Evasivas y justificaciones de Molinar
Andanada de denuncias
Puro amor al hueso
La mecánica de la impunidad
esastrosa, como su propia estancia y desempeño en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (sin olvidar su devastador paso por el IMSS), resultó la comparecencia de Juan Molinar Horcasitas ante la tercera comisión de la Comisión Permanente del Congreso. Kilométrica cuan documentada crítica de los legisladores de todos los partidos (excepto, obvio es, del PAN), con misérrima capacidad de respuesta del balbuceante maestro en ciencias políticas caprichosamente designado por el inquilino de Los Pinos para hacerse cargo de un sector del que el ex consejero del IFE no tiene la menor idea, salvo en el caso de los jugosos negocios para terceros privilegiados, como los hechos lo demuestran.
Los cuestionamientos fueron interminables, al igual que los calificativos (asesino
, desvergonzado
, mentiroso
, incongruente
, corrupto
, antiético
, empleado de los grandes intereses privados
, entre otros), que incluyeron su responsabilidad en la muerte de 49 niños en la guardería ABC de Hermosillo; la degradación
de la aeronáutica civil en México, derivada de la inseguridad de las operaciones aéreas, que colocan a México en un nivel similar al de países africanos de menor desarrollo, o si se prefiere de máximo subdesarrollo; el subejercicio presupuestal (especialmente en infraestructura carretera y portuaria, que sólo en el primer semestre de 2010 se aproxima a 4 mil millones de pesos); los trajes a la medida mediante licitaciones tramposas (por calificarlas suavemente) a selectos grupos empresariales, y el daño a la nación que ello conlleva; la cínica imposición de su incondicional y twittero Mony de Swaan primero como consejero e inmediatamente después como presidente de la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel); el saqueo y desmantelamiento de Mexicana de Aviación, la intentona de quiebra y la pasividad de la SCT ante estos hechos tratándose de un sector estratégico y de una concesión del Estado, así como del conflicto de intereses en esta historia, dada la presencia de su hermano, Javier Molinar Horcasitas, en el consejo de administración del Nuevo Grupo Aeronáutico, propietario de la citada línea aérea y, en la misma instancia, la participación de reconocidos contribuyentes
a la campaña electoral de Felipe Calderón (léase cobro de factura); el manoseo político-electoral con el Canal 11 de televisión; la mala administración de recursos en la que ha incurrido la SCT, y mucho más.
Una enciclopedia de denuncias de prácticamente todos los partidos políticos representados en el Congreso, a los que Juan Molinar Horcasitas ofreció mínimas cuan nerviosas respuestas, por llamarles de alguna manera, e inagotables justificaciones y evasivas que no convencieron a nadie, comenzando por aquella de que en el caso de la guardería ABC la Suprema Corte de Justicia de la Nación ya me exoneró
, por mucho que un legislador del tricolor subrayó que esta última lo menos que hizo en el caso de los 49 niños fue procurar justicia, al tiempo que le reclamó la desfachatez con la que el inquilino de Los Pinos y el en ese entonces secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, operaron con los ministros para absolver
al inoperante titular de Comunicaciones y Transportes.
Pero Molinar Horcasitas aguantó vara durante seis horas, demostró, una vez más, ser un cínico profesional. Debe amar profundamente el hueso que le dio Felipe Calderón o, lo más probable, lo que adora son las prestaciones de los intereses que defiende y representa, porque sólo un enamorado o alguien que descubrió un enorme filón de oro soporta, sin inmutarse, la cantidad de documentadas acusaciones y epítetos que ayer le llovió en la Comisión Permanente. Y ese es el truco de las comparecencias: soportar el tiroteo, fingir demencia, sonreír, hacerse el simpático, responder
lo que se le pegue la gana, dar las gracias por las gentiles preguntas de los señores legisladores, y sin más regresar a los enjuagues sin que se haya modificado ninguna de las prácticas cuestionadas. Es la mecánica de la impunidad: se desnuda al funcionario en turno, se demuestra su inoperancia, sus excesos y mentiras, qué intereses defiende, a quiénes beneficia, total al final de cuentas no pasa nada. Bañado de estiércol, el señor regresa a despachar al puesto sin que nada acontezca, y lo peor del caso sin que nada mejore, sin que nada se corrija.
En cualquier gobierno medianamente civilizado, Juan Molinar Horcasitas habría mordido el polvo a la primera de cambios; vamos, de hecho ni siquiera habría sido designado para un cargo menor, pero no es el caso. El calderonato se da esos lujos sin consecuencia alguna (y son muchos los lujos, comenzando por el inquilino de Los Pinos). De tiempo atrás existen elementos más que suficientes para proceder, pero con lo que ayer documentaron diputados y senadores, sobrarían razones para destituir al politólogo que ocupa la oficina principal de la SCT. Pero no, no lo harán: lo volverán a citar a comisiones o al pleno, como a los demás funcionarios federales; le exigirán que explique tal o cual exceso, y él, impávido, soportará otro baño de mierda; repetirá justificaciones y mentiras; de nueva cuenta sonreirá y agradecerá las gentiles preguntas de los señores legisladores, y una vez más nada sucederá y menos se corregirá. Entonces, con este mecanismo y para fines prácticos, ¿sirven para algo las comparecencias?
Las rebanadas del pastel
Los dueños de Mexicana de Aviación se mantienen en la pepena de dineros: aceptan de dulce, chile y manteca; requieren de inmediato –dicen– 150 millones de dólares para seguir en operación; que le entren los sindicatos, los empresarios y hasta los pasajeros, caigan los que caigan y vengan de donde vengan. Pero lo más fácil es que sean ellos mismos lo que aporten recursos frescos, porque de que los tienen, los tienen y en demasía; hasta ahora se le ha apestado el rescate
con parné público, pero no quitan el dedo del renglón; a eso los han acostumbrado: que los excesos propios los paguen otros… Buenísima la puntada que ayer repitió Felipe Calderón: “vamos ganando la guerra contra el narco; la victoria pertenece a los federales”, entre ellos los mandos policiacos acusados de tener ligas con los cárteles de la droga, y detenidos en Ciudad Juárez, que decían defender de los malosos.