Responde por enésima vez al líder de las FARC: no habrá diálogo con la guerrilla
Llama a cuidar las libertades y la iniciativa de emprendimiento tan maltratadas en otros países
Elogia su gestión en seguridad sin mencionar los millones de desplazados ni los falsos positivos
Viernes 6 de agosto de 2010, p. 24
Bogotá, 5 de agosto. A unas horas de dejar el poder que ejerció con mano férrea en Colombia durante ocho años –los de mayor retroceso en América Latina en la agenda de los derechos humanos– Álvaro Uribe emitió anoche un mensaje televisado en cadena nacional a manera de despedida en el que, curiosamente, pareció responder a tres actores que no pueden ser más disímiles.
Primero, al semanario estadunidense The Economist, que hace algunas semanas publicó de manera muy destacada un artículo que tituló: Álvaro Uribe debería prestarle un servicio más a su país: dejar que su sucesor gobierne
. Uribe contestó anoche: Apoyemos todos al presidente Juan Manuel Santos, a su gobierno. Que sea una etapa de gran prosperidad para la patria, con inmensa equidad
. Palabras que cayeron con dosis de escepticismo en oídos de quienes saben que apenas salga de la Casa de Nariño este sábado, Uribe será un opositor más, uno de los más rencorosos, en el mandato de Santos, verdadero delfín de la oligarquía bogotana.
Segundo, le respondió nada menos y nada más que a Alfonso Cano, dirigente de las FARC, quien hace seis días sacó a la luz pública mediante la televisión quatarí Al Jazeera un mensaje en el que propuso a Santos, que asume el poder este sábado en una ceremonia en la Plaza Bolívar, buscar soluciones políticas
al conflicto armado, al afirmar que lo que sostiene el gobierno de que las FARC están derrotadas son engaños
. Uribe negó, por enésima –y última vez– la posibilidad de un diálogo con la guerrilla: Poco interés prestamos a las tentaciones de engaño, de invitación al diálogo por los terroristas, pero dimos todo nuestro amor al diálogo fraterno con los colombianos de bien
.
Y tercero, de manera muy elíptica, replicó a su archienemigo, el presidente de la vecina Venezuela, Hugo Chávez. No abonó más en el trillado camino del insulto directo al residente de Miraflores, en Caracas. Optó por un mensaje que nadie, en Colombia, dejó de captar: Compatriotas, cuidemos las libertades. Cuidemos la libertad de iniciativa de emprendimiento, hoy maltratada en otros países
.
No faltaron, en la última alocución como presidente, sus referencias al ejército, los soldados y la policía, con quienes, dijo, tenemos que rodearnos, querernos
. Ni una palabra de las víctimas de los cuerpos de seguridad, los llamados falsos positivos
o los cinco millones de desplazados.
Y el autoelogio a la estrella central de su gestión, la estrategia de la seguirdad democrática, la cual resumió en términos caseros: Necesitamos una nación segura y unas ciudadanía desarmada
. Para lo que se requiere, dijo, cariño, confianza y un celular
. Esto último tampoco requiere mayor explicación para los ciudadanos que conocen bien que los informantes
, el espionaje ciudadano y la delación civil son el motor de la seguridad democrática
.
Por algo muchos llaman a Colombia “el país de los sapos”.
No faltó tampoco su mensaje de amor a Bogotá, un guiño del paisa (nativo de la provincia de Antioquia) que ha expresado su deseo de gobernar como alcalde de la capital, como una forma de permanecer en la escena política... y no quitar el pie del cuello de su sucesor, Santos, quien no difiere de él ni en lo ideológico ni en la impunidad del todo vale
para conseguir metas propias. Pero quien ante la transgresión tan masiva de la jurisprudencia vigente que cometió Uribe en sus dos periodos presidenciales, quizá no pueda evitar perseguir penalmente en algún momento.
Quince minutos después Uribe, el doctor Varito, aquel que empezó su carrera en la administración pública como contralor del aeropuerto de Medellín –para regular el tráfico de aviones de la flotilla de su paisano el capo Pablo Escobar Gaviria– se eclipsó para siempre, en su calidad de presidente, de las pantallas del televisor.
En el Canal del Congreso continuaron los espots que por años dieron cuerpo a la leyenda del uribismo. Uno, súper dramático, sobre el daño de las minas antipersonales sufrido por la población civil. En una audiencia para la que decir minas
es decir FARC. Le seguía otro espot sobre el devastador efecto de las drogas en la juventud, culpa, sin más, del terrorismo
. Y en seguida, otro segmento propagandístico en el que se pregunta: ¿Y cómo se conserva la memoria en el país?
Respuesta: En el archivo general de la nación
.
Al día siguiente seguirán en las tertulias radiofónicas, los debates de las cafeterías y detrás de las puertas, las quinielas sobre las soterradas escaramuzas entre el saliente y el entrante. Todos saben que Uribe no regresará de buena gana a su finca La Ubérrima, en el departamento de Córdoba, a seguir con la cría de caballos finos.
La alerta saltó nada menos que en el diario The Economist hace algunas semanas. Su ácido artículo, reproducido por El Tiempo, el periódico de la dinastía Santos, concluía así:
Uribe amenaza con ser el peor enemigo de Santos. Ya está pensando en ser alcalde de Bogotá. ¿Será porque las oficinas de la alcaldía miran hacia el palacio presidencial? Uribe debe entender que al interferir mancha su legado. Santos debería hacer lo mejor posible para persuadirlo de esto y darle un cargo donde no pueda entrometerse. Por ejemplo, de embajador en Beijing
.
Y este lunes, la publicación Semana, también del imperio Santos, titula su portada: Uribe sale como un grande. El paso del tiempo dirá si se quedará en ese lugar
.