na cualidad intrigante del cine es su carácter imprevisible. No hay apuestas seguras en un oficio tan expuesto al azar y la suerte. Por ello, lo que promete en papel no siempre se cumple en pantalla. El atentado es un caso ilustrativo de esa frustrante transición.
Sin duda, los factores parecían estar en su favor. El guión, debido a Fernando Javier León, sobre la elogiada novela de Álvaro Uribe, había obtenido el primer lugar en el concurso de proyectos para el mentado bicentenario, organizado por Imcine. El argumento sobre las consecuencias de un fallido atentado contra la vida del presidente Porfirio Díaz, a fines del siglo XIX, ofrecía además una plataforma ideal para desarrollar un paralelo con la paranoia y las conspiraciones actuales, en medio de un aire de incertidumbre. La asignación de Jorge Fons como director prometía favorecer aún más el proyecto, sumado a un equipo de producción y un reparto de probada eficacia.
El atentado inicia con un par de cómicos de carpa interpretando una sátira política sobre Díaz ante un público popular. Ese prólogo, rematado por la imagen de un telón que se abre, sugiere una representación de voluntaria teatralidad. Las siguientes escenas de calle, bajo una luz artificial y con telones pintados de fondo a manera de paisaje, parecen confirmar esa estrategia formal. (Ya Eric Rohmer había demostrado en La inglesa y el duque la posibilidad de recrear una época recurriendo a grabados y pinturas como escenografía). Sin embargo, El atentado no cumple esa propuesta. Hay instancias en que juega la carta del realismo. Y el contraste irreconciliable entre locaciones reales y foros sabotea la verosimilitud pictórica del asunto.
Más grave es la indefinición de un punto de vista. Si la estructura acronológica de El callejón de los milagros (1995), el anterior largometraje de Fons, servía para contar una historia coral desde la perspectiva de los diversos personajes, en este caso establece a cuatro –el frustrado asesino Arnulfo Arroyo (José María Yázpik), el escritor Federico Gamboa (Daniel Giménez Cacho), el inspector y conspirador Eduardo Velázquez (Julio Bracho) y Cordelia Godoy (Irene Azuela), prometida del último y amante del segundo– cuya interacción no cuaja. La intriga necesitaba un protagonista que la centrara; y la figura más interesante en principio –el picaresco Arroyo (interpretado por Yázpik con una curiosa imitación de las roncas inflexiones vocales del propio Fons)– desaparece de manera prematura.
Igualmente, la fragmentación no lineal del relato diluye su tensión. Al revelarse los desenlaces antes de tiempo, el impulso dramático se hace inerte. Y la abundancia de personajes incidentales y situaciones inconsecuentes dispersa aún más el interés. ¿Para qué el impresionista almuerzo en la hierba tras el viaje en tren? ¿Qué nos importa el único periodista veraz de El Imparcial? ¿Por qué los escarceos amorosos entre Gamboa y Cordelia parecen sacados de una comedia de bulevar, que se antoja más divertida?
Aunque las comparaciones resulten odiosas, valga recordar cómo Las vueltas del Citrillo (Felipe Cazals, 2004), de producción ajena al ánimo conmemorativo, conseguía establecer con elementos mínimos el clima de despojo social que daría pie, años después, al movimiento armado y el derrocamiento de Porfirio Díaz. A El atentado le sobran demasiadas cosas. Oportunidades perdidas, sobre todo.
El atentado
D: Jorge Fons/ G: Fernando Javier León, Vicente Leñero, Jorge Fons, basado en la novela El expediente del atentado, de Álvaro Uribe / F. en C: Guillermo Granillo/ M: Lucía Álvarez/ Ed: Sigfrido Barjau, Miguel Salgado/ Con: Daniel Giménez Cacho, José María Yázpik, Julio Bracho, Irene Azuela/ P: Alebrije Cine y Video, Conaculta, Imcine, Grupo Santander, Oberón Cinematográfica. México, 2010.