Pese a que muchos conmemoran su cincuentenario, la realidad es que tiene 59 años
Luis Ernesto Miramontes logró la hazaña cuando preparaba su tesis de licenciatura dirigido por el químico estadunidense de origen austriaco Carl Djerassi, en los laboratorios Syntex
Martes 31 de agosto de 2010, p. 2
En este mes muchos conmemoran el cincuentenario de la Píldora (con mayúscula), nombre genérico con el que se conocen a nivel popular los anticonceptivos orales.
En realidad se refieren a los 50 años que han transcurrido desde su aprobación por la Administración de Alimentos y Fármacos (FDA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos. Pero se trata de un error. En realidad nació el 15 de octubre de 1951, es decir, hace casi 59 años.
Muy pocos saben, además, que el descubrimiento se produjo aquí, en México. No se trata de exaltar una especie de nacionalismo científico o algo semejante, sino de hacer justicia a quienes hicieron posible la síntesis de una molécula que transformó por completo el curso de la historia humana.
Los acontecimientos que dieron lugar a este logro son apasionantes, pues muestran no solamente cómo se abordaban algunos de los desafíos en el campo de la química de esteroides en los años 50 del siglo pasado, sino además revelan otros aspectos más ligados a la naturaleza humana. En el nacimiento de la Píldora se expresaron también la ambición, el odio, la envidia, el racismo, el colonialismo y la carrera, no siempre exenta de sobresaltos, por el éxito y el reconocimiento científicos.
Modestia y genialidad
Un joven mexicano, Luis Ernesto Miramontes, nacido en Tepic, Nayarit, en 1925, quien preparaba su tesis de licenciatura bajo la dirección del químico estadunidense de origen austriaco, Carl Djerassi, en los laboratorios Syntex, fue quien logró la hazaña. Un artículo de dos párrafos, publicado en 1951 en el Journal of the American Chemical Society (cuya brevedad y trascendencia recuerdan el trabajo de Watson y Crick sobre la estructura de doble hélice del ADN) da cuenta del descubrimiento: la síntesis de la 19-nor-progesterona. Los autores: Luis E. Miramontes, George Rosenkranz y Carl Djerassi… en ese orden.
Miramontes y Rosenkranz, mucho más modestos, a pesar de su genialidad, nunca reclamaron la paternidad del descubrimiento, mientras Djerassi, convertido luego en estrella fulgurante del jet set, y a fin de cuentas también un genio –y además tutor de Miramontes–, acaparó los reflectores mediáticos y reclamó, no la paternidad de la Píldora, sino, curiosamente, la maternidad
de la misma, como señala en su libro: This Man’s Pill (del cual hay una edición en español, publicada en 2001 por el Fondo de Cultura Económica).
De todas maneras, el papel protagónico y vigoroso de Djerassi ha sido muy importante para esclarecer, frente al colonialismo científico, la realidad sobre el origen de la Píldora.
Pero vayamos al principio. Hay una pregunta que resulta inquietante: ¿por qué el descubrimiento ocurrió en México? Un factor importante fue la Segunda Guerra Mundial. Como en todas las grandes empresas y logros del conocimiento, el factor humano es decisivo. La guerra provocó la migración hacia América de grandes talentos que eran víctimas de la persecución nazi, como George Rosenkranz, a quien me referiré más adelante.
Por esos años, un abogado y temperamental hombre de negocios de origen húngaro, Emeric Somlo, creó en nuestro país una pequeña empresa farmacéutica: los Laboratorios Hormona, cuyo director científico y socio minoritario era Frederick Lehmann. Ellos, junto con Russell Marker, profesor de la Universidad estatal de Pensilvania, quien realizaba continuas expediciones a México para buscar materias primas para la elaboración de hormonas sintéticas, crearon en 1944 una nueva empresa, a la que bautizaron Syntex. Lo que al principio fue un modesto laboratorio se convertiría, 15 años después de la salida de Marker, en la mayor productora de hormonas esteroides a escala mundial.
Pero no sólo eso: como registra Djerassi en su libro, en 1959 ningún otro laboratorio en el mundo –académico o industrial– había publicado el número de trabajos científicos en el campo de los esteroides como Syntex. Había nacido una potencia científica en el campo de la química al sur del río Bravo.
Pero, ¿por qué México? La fuente para la obtención de hormonas esteroidales como la progesterona (hormona sexual femenina) eran los productos biológicos (como la orina de yeguas), de los que se podían obtener, mediante complejos procedimientos, muy pequeñas cantidades de la sustancia a precios muy elevados.
Russell Marker encontró que en México crecían de manera endémica plantas cuya raíz era rica en la molécula que es la base de todas las hormonas esteroides. Con ayuda de los pobladores, recolectó entre Córdoba y Orizaba, cerca de Fortín, en Veracruz, alrededor de 10 toneladas del tubérculo.
Marker había desarrollado la técnica para obtener la progesterona a partir del barbasco o cabeza de negro
. Como su proyecto había sido rechazado por las principales farmacéuticas de su país (como Merck y Parke-Davis), se asoció con Somlo y se mudó a México. Durante su estancia en Syntex, produjo una cantidad de la hormona que era récord en el mundo: ¡30 kilos! Las utilidades representaban en ese tiempo algo así como 500 mil dólares, de los cuales Somlo no le dio nada, lo que generó gran rencor.
Marker abandonó Syntex guardando para sí los detalles de su técnica, y en 1945 creó en Texcoco la empresa llamada Botanicamex. Djerassi sugiere en su libro que Marker abrigaba sentimientos antisemitas.
