Opinión
Ver día anteriorMartes 7 de septiembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¡Son las concesiones, estúpidos!
A

diferencia de los esfuerzos y propósitos históricos de la lucha democrática por construir medios propios impresos para acabar con la censura oficial, la izquierda poco ha hecho para hacerse de medios propios que garanticen la pluralidad y la libertad de expresión en radio y televisión.

Arrinconados como sector avanzado de las comunicaciones en espacios bajo el esquema de permisos o frecuencias de experimentación impedidas de comercializar su tiempo de transmisión, el espacio público lo administra el Estado, impidiendo que la sociedad como tal cuente con radio y televisión pública en igualdad de condiciones para competir con las privadas. El Estado, autonombrándose representante de la radio y tv pública, protege el monopolio privado de las comunicaciones.

De esta manera, los sectores más avanzados en los medios, en radios universitarias y comunitarias, operan, si mucho, 5 por ciento del espectro radioeléctrico, mientras que Televisa, Televisión Azteca y cableras dominan 95 por ciento de la transmisión de frecuencias.

Antes de 1968, esfuerzos como la revista Política, dirigida por Manuel Marcué Pardiñas; las denuncias a la prensa vendida en 1968, el Suplemento Cultural de Siempre!, dirigido por Fernando Benítez; el surgimiento de la revista Punto Crítico; la expulsión de Julio Scherer de Excélsior y el nacimiento de la revista Proceso; la construcción de Unomásuno y La Jornada, fueron parte de infinidad de luchas contra el monopolio del papel de Productora e Importadora de Papel SA de CV (PIPSA) controlada por Gobernación, la cual decidía a quién se le vendía y a quién no el papel para los tirajes. Por conducto de la Unión de Voceadores, que ellos controlaban, autorizaban la distribución comercial, obstaculizando a la prensa independiente.

De esa manera, y además bajo el esquema de deudas infinitas, se controlaba a los periódicos y se les subordinaban a sus boletines de prensa. Era el paraíso de la censura y la autocensura; fueron los tiempos del asesinato de Manuel Buendía y el acoso a las columnas. Por eso, al perder la presidencia el PRI, uno de los damnificados directos de esa derrota fue Excélsior y muchas otras publicaciones unidas a la ubre del presupuesto y el proteccionismo.

Pese a la cultura de apertura que levantaron las demandas democráticas desde 1968, poco se incursionó en la lucha por ganar espacios en el espectro de la radio y la televisión de manera independiente: el estatismo sustituía la vocación de medios propios. Salvo las luchas y logros por concesiones de radios comunitarias en años recientes, surgidas en la movilización social y política tras el fraude electoral de 1988, como Tele Verdad, Radio Pirata, Radio Vampiro e Interferencia, y sus antecedentes en los estados, como Radio Teocelo en Veracruz, Radio Universidad Pueblo en Guerrero y Radio Juchitán en Oaxaca; salvo éstos, no hubo grandes iniciativas para luchar por concesiones independientes de radio y televisión en comparación con las que surgieron en medios impresos y hoy hay más análisis y diagnósticos que iniciativas por medios propios.

De la lucha por la apertura y reforma a las leyes y reglamentos para la concesión de radio y televisión que hiciera el PRD en 1996-97, siguió el abandono a toda estrategia de construir medios propios; en adelante ha sido llorar y pedir que los monopolios presten sus cámaras y micrófonos. La izquierda pide a la derecha hacer por ella lo que no ha hecho ni se ha propuesto hacer por ella misma. La estrategia es un largo lamento, dejando que los monopolios se sirvan y autorregulen o como fue la vergonzante votación por unanimidad de la izquierda en favor de Televisa en diciembre de 2005, que le garantizaría al duopolio el control del espectro hasta 2021.

Frente a cada lucha por una concesión comunitaria o intento de reforma, la Cámara de la Radio y Televisión (CIRT), bajo control de Televisa y Tv Azteca, argumenta saturación, falta de espacios, ley mordaza o que tantas ensuciarían el cuadrante y el espectro. Son ellos los que han mantenido el retraso tecnológico y el esquema obsoleto de aparatos analógicos contra la digitalización que abriría la posibilidad de competencia, afectando gravemente la decadente programación de la televisión abierta. Sin embargo, el miedo de los partidos a Televisa no anda en burro: se necesitan mutuamente.

Lo grave hoy es que, al momento de presentarse una fisura, la falta de presión en favor de concesiones digitales podría dejar un pastel mayor para que el monopolio se lo coma: hoy el Senado y la clase política demuestran lo Televisa que son y por eso llaman a anular el decreto contra la digitalización, que no es el final, sino el inicio de una nueva estructura de concesiones que afectaría a los monopolios.

Urgentemente se requiere la convocatoria para luchar mínimamente por una tercera cadena de televisión abierta nacional ¿Qué lo impide? Nada.

Ésa no es tarea de los partidos, es obvia su subordinación, contubernio y renuncia en favor de los monopolios, sino de una sociedad democrática en activo.