El cantante ofreció su decimotercer concierto consecutivo anual en el recinto
Lunes 30 de agosto de 2010, p. a17
Al fin, un concierto masivo que no forma parte de los festejos del centenario y el bicentenario oficiales, y a mucha honra de su protagonista.
En estos días –en que todos buscan entrar, aunque sea con calzador, en el presupuesto conmemorativo– Óscar Chávez celebra su ya clásico y esperado concierto anual en el Auditorio Nacional y anuncia: Nomás con que no nos pidan shalalá
.
El público, que prácticamente llenó el recinto, festejó sus palabras con un sonoro aplauso.
Eso sí, dejó claro que no les entra a los festejos organizados por los gobiernos, lo cual no significa no conmemorar la Revolución Mexicana.
Acompañado de su tradicional banda Los Morales, cantó versos de Renato Leduc, Tiempos de Pancho Villa, en los cuales también aparece Zapata: “Si quieres tierra trabaja; trabaja, no seas güevón”.
En la siguiente canción, una nueva composición suya, La cruda realidad, viajó al presente: El PRI, el PAN y el PRD festejan sus empresas, dándose de patadas por debajo de las mesas
, la cual culminó en ¡Ay, bola de cabrones, qué lástima me dan!
La frase también fue recibida con un nutrido aplauso de un público cálido, que le ofrece enorme cariño a Chávez y concuerda con sus letras.
Pero no todo fue política. Chávez, junto con los excelentes integrantes de Los Morales, interpretó algunas piezas que han ido recuperando, viejos sones como El conejo.
Estas canciones, afortunadamente, no tiene nada que ver con el bicentenario. Bueno, tienen que ver con el nuestro, no con el otro
, dijo Chávez, luego de interpretarla.
Rius, entre el público
El compositor mexicano, cantante de corridos, boleros y sones, con el corazón político decididamente a la izquierda y comprometido con diversas causas sociales, es inmensamente popular, a pesar de que no lo programen en la radio y televisión comerciales.
Piezas suyas, como Macondo y Por ti, son parte de la memoria sentimental de gran cantidad de mexicanos de diversas generaciones.
Sentado en la segunda fila estaba un amigo del músico, el caricaturista Eduardo del Río, a quien Chávez dedicó Rius para principiantes: ... con todo el pueblo reunido, yo te brindo este corrido, en nombre de los cantantes (...) Nunca pierdas el embrujo de hacernos reír llorando
. Al finalizar la pieza, Chávez se acercó a la orilla del escenario para entregarle la letra de la canción.
Ya con los presentes entrados en calor, salió al escenario El Tigre, banda de la Universidad Autónoma de Nuevo León, de 12 elegantes sombrerudos que reemplazaron un rato a Los Morales y arrancaron, con metales y percusión a todo lo que daban, con el Corrido de Monterrey. Chávez cantó: Tengo orgullo de ser del norte...
La carismática banda norteña tuvo tal éxito que al finalizar su intervención, de unas 14 canciones –entre ellas El taconazo, de El Piporro; El lirio, y Flor de cardomo– le pidieron más. Culminaron su participación con la alegre El sauce y la palma.
El concierto, el decimotercero consecutivo de Chávez en el Auditorio Nacional, continuó con el cantante y los extraordinarios músicos de Los Morales, cuya maestría destacó en El fandanguito.
Óscar Chávez regresó luego de un segundo encore y bromeó: “Como no nos pueden oír en la tele, les vamos a cantar otra”, tras lo cual interpretaron Un siglo de ausencia.
Al final, el cantautor dijo a su audiencia: ¡Ya!, ¿eh? ¡Nos vemos el año que entra!
Cerca de 30 canciones no fueron suficientes para el público, mientras algunos, con las luces ya prendidas, seguían pidiendo otra
.