21 de agosto de 2010     Número 35

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Habla el vicepresidente Álvaro García Linera


FOTO: Archivo

Altas y bajas: revolución agraria en tierras bolivianas

Armando Bartra

Matemático, sociólogo, miembro del Ejército Guerrillero Tupac Katari en los 90s del pasado siglo y por cinco años preso político en el penal de alta seguridad de Chonchocoro, Álvaro García Linera, también conocido como Qhananchiri, es hoy presidente del Congreso y vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia que encabeza Evo Morales Ayma. Desde la academia, la guerrilla, la cárcel y la administración pública Álvaro trata de desentrañar con reflexiones de solvencia teórica la realidad que como militante subvierte.

Y a García Linera le llovió en su milpita. En el taller temático Tierra y Territorio organizado por la Vicepresidencia y realizado en La Paz los días 27 y 28 del pasado julio, hubo filosos cuestionamientos, no a su persona sino a la política que impulsa el gobierno del que forma parte. Porque así son las revoluciones democráticas triunfantes: las grandes líneas vienen de debajo, de los movimientos, pero es en los ámbitos del Estado donde se transforman en leyes y en políticas públicas. Por fortuna, la acción del gobierno está siempre bajo observación. Escrutinio crítico desde la izquierda que en la Bolivia de hoy es acogido con seriedad y respeto por los funcionarios, de modo que el vicepresidente intervino en el evento, no para defenderse “como gato boca arriba”, como me dijo coloquialmente en su despacho poco antes de integrarse al debate, sino para argumentar con sinceridad política y coherencia intelectual las posturas del gobierno que copilotea.

Sin espacio para desarrollar las muchas anuencias y propuestas vertidas en el taller de marras, enumero sólo algunas de las discrepancias con el curso del proceso revolucionario –a veces contrapuestas y excluyentes– formuladas por dirigentes sociales, académicos, miembros de organizaciones no gubernamentales y ex funcionarios públicos:

• Que subsiste y subsistirá el latifundio, amparado por la Constitución y la Ley de Reconducción Comunitaria de la Reforma Agraria, de 2006, la cual, además de no ser retroactiva, admite propiedades de hasta cinco mil hectáreas.

• Que el “saneamiento” de tierras que lleva a cabo el Instituto de Reforma Agraria es innecesario, pues la Pacha Mama no está enferma.

• Que la apuesta del gobierno por la comunidad sólo es declarativa y en la práctica desconfía de sus potencialidades.

• Que no se ejercen a favor de las comunidades los recursos públicos disponibles, ni siquiera los expresamente destinados al desarrollo rural y a ellas.

• Que las autonomías étnicas recién legisladas sólo benefician a los minoritarios pueblos del oriente y a quienes a su amparo explotan la selva.

• Que en nombre del desarrollo se está adoptando un modelo económico extractivo y depredador.

• Que el boliviano no es un auténtico Estado plurinacional, pues los derechos de las naciones originarias, incluyendo el de consulta sobre el empleo de recursos no renovables ubicados en sus territorios, son menores y acotados.

• Que los movimientos sociales no están en reflujo sino que han sido premeditadamente desmovilizados.

• Que por buscar gobernabilidad, la revolución corre el riesgo de reproducir el modelo político liberal y el capitalismo de Estado.

Son estas algunas de las críticas a las que reaccionó el vicepresidente García Linera en su intervención de clausura. Aquí una apretada síntesis de sus palabras, en versión no textual de la que me hago responsable:

A diferencia de la revolución de 1952, en que el núcleo aglutinante fueron los obreros, en la presente revolución lo que aglutina es el movimiento indígena y campesino. A partir de las grandes luchas por el agua y por los recursos naturales, la reivindicación de Tierra y Territorio se ha vuelto no un componente más sino el corazón del proceso boliviano. Es precisamente porque el movimiento indígena y campesino es el sujeto, que en la cuestión Tierra-Territorio está la clave de la que dependen el mediano y el largo plazo.

Lo colectivo y lo individual. Nuestra revolución democrática y cultural vive una tensión entre lo colectivo y lo individual. Una tensión que nace de la vida misma de comunidades donde el aprovechamiento en común del agua y las tierras de pastoreo se combina con la parcela familiar. Una tensión vivificante y creativa de la que surge su capacidad no sólo de resistir sino también de expandirse. Y también en el gobierno está presente esta tensión. Así en la política del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras y en la del Instituto de Reforma Agraria se privilegia lo comunitario. Pero a veces detrás de lo comunitario se oculta la privatización, como es el caso de empresas forestales que explotan madera en tierras de los pueblos originarios del oriente.

