uelto un fenómeno mundial de ventas millonarias, el escritor sueco Stieg Larsson no vivió lo suficiente para comprobar su propio éxito, ni la inevitable adaptación cinematográfica de su llamada trilogía del Millenium, que comenzó por Los hombres que no amaban a las mujeres (traducción del título original. Es extraño que los distribuidores de la película en México no la hayan rebautizado La chica con el tatuaje de dragón, mucho más conocido por quienes leyeron la novela en otro idioma que no fuera el sueco).
De lectura obligatoria para los aficionados a la literatura de misterio –y, sobre todo, para quienes estén en un aeropuerto buscando algo que leer en un viaje largo–, Los hombres que no amaban a las mujeres posee el mérito primordial de haber creado en Lisbeth Salander a un personaje singular: una joven mujer dedicada a la investigación cibernética gracias a su habilidad como hacker, cuya rebeldía se manifiesta en su bisexualidad, una actitud antisocial y su aspecto andrógino, entre punk y dark. Tal vez desde Emma Peel, de la serie televisiva Los vengadores, no había aparecido una heroína ataviada de cuero negro en igualdad de condiciones heroicas que su alternante masculino.
Tanto novela como película combinan la historia de Salander (Noomi Rapace, un acierto de reparto) con la del periodista Mikael Blomqvist (Michael Nyqvist) que, siendo liberal y sistemáticamente contrario a los poderosos, resulta un personaje más convencional (y un alter ego evidente del autor). Blomqvist es contratado por el millonario Henrik Vanger para investigar la desaparición de su sobrina favorita hace 40 años, en el seno de una familia disfuncional de poderosos industriales. Si una imagen, según reza el lugar común, dice más que mil palabras, la película dirigida con eficiencia por Niels Arden Oplev ahorra muchas descripciones minuciosas de Larsson y, ante todo, la farragosa delineación del árbol genealógico Vanger. (Sí, la novela me aburrió a ratos. La película no, a pesar de ya conocer la trama de antemano.)
Bien adaptada por los guionistas Nikolaj Arcel y Rasmus Heisterberg, la intriga simplifica la investigación de Blomqvist, pero mantiene intacto lo que todo whodunit respetable debe hacer: partir de un misterio al parecer concreto y particular para ir develando toda una red de poder corrupto y perverso. Si bien no podía faltar el elemento de un pasado nazi –la fuente de todo mal, según se estila–, lo más relevante de Los hombres… es la descripción de una misoginia dominante, ya anticipada por el título.
Una y otra vez, este thriller seco y gélido como un invierno escandinavo describe situaciones de brutalidad sexual hacia sus personajes femeninos. Salander, según se descubre, no es la única víctima. Y la violencia de género –que se piensa más frecuente en una realidad retrógrada, bajo los efectos del machismo latino o el fundamentalismo islámico– se revela demasiado común en una de las sociedades más desarrolladas y prósperas del mundo.
Aunque la investigación es conducida por Blomqvist, es Salander quien ejerce la venganza con una furia digna de valkiria. Y la historia de cauteloso amor que se desarrolla entre ellos confiere a Los hombres que amaban a las mujeres una sensible ternura, como necesaria compensación a su respectiva soledad y la depravación que les rodea.
A pesar de sus varios finales, Arden Oplev logra sostener el ritmo hasta su feliz conclusión, en la cual los malos son castigados y los buenos recompensados. Una virtud de la película es establecer la convicción de que unos y otros se lo merecen.
Los hombres que no amaban a las mujeres (Män som hatar kvinoor) D: Niels Arden Oplev/ G: Nikolaj Arcel, Rasmus Heisterberg, basado en la novela homónima de Stieg Larsson/ F. en C: Jenns Fischer, Eric Kress/ Ed: Anne Osterud/ Con: Michael Nyqvist, Noomi Rapace, Lena Endre, Peter Haber, Sven Vertil-Taub. Suecia, 2009.