lgunos comentarios en Internet calificaron de regresivo
mi anterior artículo porque afirmaba que un cambio político significativo en México sería esencialmente resultado de la vía electoral. Sorpresa porque, en efecto, no se vislumbra otra ruta de cambio, además de que los señalamientos críticos a que aludo no contenían, naturalmente, ninguna propuesta de vía distinta para la transformación del país…
Lo que ocurre es que la vía electoral, en el horizonte en que hoy se presenta, no está monopolizada por los partidos políticos y sus instrumentos directos. La vía electoral, la lucha política en México es hoy una lucha política de masas, es decir, una lucha política en que se espera una gran movilización del pueblo que por la vía de las urnas (en 2012) pueda ascender al poder, precisamente para operar los cambios que necesita el país en un sentido democrático-popular.
Por cierto, tal lucha político-electoral de masas, con una gran movilización social desencadenada, será la única capaz de detener el intento de fraude, que sin duda estará a la orden del día.
Desde el ángulo de la legalidad es indispensable que un partido político postule las candidaturas. Pero la tarea que hoy exigen los mexicanos desborda por mucho los límites tradicionales de la acción de los partidos. Se trata de un cambio profundo también en la manera de hacer política, con otro resultado que el habitual sexenio tras sexenio en que la situación permanece estancada, en que las decisiones de fondo no se toman y quedan excluidas por las componendas
de intereses en que entran finalmente los partidos y los políticos victoriosos…
Es también desacostumbrado que la concentración en el Zócalo que logró Andrés Manuel López Obrador el pasado domingo 25 de julio haya sorprendido a ese punto a integrantes de la clase política. En realidad pensaban (y esperaban) que sería un rotundo fracaso el regreso
de López Obrador a la acción. Así lo pensaban y esperaban supuestos analistas avezados. Por eso es que el regreso
parece haber sacado de sus casillas, y de su habitual buen juicio en el análisis, a dirigentes o gentes del oficio
de todos los colores y sabores. Como si esa demostración hubiera sido totalmente inesperada para muchos…
Lo que no parecen entender es que se trata en México de una nueva
forma de hacer política, precisamente de una demostración de que aquí es posible hacer una política de profunda vinculación con las masas, que es la sustancia popular de toda auténtica política democrática. Una política que no se conforma con utilizar los aparatos de control y las estructuras establecidas, sino una nueva
forma de hacer política que trasciende los aparatos y las fórmulas tradicionales, los modos
implantados y los recursos reiterados…
Una nueva forma de hacer política que para Andrés Manuel López Obrador tiene que ver sobre todo con la organización desde la base, con la estructuración de un movimiento prácticamente a partir de cero, de una acción política que comienza a marcar el ser de México de abajo hacia arriba, del este al oeste y del norte al sur, y que por ello ha resultado una sorpresa y casi un shock para la escena y los escenarios políticos acostumbrados. Y que es únicamente la primera sorpresa de otras que seguirán…
Pero acción política ligada al pensamiento: un excelente proyecto alternativo de nación que será materia de consulta nacional, que también deberá integrar la idea del poder colectivo de consejos autónomos en diversas áreas sociales.
Son enjambre los adversarios de López Obrador, y a esta nueva forma de hacer política se responde ya con ataques multiplicados, que crecerán. Por parte de los medios
el silencio o la denuncia, sin parar en la mínima moral y decencia. Más feroz si es posible que hace seis años. Pero la novedad es que, en la actual situación de México, tal dureza puede resultar contraproducente y hacer que los tiros salgan por la culata…
Para los políticos la danza ha comenzado: que si hubo adelanto
en los tiempos (para burla, dicho por quienes más se han adelantado en los tiempos), que no se respetan los acuerdos del mejor posicionado
, pero es que en el caso de López Obrador el mejor posicionamiento
resulta de una enorme simbiosis entre el pueblo y el líder, entre la base y el dirigente, efecto de un arduo, perseverante trabajo político de varios años.
Cuando se acerque el momento de las urnas, esta movilización político-electoral de masas irá en aumento, alcanzará su apogeo. Por eso es que resulta en México un hecho inesperado, singular. Una sorpresa para todos, pero algo que debe ser bienvenido en este país tan paralizado desde hace tiempo.
La izquierda debe ver como punto de orgullo que dos de sus principales integrantes, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard, destaquen marcadamente respecto de sus contrincantes de los otros partidos. Claro, para sus adversarios es uno de los puntos escandalosos a explotar: el del posible enfrentamiento entre ambos y el del desgajamiento de la unidad de la izquierda. Por fortuna, rápidamente se han encargado ambos de negar la especie (inclusive con un almuerzo amistoso). También lo hizo Manuel Camacho. Esto despejará el ambiente y permitirá que la situación evolucione, en unidad, en favor del mejor posicionado
políticamente, que ya se vislumbra…