Jueves 26 de agosto de 2010, p. 20
Pekín, 25 de agosto. Quien no tiene paciencia, no llega a su destino
, dice un proverbio chino. Un enorme embotellamiento de unos 100 kilómetros se extendió por el noroeste de Pekín durante dos semanas. Y es que, aunque finalmente pudo disolverse hoy antes de lo previsto, esta avalancha de vehículos ha puesto a prueba durante días la paciencia de los conductores chinos, camioneros en su mayoría.
La situación se complicó especialmente en la carretera nacional G-110 y en la que une Huai'an, en la provincia de Hebei, y Xinghe, en la Mongolia interior. No puedo hacer nada, sólo esperar
, se resignaba uno de los conductores ante las cámaras de televisión. La autopista está atascada y también la carretera nacional
, se quejaba otro.
Estoy realmente preocupada por la situación higiénica y el estado de nuestra comida
, aseguraba la mujer de un camionero, que viajaba con su marido junto a sus dos hijos pequeños. Ante la falta de baños, la gente aliviaba sus necesidades al borde de la carretera. Nos hemos acostumbrado
, apunta un conductor de la provincia de Shandong.
Hasta que terminaron las obras y se liberaron varios carriles, antes de lo previsto, los camiones avanzaron, cuando mucho, unos cientos de metros al día. Otra de las causas del atasco fue el inicio de los envíos de carbón desde Mongolia interior al resto del país, ante la cercanía del invierno.
Esta región de China se convirtió el año pasado en el principal abastecedor de oro negro
del país, pero las capacidades de transporte por ferrocarril son limitadas, por eso cada vez son más los camiones de carbón van a Pekín.
Como la red de carreteras tampoco tiene capacidad suficiente para semejante flujo, los interminables embotellamientos se han convertido en algo cotidiano a las puertas de la capital de 17 millones de habitantes, donde los camiones sólo pueden entrar durante la noche.
En medio del calor, los conductores dormían junto a sus vehículos o incluso debajo de ellos. Jugaban a las cartas para matar el tiempo y se enfadaban con los habitantes de los pueblos cercanos que intentan ganar dinero a su costa, vendiéndoles agua, fruta o comida preparada a un precio mucho más elevado del habitual.
También la delincuencia se ha cebado con los viajeros, a pesar de los 400 policías que fueron enviados para mantener el orden. Una noche los ladrones atacaron seis camiones y coches y huyeron con 60 mil yuanes (unos siete mil euros)
, afirmó la mujer de una de las víctimas al diario Beijing Chenbao.
Estos embotellamientos son sólo parte de un gran problema de tráfico que vive China, primer comprador de vehículos del mundo, donde la venta de coches aumentó un 45 por ciento en 2009. Las ciudades no están preparadas y ya se han desbordado.
Por eso, cada ciudadano debe dejar en casa su automóvil un día a la semana, según su número de matrícula. Aún así, Pekín se ha convertido ya en una de las peores ciudades para conducir un vehículo.