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No al confinamiento de residuos peligrosos en el desierto Mayeli Irais Ruiz Lugo Sin informarlo al ayuntamiento local ni a los medios de comunicación –y por tanto, incumpliendo el reglamento de impacto ambiental–, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) aprobó el 13 de octubre de 2005 el proyecto de confinamiento de residuos peligrosos La Choya, en el municipio General Plutarco Elías Calles, en el noroeste de Sonora, en vecindad con Estados Unidos. El permiso de operaciones fue extendido a la empresa Centro de Gestión Integral de Residuos. De inmediato se desató un rechazo de las comunidades pápago, presentes en este municipio, como en el lado estadounidense, que se aliaron con otros sectores sociales para impedir la instalación del confinamiento. Hasta ahora, su lucha ha sido exitosa. La manifestación de impacto ambiental del proyecto omite los efectos socio-culturales. Sólo menciona ciertos impactos sobre flora, fauna y paisaje, pero no habla de la gente. De hecho dice que no hay población susceptible de afectación. Afirma que no existe evidencia de asentamientos históricos ni arqueológicos, es decir, ignora completamente que el lugar del proyecto está ubicado en territorio pápago y aún más, que está junto a zonas sagradas para esta población indígena. Sandra Martínez Contreras, coordinadora ejecutiva de la Red Fronteriza de Salud y Ambiente, AC, lo describió así: “Ignoran la existencia de la laguna Quitovac. Los que conocen el desierto pueden imaginar la importancia de una laguna en un lugar tan seco, es un oasis, y para los pápagos es un lugar sagrado porque ha sido siempre un centro de reunión importante, un centro ceremonial importante dentro de su cultura”. La situación fue comentada por Sandra Martínez en mayo pasado, durante el Viaje Nacional de la generación 14 de la maestría de Desarrollo Rural de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. La manifestación ambiental también menciona que las poblaciones más cercanas están a unos 40 kilómetros, que son Caborca y Sonoyta, entonces “ésta es una forma de invisibilizar a los pueblos indios, y si ustedes toman la carretera no van a ver ningún aviso de desviación a Quitovac. Cualquier ejido, cualquier ranchería tiene un anuncio, pero Quitovac no. Finalmente para el gobierno son indios y no existen y aquí se nota claramente, dicen que no hay población allí”, indicó Sandra Martínez. La población está junto a la carretera que comunica a Hermosillo con Mexicali; que une a México con la península de Baja California. “Es una carretera muy conflictiva porque es de sólo dos carriles, donde transitan las mercancías que van hacia Baja California. Hay muchos accidentes, y por eso precisamente –no sólo por la importancia del territorio para la cultura indígena–, por eso es motivo de alarma (...) El hecho de que los residuos transiten en una carretera tan peligrosa pone más en riesgo el territorio, por posibles accidentes y derrames de los residuos peligrosos”. Las acciones que tomaron los pápagos y sus aliados incluyeron el bloqueo de calles y protestas afuera de la sede del ayuntamiento. La comunidad no indígena que habita en Sonoyta apoyó incondicionalmente la protección del territorio indígena porque vive junto a ellos y resultaría afectada también. Se formó una asociación civil que se llama Ciudadanos Comprometidos con Sonoyta; sus líderes fueron el párroco del pueblo, maestros y maestras de la localidad y amas de casa, siendo “en la iglesia donde había grandes concentraciones de gente para discutir el problema. Esto propició que el ayuntamiento tomara la decisión de negar el permiso de uso de suelo. Esto fue realmente lo que frenó la instalación del confinamiento”. La empresa no ha podido tener hasta ahora la autorización municipal de uso de suelo para empezar el proyecto, aun cuando tiene las autorizaciones federales. El permiso que otorgó la Semarnat vence en octubre de este 2010, y como no se ha podido instalar otro confinamiento de residuos peligrosos, es muy probable que la empresa solicite una ampliación del plazo para ejercer el permiso. Pero “nosotros seguimos en estado de alerta, lo que estamos haciendo es tratar de amarrar un acuerdo con el cabildo de Sonoyta, porque ya hubo cambio en la administración. Queremos que el cabildo diga que sigue en la postura de no autorizar el permiso de suelo para ese confinamiento”, concluyó Sandra Martínez. Maestrante en Desarrollo Rural, UAM Xochimilco
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