El poder del sufragio
Disminuido, el de los jefes delegacionales
uy seguramente la forma más clara de comprobar que el voto en las urnas es realmente inútil resulta ser la elección de jefes delegacionales.
Para cualquier ciudadano que sepa por qué escogió a tal o cual para que dirigiera los destinos del lugar donde habita debe quedar claro que ése por el que depositó su voto es el responsable total de la administración de los dineros que cada ciudadano transfiere al erario. Por tanto, reponsable de la mejor forma de vida en cada delegación.
Pero eso no es más que la idea. La realidad es absolutamente contraria. Los delegados son, se quiera o no, los empleados de más bajo nivel del gobierno, aunque la decisión, el sufragio de la gente, los debería colocar, si no a la par del jefe de Gobierno, sí en el plano siguiente.
Pero eso es una falacia. De nada sirve al ciudadano haber votado. Lo que pasa en cada delegación es un atributo del jefe de Gobierno, es decir, de la administración central. Si bien los jefes delegacionales no tienen facultades legales para ejercer parte de los impuestos que genera su demarcación, menos las tienen para delinear políticas que formen parte de un programa, por ejemplo, de obras.
En virtud de lo que les sucede, que en parte reproduce la injusticia que ejerce el gobierno federal en contra del gobierno de la ciudad, los jefes delegacionales han decidido, casi todos, exigir que se remodele el marco legal con el que deben ejercer las funciones de administradores electos.
Por eso, se diga lo que diga, la reunión del fin de semana pasado entre legisladores y jefes delegacionales del Distrito Fedral marcó en serio, según cuentan algunos asistentes, la rebelión de los delegados políticos en contra de las medidas del gobierno central.
La problemática más importante tal vez sería aquella que la administración central ejerce sobre las demarcaciones. Las mantiene, hasta ahora, como organismos descentralizados, es decir, en el último escalón de la administración pública, y eso los limita tanto en lo político como en los quehaceres que marca su elección.
Según nos cuentan, en esa reunión los jefes delegacionales pidieron, para empezar, que el presupuesto que deberá autorizar la Asamblea Legislativa rompa con la tendencia, observada hasta ahora, de ir limitando los recursos que se les otorgan, que cada año va a la baja, en perjuicio de los quehaceres de los delegados y del partido que los postula, como señala el titular de Álvaro Obregón, Eduardo Santillán, en un análisis muy claro de lo que debe ser, y cómo debe comportarse, un gobernante respecto de sus gobernados.
Hasta donde se nos ha querido decir, los diputados locales estuvieron muy atentos a las demandas de los jefes delegacionales, pero nunca hubo un compromiso claro para corregir alguno de los males que en la reunión se marcaron con toda claridad. La pregunta que salta es: ¿qué esperan los legisladores y el gobierno central? ¿Que esto que ahora es una rebelión de bajo perfil se convierta en todo un movimiento contrario al gobierno? Allá ellos y las consecuencias.
De pasadita
En la delegación que maneja Demetrio Sodi cada vez hay mayor malestar. Además de los reclamos de muy importantes vecinos por la forma de manejar los permisos para abrir antros en zonas como Polanco –que aseguran reparte como si fueran volantes de descuento–, cada vez el delegado hace más caso a los negocios (¿los suyos?) que a las demandas ciudadanas. ¿Será?