ermina la temporada española de corridas de toros, destaca como presencia de todas las ferias importantes y festejos de postín, el fantasma de José Tomás. El torero que se viste de luces pocas veces en relación a su lugar de privilegio y se refugió este año por hospitales, consultorios y salas de cirugía, sin poderse reponer de la cornada sufrida en la feria de Aguascalientes por un malhadado torillo.
A un valor irracional
asociado a un acento lánguido aprendido en la cuna con ritmo de canción, reúne el torero madrileño para mayor sensación de jugueteo en su torear de señorial desmayo.
Un toreo acompañado de la naturalidad con que enfrenta las reses bravas. La composición y el logro majestuoso, la estructura enérgica de esculturas toreras, la seguridad arquitectural de su pase natural único, citando en el ruedo a los toros en la zona de tablas, a los que paraba, templaba, mandaba y recogía magistralmente, en faenas que ahí quedaron, en especial en la plaza monumental madrileña de Las Ventas.
Con múltiples complicaciones de la cornada que lo tuvo al borde de la muerte y lo dejó parado en la temporada española, José Tomás sigue encabezando a la torería andante actual. Y es que como en su nombre y en su espíritu todo en el torero nacido en Galapagar es singular.
Todo tiene carácter propio y relieve inconfundible. Originalidad que lo unge de encantamiento y de magia. Tanto que resulta difícil aprisionar en difícil síntesis, lo peculiar de este torero, que lo mismo al torear que al no torear se encuentra a la cabeza del toreo y le hace vibrar el alma.