Sin el procedimiento ideado por Marker, Somlo y Lehmann estaban perdidos, y Syntex detuvo sus actividades. Fue entonces cuando encontraron en el talento de Rosenkranz la tabla de salvación.
Nacido en Hungría, el joven químico George Rosenkranz se trasladó a Suiza para realizar su doctorado al lado de Leopold Ruzicka, quien había obtenido el premio Nobel por sus trabajos en la química de esteroides. Eran tiempos de guerra y, aunque ese país era uno de los más relativamente seguros en Europa para los judíos, los grupos de simpatizantes nazis tenían una presencia significativa, por lo que él y otros jóvenes científicos se vieron obligados a emigrar, aspectos de su vida que relata el propio Rosenkranz a Gerard S. Cohen en un texto publicado en Perspectives in Health Magazine en 2002.
Rosenkranz se trasladó a América. Originalmente su destino era Quito, ciudad en la que le habían ofrecido un puesto académico, pero el barco se estacionó por semanas en Cuba. El dictador Fulgencio Batista había autorizado que los migrantes permanecieran y trabajaran en la isla, por lo que el químico decidió quedarse, desempeñándose como director científico en la mayor empresa farmacéutica cubana.
Los directivos de Syntex –especialmente Lehmann, que conocía algunas de las publicaciones de Rosenkranz– decidieron invitarlo a una entrevista de trabajo en 1945 en la ciudad de México. Aunque la reunión no resultó lo que esperaba, el joven experto se enamoró del país y decidió emprender la aventura.
De inmediato puso manos a la obra, y en muy corto tiempo, gracias a su genio, logró concluir la síntesis de la progesterona, sin contar con los datos que había ocultado Marker. Consiguió también, a partir de las mismas raíces mexicanas, la producción en gran escala de la testosterona (la hormona sexual considerada masculina). Luego, con gran visión, atrajo a un grupo de jóvenes científicos y así llegaron a México, entre otros, Carl Djerassi y Alejandro Zaffaroni.
Aspecto clave
Un aspecto que fue clave en la historia del nacimiento de la Píldora, cuya importancia muy pocos han destacado, fue la colaboración que se estableció entre Syntex y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), por medio del Instituto de Química.
Esto permitió que los investigadores y estudiantes mexicanos contribuyeran al éxito de la farmacéutica. Así, varios químicos mexicanos muy notables realizaron sus trabajos de investigación al lado del equipo científico integrado por Rosenkranz. Entre ellos pueden mencionarse los nombres de Jesús Romo, Octavio Mancera, José Iriarte, Humberto J. Flores, Alberto Sandoval y José F. Herrán.
Los datos de este episodio fueron tomados de la excelente tesis de doctorado realizada en el Departamento de Investigaciones Educativas del Cinvestav por Felipe León Olivares, dirigida por Susana Quintanilla.
También algunos estudiantes realizaron ahí sus tesis de licenciatura, entre ellos Enrique Batres y Luis Ernesto Miramontes. Este último realizó su proyecto dirigido por Carl Djerassi.
León Olivares señala en su tesis: “… la investigación de Luis E. Miramontes resultó de interés para Syntex, razón por la que, aunque no se tituló, ingresó como investigador en la propia empresa”.
Con ese equipo humano, integrado por investigadores mexicanos y extranjeros, Syntex entró al escenario científico mundial en la carrera para la síntesis y la producción de cortisona, compitiendo con los centros mundiales más prestigiados en Europa y Estados Unidos, carrera que fue ganada en el verano de 1951 en México. El laboratorio formado por un puñado de jóvenes, con un promedio de edad de 27 años, se situaba en los cuernos de la Luna.
En octubre 15 de ese mismo año, como recuerda Djerassi, Luis Enrique Miramontes escribía en su cuaderno de protocolos una descripción de su hallazgo que cambió la historia de la humanidad con la siguiente frase: “Se disuelve 1 g. de éter enol de 19-norandrostendiona en 25 cc. de tolueno anhidro…”
Patente mexicana
El trabajo se publicó firmado por Miramontes como primer autor y un mes después se solicitó la patente mexicana. Luego se obtuvieron otras patentes internacionales, entre ellas en Estados Unidos en 1956. En 1964 el departamento de patentes de ese país consideró el logro de Miramontes y sus colegas entre los 40 inventos más importantes realizados entre 1794 y 1964, por lo que su nombre quedó registrado al lado de científicos de la talla de Louis Pasteur y Tomas Alva Edison, e ingresaron al Salón de la Fama de Inventores de Estados Unidos.
Si bien hubo otros episodios que incluyen el espionaje del procedimiento para obtener el compuesto, lo que permitió a la empresa Searle adelantarse con otra sustancia análoga a partir de la síntesis mexicana, el compuesto creado por Miramontes, Djerassi y Rosenkranz fue el primero y el más utilizado como píldora anticonceptiva en todo el mundo.
Luis Ernesto Miramontes falleció el 13 de septiembre de 2004 en la ciudad de México. Aunque no hay bases para afirmar que haya sido su propósito original, su descubrimiento no sólo permitió la separación del sexo y la reproducción, así como el control de la natalidad en el mundo, sino dotó a las mujeres de un medio para lograr una mayor autonomía, con lo que comenzaron a derrumbarse las bases de una civilización basada en el control del cuerpo femenino.
En aquel momento, tal como ocurre ahora, el descubrimiento fue rabiosamente combatido por la Iglesia y los grupos conservadores. Pero ésa es otra historia.