penas a tiempo para dar cierta fuerza a su cuarto informe policiaco-militar y direccionar la atención mediática hacia algo distinto de la masacre de San Fernando y sus graves resonancias internacionales, la administración del Caldero Nacional (Calderonal) detuvo ayer con vida –contra lo que se había venido haciendo costumbre– a uno de los jefes del narcotráfico no consentido, Édgar Valdez Villarreal, La Barbie.

La oportuna aprehensión no fue realizada mortalmente por grupos selectos del Ejército o la Marina, como sucedió en los casos de Ignacio Coronel y Arturo Beltrán Leyva, sino de la garcialunesca Policía Federal, hasta ahora muy desplazada de los asuntos importantes a causa de una extendida desconfianza hacia sus mandos principales. Ayer mismo, apenas conocida la detención tan mediáticamente valiosa para el felipismo, surgieron dudas y especulaciones alentadas, entre otros motivos, por la falta de precisión de los partes oficiales, sobre todo respecto al sitio exacto de su detención, y por el tono épico que la narrativa de García Luna Productions suele imprimir a todas sus actuaciones, esta vez atribuyendo el golpe a una elaborada tarea de inteligencia policiaca que habría consumido el trabajo de más de mil 200 agentes durante más de un año.

Aparte del servicio que a la propaganda felipista prestará el encarcelamiento del narcotraficante nacido en Estados Unidos, habrán de verse las consecuencias que tenga en expedientes como el de la agresión al entonces futbolista profesional Salvador Cabañas, pues los involucrados en ese ataque pertenecían al grupo de La Barbie y sus refugios estaban localizados en la misma zona del estado de México, Tecamachalco, que forma parte del dominio del grupo escindido de los Beltrán Leyva luego de que el jefe apodado El Barbas fue acribillado en Cuernavaca por un grupo de elite de la Marina. El caso Cabañas, aplicadamente escamoteado del rigor indagatorio judicial mediante tretas de desmemoria siempre anunciada y una virtual evasión a Sudamérica sin rendir nunca acá una declaración formal, tiene ingredientes que van más allá de una riña de cantina de lujo y tocan el punto delicado de la venta de droga, en este caso por cuenta de la banda de La Barbie, en lugares de elite y a personajes de alto nivel económico y mediático, todo relacionado con el imperio televisivo.

Situada a fin de cuentas la detención de La Barbie en algún punto del estado de México (luego de vaivenes informativos en los que se habló del estado de Morelos y del propio Distrito Federal, donde hubo una persecusión y muerte en las in-mediaciones del centro comercial Perisur, lo que hizo correr la versión de que allí había sido atrapado), el hecho acerca el fuego a los estantes del jefe del cártel priísta de La Sucesión, Enrique Peña Nieto, a quien algunos calderonistas distinguidos acusan en privado de permitir la operación de bandos del narcotráfico arreglados con las autoridades locales mediante entregas de dinero que estarían financiando las operaciones electorales del peñanietismo en diversas entidades del país. La condición mendaz, manipulable y mafiosa de la procuración de justicia en el estado de México quedó nacionalmente demostrada en el tema de la niña Paulette, con un procurador de apellido Bazbaz que de haber recibido la orden superior en ese sentido habría podido convertirse en ardoroso abogado patrono de la beatificación de La Barbie.

Las muchas vertientes oscuras de la aprehensión con vida de La Barbie pasan también por la especie de que ese personaje había sido protegido en pago a que él habría delatado a su asesinado jefe, El Barbas, y que un hermano de éste le perseguía con ánimos de exterminio vengativo. Haiga sido como haiga sido que lo detuvieron, lo cierto es que el hecho será explotado política y mediáticamente por el felipismo en vísperas del desangelado cuarto Informe y servirá para distraer un poco respecto al escándalo de la matanza de migrantes, las balaceras de 15 horas en Pánuco, Veracruz, y el reto diario de los narcos en Monterrey y en cada vez más ciudades del país.

Astillas

Con el telón de fondo de las agruras neocristeras del máximo obispo de la diócesis de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, y su pleito destemplado con el jefe del gobierno capitalino, los jefes católicos del país dieron a conocer ayer una carta pastoral titulada Conmemorar nuestra historia desde la fe para comprometernos hoy con nuestra Patria. Dado que el referente de ese texto de reflexión es el bicentenario de la Independencia, los obispos mexicanos no sugirieron excomuniones a adversarios o disidentes ni mostraron alineación con el régimen en turno, sino que llamaron a los pobladores en general a reforzar su creencia en las tesis vaticanas y convocaron a la reconciliación nacional. También exhortaron a cerrar las puertas a cualquier tentación de emprender caminos violentos que sólo provocan muerte, atraso y destrucción, y advirtieron a aquellos que buscan sembrar un estado de miedo y muerte, mediante actividades ilícitas y delincuenciales poniendo en riesgo todo lo que hemos alcanzado en nuestro camino histórico, como es la libertad y las instituciones democráticas (...), que la auténtica sociedad mexicana los repudia y la Iglesia los llama a la conversión que los haga reencontrar los caminos de bien y de justicia. Las palabras de la Conferencia del Episcopado Mexicano fueron escuchadas por el piadoso secretario de Gobernación, Francisco Blake, quien respondió con un discurso de ocasión, lleno de lugares comunes, tratando de no molestar a los presentes con poner demasiado énfasis en el tema de la laicidad o explicándolo de forma que sus señorías no se sintieran incómodos. Mañana, a mediodía, en la Basílica de Guadalupe, habrá una misa conjunta para dar gracias a Dios por el don de la libertad. Habrá, además, una semana de oración nacional, del 9 al 15 de septiembre... ¡Hasta mañana, con la purga panista llegando a Aguascalientes!

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