde 1926), con ayuda de la policía y el clero, la Obra de Asistencia a los Niños de la Carretera, de la muy respetable Fundación Pro-Juventute, arrancó de sus familias a más de 600 niños gitanos.

El doctor Alfred Siegfried (1890-1972), director y fundador de la obra, fue un sicópata ferozmente decidido a vencer el mal del nomadismo. En un informe sobre sus actividades (1964), Siegfred afirmó que “…el nomadismo, como algunas enfermedades peligrosas, es transmitido principalmente por las mujeres… todos los cíngaros son malos, mienten, roban…”.

El financiamiento oficial se mantuvo hasta 1967, y en 1973 la obra se disolvió. Pero, de acuerdo con una ley de 1987, todo lo relativo a sus experimentos médicos con niños gitanos podrá revisarse dentro de… cien años. En 1996, la Confederación Helvética reconoció su responsabilidad moral, política y financiera respecto de Pro-Juventute, encargada de proteger a los niños amenazados de abandono y vagabundeo.

Más de las tres cuartas partes de la población mundial de gitanos (12 a 14 millones), vive en los países de Europa central y del este. Pero sólo en la Yugoslavia de Tito los rom consiguieron ser reconocidos como una minoría con los mismos derechos de croatas, albaneses y macedonios. No obstante, tras el reordenamiento balcánico que tuvo lugar en el decenio de 1990, diez mil gitanos bosnios se refugiaron en Berlín.

En Rumania los gitanos tuvieron que sobrevivir a la dictadura de Ceausescu. El socialismo real reforzó los tenebrosos orfanatos que funcionaban desde la época de la monarquía, y en ellos encerró a miles de niños rom. Ceausescu cayó, y el libre mercado fue más duro aún. Las tiendas de algunos gitanos que lograron éxitos económicos con la liberalización de la economía fueron saqueadas.

La deportación masiva de gitanos a Rumania y Bulgaria, ordenada por el gobierno del presidente francés, Nicolas Sarkozy (judío de origen húngaro), resulta particularmente perversa. Segundo país más pobre de la Unión Europea, la población de Rumania es sumamente hostil a los 2 millones de gitanos que viven allí, a más de un gobierno que para cumplir con el FMI acaba de bajar 25 por ciento el sueldo a los funcionarios, y de subir el IVA a 24 por ciento.

En días pasados, el presidente rumano, Traian Basescu, llamó gitana asquerosa a una periodista, y el canciller Teodor Baconschi declaró en febrero que “…algunas comunidades rumanas tienen problemas sicológicos (sic) relacionados con la delincuencia, especialmente las comunidades gitanas”.

La situación de los gitanos en la antigua Checoslovaquia no le va en zaga a la rumana. Hasta el momento de la partición (1992), eran ciudadanos. Después, ni checos ni eslovacos los reconocieron como tales, a pesar de haber vivido durante generaciones en el país.

En julio de 1998, un gitano fue atacado y apuñalado por un skinhead en Pisek, pequeña ciudad al sur de la Bohemia checa. Pisek está situada a escasos kilómetros del campo de concentración de Lety, establecido por los checos y sólo para gitanos, en tiempos de la ocupación alemana. Y de Lety, se los enviaban a los campos nazis de exterminio.

Por su lado, los vecinos de la ciudad eslovaca de Michalovce acaban de concluir un muro de 500 metros para evitar el paso de los gitanos que habitan una aldea cercana. La obra recibió el apoyo de las autoridades. A finales de 2009, obras similares aislaron a los gitanos en las ciudades de Ostrovany, Secovec, Lomnicka y Trebisov.

En esta suerte de holocausto silencioso y consensuado por los cruzados de la Unión Europea, los medios de la aldea global aportan lo suyo. El 30 de agosto pasado, la CNN informó de un asesino que mató a ocho personas, hiriendo a 14 más en Bratislava, capital de Eslovaquia. En parte alguna de la noticia, la CNN aclaró que todas las víctimas eran gitanos.

De la civilización versus barbarie, a la barbarie de la civilización.