La danza en Sonora
n el contexto de la temporada anual Otras latitudes, realizada en julio pasado en la plaza Ángel Salas y el Teatro de la Danza del Centro Cultural del Bosque –organizado por la Coordinación de Danza del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA)–, se presentaron grupos de danza contemporánea y folclórica como: Mezquite, de Jorge Hinojosa; Asando, de Manuel Ballesteros; La Lágrima, de Adriana Castaños; Antares, de Miguel Mancillas, y Tradición Mestiza, de Abel Román Amador, quienes expresaron la ebullición que vive la danza en el estado de Sonora con un importante nivel de calidad y creatividad, años de esfuerzo y trabajo, búsqueda y dedicación, lo que ha rendido frutos muy satisfactorios.
Así, en la plaza Ángel Salas bailaron aproximadamente 24 jóvenes, luego de 30 horas de viaje en autobús, las polkas y calabaceadas del Sonora bronco con su muy peculiar estilo lleno de energía y sensualidad, pintando de cuerpo entero la personalidad de este pueblo tan dado a la alegría y la franqueza.
Para bailar el Sonora indígena en el mencionado espacio cubierto hasta el graderío con una agonizante lona llena de parches y hoyitos, bajo un chipi chipi que no lograban consolar sombrillas y gabardinas, comenzó la danza con los pies de los bailarines ahogados verdaderamente en el creciente charco con tal seriedad y profesionalismo que conmovía. Sin embargo, el ventarrón y la tromba se desataron.
Los bailarines ingresaron al edificio de la Escuela de Danza y el público fue invitado a continuar viendo el espectáculo en el inolvidable salón número siete que tantos recuerdos me produjo, cuando era sede de la Compañía de Danza Contemporánea o Ballet de Bellas Artes del cual formaba parte. Luego de los acomodos pertinentes dio inicio el Sonora indígena del maestro Amador en medio del silencio expectante de un público medio empapado.
Fue inevitable al ver venado y pascolas de los indios yaquis y mayos de Sonora recordar aquella guerra y persecución terrible a que fueron sometidos antes de la Revolución Mexicana. Las cadenas humanas de hombres, mujeres y niños indígenas sometidos a la esclavitud, tienda de raya y trabajos forzados en las haciendas henequeneras de Yucatán, hasta donde eran transportados en inmundos vagones de ferrocarril, bajo el sistema de raya impuesto por el general Porfirio Díaz.
Las danzas de venado y pascola, lejos de cualquier artificio balletístico folclórico hollywoodense, con auténtica concentración, nos hicieron sentir la religiosidad ancestral, el profundo sincretismo entre el hombre, el animal y la danza sagrada. Ahí, el hombre, convertido en venado, es capaz de bailar con los ojos cubiertos por un paño que cubre su cabeza, pues se supone que este hombre-venado ve con los ojos de la conciencia.
Abel Román supo conjugar difíciles elementos con la sencillez de la autenticidad, rescatando así el verdadero tesoro de la cultura de los pueblos.
Así transcurrió el breve drama de esta cacería, acoso y muerte implacable del venado por hombres y jaurías, en un morir y renacer donde el hombre desde la noche del tiempo, venera lo que mata para vivir.
Las danzas y procesiones de los matachines, solemnes en su sencillez y humildad, también nos acercaron al espíritu indígena, su fuerza inexorable, su simbolismo y belleza. Ésta sencilla representación nos transportó a su cosmogonía espiritual, a su modo de creer y vivir; de ellos se desprendía docilidad y grandeza, el orgullo de aquellos pueblos indómitos que defendieron con valor inconmensurable sus tierras y creencias, su derecho a la vida a su gusto y modo aun en la más antigua pobreza.
Cambiando de sede, en el Teatro de la Danza disfrutamos el espectáculo Proyecto Kosmos...o Todos somos Dhoris, del grupo La Lágrima, en el que la maestra Castaños demostró su capacidad y talento para formar y aglutinar un grupo con presencia, talento y un nivel técnico preciso y contundente. Sin dudas ni titubeos, estos jóvenes, cantan, o lo aparentan, bailan, tienen un espléndido sentido del humor y saben manejar al público, tanto como los espacios, su tiempo y dinámica.
La labor creativa de Castaños en Sonora a través de los años y desde que participó en la Joven Danza Mexicana y los Talleres de Danza de la Universiddad Nacional Autónoma de México (1980,82), así como el la serie que hicimos en Canal 11, La otra danza (1989 más o menos), nos revelaron su capacidad y talento. Adriana Castaños es hoy una coreógrafa poderosa y de gran visión por lo que hay mucho que esperar de ella y su grupo, La Lágrima, el cual merece todo el apoyo, publicidad y necesarios. Ellos son: Nadia Rodríguez, Jessica Félix, Alejandra López, Emmanuel Pacheco, Marco I. Ochoa, Natalia Brambila, Rocío Bello e Isaac Peña.