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LA TRANSFIGURACIÓN DEL YO
JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ
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La boca llena de tierra,
Branimir Scepanovic,
Sexto Piso,
México, 2010.
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Si bien es cierto que la literatura que privilegia la introspección ha estado presente casi desde sus orígenes, también lo es el hecho de que ésta entraña dificultades. La principal de ellas radica en montar toda una historia sobre un personaje en quien las acciones no son las que llevan la carga discursiva. Si hacerlo no es sencillo, mucho menos es conseguir que el gran público opte por esta clase de libros en lugar de una novela de aventuras. Pese a ello, la literatura instrospectiva ha sobrevivido y, en muchas ocasiones, con mejor salud que sus competidoras. La clave de esto quizá estribe en que los lectores son capaces de identificarse con los sentimientos de un personaje determinado. Y qué mejor manera de acercarse a ellos que a partir del acceso a su interioridad.
Branimir Scepanovic (1937) parte de un planteamiento que podría sonar común: un hombre se ha enterado de que está desahuciado. No se ha detenido a escuchar explicaciones. Ni siquiera la esperanza ha sido capaz de contener su impulso de marcharse del consultorio. Simplemente se va. Huye sólo para encontrarse atrapado en un tren que lo conduciría a Montenegro, el lugar de su infancia. Regresar es una forma de aceptar la muerte o de resignarse a ella. Pero el tumultuoso tráfago del tren termina por inquietarlo. Sin saber dónde ni cómo, se baja en una estación perdida a la mitad de la nada. Entonces comienza a caminar.
Hasta ahí nada fuera de lo normal. Asistimos a un proceso de confrontación del personaje consigo mismo. Necesita paz, silencio y soledad para poder asimilar la noticia que sigue palpitando en sus adentros. Es entonces cuando aparecen un par de cazadores. Lo ven y descubren que algo le pasa a ese hombre; su expresión lo delata. Deciden ayudarlo. Él no quiere hablar con nadie, se da la vuelta y huye. Ellos lo siguen. Lo que empieza siendo un acto solidario pronto se convierte en una persecución a la que se irán integrando otros personajes para conformar una colectividad aglutinada bajo el concepto del “nosotros”. Y es ahí donde Scepanovic se vuelve grande.
No sólo es capaz de narrar lo que pasa por la cabeza de un personaje que da bandazos entre la resignación y el coraje, por sus emociones, entre la incertidumbre y el miedo; también consigue plantear un yo que se va “enriqueciendo” por las experiencias del otro, hasta configurarse como una voz plural y verosímil. Si por una parte el narrador es único y poderoso, por la otra el autor consigue escenas llenas de profundidad discursiva. Algunas de ellas son verdaderos atisbos de genialidad y surgen del mejor montaje dramático.
Setenta páginas bastan para hacer que el lector se confronte consigo mismo: ya sea porque se integre al corro de los que persiguen o porque se sume a la desesperación de quien huye. Setenta páginas que bastan para vapulearnos. Setenta páginas que nadie debería perderse.
KADISH POR EL HOMBRE:
LA ANTROPOLOGÍA DE MARTIN BUBER
RAÚL OLVERA
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¿Qué es el hombre?,
Martin Buber,
FCE,
2009.
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Ante el horror del surgimiento del totalitarismo,
la persecución racial, el despojo de su plaza en la
Universidad de Fráncfort, donde sostenía la cátedra
de historia comparada de las religiones, el
judío vienés, criado en Polonia oriental, no decide
emigrar a América sino que se dirige al Eretz
Yisrael, al yermo de sus antepasados donde todo
está por construirse. Vástago de una familia de
hassidim, Martin Buber crecerá en una ciudad
polaca que mira al Oriente, sita en los confines de
la entonces Doble Monarquía del Danubio y el
Imperio Ruso, que conoce tantos nombres: Lwów
en polaco, Lvov en ruso, Lemberg en alemán y
Leópolis, un híbrido entre latín y griego. Discípulo
de Dilthey, amigo de Max Scheler (hermano
de religión que luego optaría por el catolicismo,
aunque acabaría dejándolo por una concepción
más bien panteísta y gnóstica), estudioso del
pensamiento de Heidegger no sin cierta distancia
crítica, Martin Buber dejó las notas de unas
conferencias dictadas durante el curso de verano
de 1938 en la Universidad de Jerusalén.
¿Qué es el hombre?, más que un libro estándar
de filosofía, es un ensayo profundo que parte de
la reacción contra el racionalismo por parte
de un Malebranche, quien definía la tarea del pensamiento
acerca del hombre en estos términos:
“Entre todas las ciencias humanas la del hombre
es la más digna de él. Sin embargo, no es esta ciencia,
entre todas las que poseemos, ni la más cultivada
ni la más desarrollada. La mayoría de los
hombres la descuidan por completo.” Ya en 1674
el mal sembrado no a posta por Descartes, Galileo,
Keplero y Leibniz había germinado haciendo
moverse el centro de gravedad del interés por
el hombre hacia el interés por el cosmos, si bien
no visto como totalidad armónica sino partes
extra partes que había que captar a punta de categorías
cuantificables en forma exacta para así
poder manipularlas y obtener algún provecho.
El análisis matemático aplicado a las ciencias de
la naturaleza, como afirmará Husserl en La crisis
(1936) y no se cansará de glosar su discípulo Martin
Heidegger, llevará al hombre a una encrucijada:
destruirse a sí mismo y devastar el ambiente del
cual él mismo forma parte.
