on agosto, han empezado a divulgarse dos tipos de reportes referidos al segundo trimestre de 2010: los que aluden al comportamiento de la actividad económica, centrados en la cifra de PIB trimestral, y los que revelan lo ocurrido con los resultados de las grandes empresas privadas, financieras y productivas, éstas antes llamadas corporaciones trasnacionales, para cuyo seguimiento existía una comisión ad hoc del Consejo Económico y Social de la ONU. La visión de conjunto que esos reportes ofrecen es muy contrastante. En general, las empresas muestran buenos resultados: ingresos y utilidades recuperados o fortalecidos, con previsiones más bien optimistas para la segunda parte del año. Las economías nacionales, en cambio, han tenido un segundo trimestre menos favorable que el anterior, cuando la reactivación abarcó al G-20, excepto a España y Reino Unido. La perspectiva inmediata es, incluso en los mejores casos, incierta, con tendencia a declinar en la segunda mitad de 2010. Además, los dos, tres o cuatro trimestres de crecimiento que algunos países del G-20 han acumulado no han bastado para abatir en medida significativa las muy elevadas tasas de desocupación traídas por la crisis. Se presencia una recuperación sin nuevos empleos, es decir, una reactivación insostenible. Las corporaciones, industriales y financieras, que son demasiado grandes para quebrar
, se han recuperado gracias al auxilio público que oportunamente recibieron, aunque este hecho casi no se menciona, ha caído en un olvido inducido por sus ejecutivos, que han recuperado el orgullo. Por contraste, se habla ahora de estados quebrados
y, con gran reticencia, se organizan operaciones de rescate financiero, de alto costo para su crecimiento futuro y que empiezan por confiscar su autonomía de decisión en materia de política económica. Veamos algunos rasgos de este paisaje de medio año, así sea a vuelo de pájaro.
Varios de los grandes bancos internacionales han anunciado –como HSBC el 2 de agosto–, o se espera anuncien, mejores resultados en el segundo que en el primer trimestre. Al interpretar el sentimiento prevaleciente entre sus colegas, un banquero británico dijo, según informa el Financial Times: Hace un año todo era amenazante, sombrío y se veía con paranoia la perspectiva de aún mayores pérdidas. Pasado el tiempo, tenemos resultados que desmienten esa expectativa.
Un giro tan pronunciado puede deberse, como opinó un miembro del gabinete británico, a que los bancos están dando prioridad a restaurar sus propias finanzas más que a atender las necesidades de sus acreditados, en especial las pequeñas firmas. La oferta de créditos continúa siendo uno de los factores que inhibe la reactivación, como ha hecho notar con insistencia el FMI. Del lado de la economía real, como Robert Reich hizo notar en su blog el 26 de julio, ha aparecido una desvinculación entre la reaparición de utilidades, en ocasiones muy cuantiosas, y la creación de nuevos empleos. El autor la atribuye a tres tendencias: el traslado de operaciones productivas a plantas en el exterior; las mayores inversiones en tecnologías ahorradoras de trabajo, y la prioridad en la distribución de dividendos y en la recompra de acciones propias, elevando sus cotizaciones.
En suma: las mayores utilidades ya no se traducen en más ocupación. Presenciamos una gran desconexión entre utilidades de las empresas y creación de empleos.
En el segundo trimestre, en el G-20 y faltando aún datos de la mayoría de sus integrantes, destacó Gran Bretaña que, tras seis trimestres consecutivos de recesión, tuvo su primera tasa trimestral positiva desde el tercero de 2008, con un registro de apenas 1.6 por ciento. Lo magro de la reactivación atemperó mucho el entusiasmo y no mejoró los augurios. En abril-junio se desaceleró en diferente medida la reactivación mostrada por Corea, que data del tercer trimestre de 2009 y que perdió casi un punto porcentual para enero-marzo de 2010, y la de Estados Unidos, que alcanzó su tercer trimestre sucesivo de crecimiento, aunque a una tasa insuficiente para generar empleos adicionales en medida significativa; así como la continuada expansión de China, con pérdida de 1.6 puntos frente al trimestre anterior. En las próximas semanas se confirmará, casi seguramente, que el debilitamiento de la reactivación alcanza, dentro del G-20, a Alemania, Australia, Francia, India, México y quizá a Brasil, tras su sorprendente desempeño en el primer trimestre, con tasa anual de 9 por ciento.
Esta crisis, por otro lado, tiene repercusiones inesperadas. Mucho se ha hablado de la relocalización de la crisis de la deuda, cuyo epicentro se movió de las economías periféricas a algunas de las centrales, menores o no tanto. En el segundo trimestre de 2010, el costo de los célebres CDS (especie de apuesta sobre el riesgo de default) se disparó sobre todo en países de la zona del euro, desde Grecia hasta Francia, de suerte que ahora, como observa no sin melancolía un redactor de El País (2/08/10): “El riesgo de invertir... en Filipinas, Indonesia o Turquía es menor que el de hacerlo en España o Portugal, algo impensable hace apenas unos años... Sólo Venezuela y Argentina aparecen [con] mayor riesgo [que] Grecia, destino menos de fiar en estos momentos que Islandia –que ya ha quebrado–, Pakistán, Ucrania o Irak”.
La dubitativa recuperación estadunidense ha conducido a apreciaciones que recuerdan las tesis del dualismo de las economías atrasadas, en boga en la época de Many Mexicos (Lesley B. Simpson, 1960). Ahora se descubren “many Americas”, como lo implica la sorprendente apreciación de Alan Greespan, recogida por The New York Times el 2 de agosto: Nuestro problema es que tenemos una economía muy distorsionada, en el sentido de que ha habido una recuperación significativa limitada a los individuos de alto ingreso (...) [los] grandes bancos (...) [y] las grandes corporaciones. El resto de la economía, las empresas y bancos pequeños y una gran parte de la fuerza de trabajo, trágicamente desempleada, está fragmentando la economía. Vemos las cifras promedio [de estos dos segmentos] que en realidad son dos tipos diferentes, separados de economía.
Quién diría que el profeta del capitalismo desregulado escribiría epitafio tan contundente.