El Estado no puede crear lo comunitario, esto es tarea de las propias comunidades. Pero sí puede crear condiciones para que pasen de la propiedad en común a la producción en común, en la línea de la propuesta Década Productiva que ha presentado la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB). Sin embargo, necesitaremos un tiempo para aprender a gestionar lo comunitario productivo con base en proyectos, porque 30 que se presentaron y recibieron recursos públicos no avanzaron y el gobierno tuvo que hacerse cargo de ellos.

Necesitamos pasar de la propiedad jurídica en común a la producción en común, desarrollando una gestión que no esté basada en la rentabilidad pero que sea sostenible. Esta será la toma del poder económico por las comunidades.


ILUSTRACIÓN: Joaquín Cuevas

No hay recetas. Que lo colectivo es mejor que lo individual hay que demostrarlo en la práctica. La revolución es revolución, precisamente porque no hay recetas.

Estado plurinacional. ¿Cómo medir la plurinacionalidad del Estado? Lo más importante son los grandes cambios simbólicos. Pero después de esto, la mudanza más significativa más importante, lo más profundo de la plurinacionalidad, es que hoy en el horizonte de vida de un indígena campesino boliviano está ser canciller o albañil, ser contrabandista en pequeño o presidente. Hace unos días estaba yo sentado entre una campesina que era ministra y un campesino que era senador. Esto es lo más revolucionario de Bolivia: que puedes ser ministro o legislador sin necesidad de teñirte la piel o de cambiarte el apellido.

Otra forma de medir lo plurinacional es el presupuesto público, cuya distribución pasa por estructuras sindicales y comunitarias que son expresiones de la plurinacionalidad. Hasta el sistema de cuotas (“cuoteo”), por el que algunos pretenden que se asignen los cargos y los puestos, es una forma desvirtuada de la plurinacionalidad, porque es la organización la que decide.

Vivir bien como modelo de desarrollo. El tipo de desarrollo que alcancemos dependerá de la correlación de fuerzas. Tenemos varios sectores de la producción: están las empresas grandes, medianas y pequeñas que acumulan, está la pequeña producción que simplemente se reproduce, está la producción comunitaria y está el Estado. Nosotros quisiéramos impulsar sobre todo lo comunitario, pero de momento tenemos que impulsar el fortalecimiento económico del Estado, como medio para generar excedentes que nos permitan apoyar a la producción comunitaria.

El paradigma Vivir Bien nace de la comunidad, donde hay mecanismos de desarrollo que no están basados en la rentabilidad, sino en la producción de satisfactores armoniosa con la naturaleza. Pero el Vivir Bien no se sostiene sobre la miseria. Necesitamos educación, salud, carreteras, agua potable, electricidad sin que esto suponga destruir el entorno.

Las comunidades no piden recursos para acumular capital sino para mejorar sus condiciones de vida. Y para esto el Estado necesita excedentes económicos. ¿Cómo generar los recursos públicos que garanticen a la población las condiciones básicas mínimas sin afectar a la naturaleza. Equilibrio es la clave.

En Corocoro hay cobre y la comunidad pidió al gobierno que se explotara el mineral para generar empleos y desarrollo, pero otros de ahí mismo se oponen pues dicen que se daña a la naturaleza. Son tensiones que se dan en la comunidad y le toca al Estrado buscar que se puedan hacer las dos cosas. Manejar la tensión entre desarrollo productivo y protección de la naturaleza: eso es Vivir Bien.

Movimientos sociales y Estado. En las décadas recientes los movimientos indígenas y campesinos pasaron de la resistencia a la oposición y de ahí al asedio del Estado neoliberal, construyendo en la lucha una correlación de fuerzas que les permitió volverse Estado y hacer de su proyecto y programa políticas de Estado.

De la posibilidad de volverse Estado se dan cuenta primero los quechuas y aymaras del altiplano y los valles, mientras que los pueblos del oriente han seguido luchando en una cierta exterioridad. Entonces, el reto es cómo incorporarlos plenamente al nuevo Estado plurinacional.

El problema está en que después de haber construido las grandes demandas universales en los momentos de ascenso, los movimientos se están replegando a los particularismos, al localismo, al individualismo comunitario, al corporativismo.

En esta lógica me preocupa, por ejemplo, la demanda de que sea vinculante el derecho a la consulta informada que ya tienen los pueblos originarios cuando se quiera utilizar un recurso natural no renovable ubicado en su territorio. Pues entonces, si el pueblo decide que un recurso que es de la nación no se toca, no se toca...

Hasta 2008 el interés general lo representaba el movimiento y el Estado iba a la zaga. Ahora es al revés. Debido al repliegue de ciertos sectores a su interés particular, el Estado debe asumir por sí mismo la representación del interés general. Pero esto no es lo que deseamos y debe ser temporal. Sólo temporal.

No hay revoluciones permanentes, son por oleadas. Esperamos una nueva oleada de masas. Una oleada de movimientos que pasen por encima del Estado, que vayan aun más allá que el hermano Evo.