Envuelto en un discurso interior, altamente
reflexivo, de resabios en ocasiones místicos
y reconcentrados, que recuerdan al descendiente
de rabinos cabalistas, Buber recrea la historia
moderna de la antropología filosófica, que él hace
despegar con Kant, no sin rememorar a Aristóteles,
Nicolás de Cusa y Pico de la Mirándola, pasando
por Hegel, Marx, Feuerbach y Nietzsche, hasta
coronar en Heidegger y Scheler. Esa Existencia
(con mayúscula), das Dasein o ser-ahí (como
quería Gaos), que al trascender el puro Se, das
Man, se busca a sí misma y se encuentra en el ser,
das Sein que, al final, resulta en ser-para-la-muerte.
El último Scheler ve al hombre dividido entre
el espíritu (Hegel) y los impulsos (Nietzsche) en
un debate que no logra superar.
EL NARCO Y SUS RAMIFICACIONES
EDGAR MORÍN
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El cártel de Sinaloa. Una historia del uso político del narco,
Diego Enrique Osorno,
Grijalbo,
México, 2010.
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Si bien el acuerdo todavía no es general, más personas se convencen que el crimen organizado a gran escala es imposible sin la complicidad del Estado y sus distintos actores. Este libro ofrece pistas significativas que apuntan en este sentido, y otras que ayudan a comprender partes del fenómeno de las drogas ilícitas en nuestro país.
Es importante destacar que pese al interés que despierta el tema del narco, éste no ha sido muy estudiado por la academia mexicana más allá de enfoques jurídico-punitivos, los de enfermedad bajo la que se rige lo clínico, o el desviacionismo de cierta sociología (hay excepciones importantes, como el trabajo de Luis Astorga). Así que la escasez de publicaciones académicas de algún modo se ha compensado con la abundante producción de reportajes y crónicas periodísticas que acercan al gran público a la dimensión criminal, un tanto épico-trágica, del fenómeno: historias de los grandes capos, la violencia cada vez más extrema o las complicidades con funcionarios y empresarios.
El trabajo de Osorno se enmarca en el periodismo y sigue la ruta de los usos políticos. Busca en algunos archivos que proporcionan a su investigación la tan necesaria dimensión histórica que permite comprender ciertas transformaciones del fenómeno al paso del tiempo, como el papel central que, por razones geográficas y sociohistóricas, juega el estado mexicano de Sinaloa. En este sentido, son ilustrativas las historias de la comunidad china en esa región (muestra del racismo aún vigente en nuestro país), el homicidio del gobernador Loaiza en 1944, o los informes militares sobre la Operación Cóndor de finales de los años setenta, donde se revela la manipulación política para vincular el tráfico de drogas con guerrilla o grupos opositores. También es meritorio buscar la visión y versión de quienes suelen no hablar: entrevista al “hijo de un capo” y se contacta con Miguel Ángel Félix Gallardo, a quien las autoridades señalan como Jefe de Jefes del narcotráfico en la década de los ochenta. Éste le contesta desde prisión con una reflexión escrita, la cual aporta elementos para entender la reconfiguración del negocio, los niveles de corrupción institucional y el uso político de todo esto al arrancar el sexenio de Carlos Salinas. Cabe añadir que Félix Gallardo tiene su página en internet donde, entre otras cosas, habla un poco sobre los vínculos del poder con traficantes de drogas.
Pero no todo es historia, así que el autor intercala capítulos donde aborda otras aristas de la actual “guerra”: la dimensión (sub)cultural en creencias y panteones, pero igual entrevista a un guerrillero del ERPI que habla sobre cómo el narco hace labores de contrainsurgencia en Guerrero. O al alcalde de san Pedro Garza García, que si bien alaba el valor de Calderón, insiste en que su forma de combatir es “un modelo equivocado”. Y al final una crítica a esta “guerra”, con pistas sobre cómo el gobierno suple la falta de estrategia con propaganda, así como la importancia de realizar buen periodismo de investigación.
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Cuando salí de Chiapas,
Emilio Valdés,
Fontamara,
México, 2010.
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El título no es, aunque pudiera parecerlo, una alusión a la pieza narrativa de J. E. Pacheco que tiene un nombre similar, sino una manera de englobar los once cuentos aquí reunidos bajo la batuta del primero, homónimo al volumen. Chiapaneco de origen, el autor ha querido evocar en su narrativa la voz y el aliento de ésa su tierra rica en tantas cosas, no menos en escritores y muchísimo menos en historias que contar.
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Septiembre,
Francisco Pérez Arce,
Itaca,
México, 2010.
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Autor de novelas y ensayos como La Blanca y Hotel Balmori, entre las primeras, así como A muchas voces y El principio, entre los segundos, Pérez Arce posee un estilo y una voz propia que no por poco mediáticos resultan menos evidentes, como sin problemas desprenderá el lector que decida explorar a través de la lluvia intensa de este Septiembre –el de 1985 en Ciudad de México, nada menos–, de la mano de sus protagonistas, Maga Ríos y Juan Minera, jóvenes, espiritualmente deficitarios pero sin tener culpa por ello, que buscan (sobre)vivir a un fin de siglo XX ingrato y tan indigerible como las escenas que el gran terremoto multiplicó a lo largo de la que Rodrigo González nombrara la Vieja ciudad de hierro, de cemento y de gentes sin descanso.
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Tres amores (o más),
Francisco José Amparán,
Universidad Autónoma de Coahuila,
México, 2009.
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Este libro forma parte de la segunda serie de la colección Siglo XXI, escritores coahuilenses, y fue escrito por el oriundo de aquellos lares, recientemente fallecido y autor de más de una docena de libros que van desde la novela policíaca hasta textos de historia para estudiantes de nivel bachillerato. Aquí se reúnen tres relatos de largo aliento del autor de Es otra la felicidad, uno de los cuales, “Cómo gané la guerra”, no fue titulado así aludiendo a la película homónima dirigida por Richard Lester y protagonizada por John Lennon en los años sesenta.
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