Rechaza dar más facultades al FSB, el sucesor del KGB soviético
Sábado 31 de julio de 2010, p. 19
Moscú, 30 de julio. Tras ocho años de cumplir la delicada misión de ser una suerte de puente entre el Kremlin y las organizaciones no gubernamentales (ONG), Ela Pamfilova presentó este viernes su dimisión irrevocable como titular del Consejo para los Derechos Humanos y el Desarrollo de la Sociedad Civil, instancia consultiva de la presidencia rusa.
Pamfilova no quiso hacer público los motivos de su renuncia, que hoy fue aceptada por el presidente Dimitri Medvediev, pero no pasó inadvertido que se produjo al día siguiente de que el mandatario formal de Rusia –habida cuenta del Ejecutivo bicéfalo que gobierna este país y que forma con Vladimir Putin, primer ministro– promulgara las polémicas enmiendas a la respectiva ley que amplían las facultades del Servicio Federal de Seguridad (FSB, sucesor del KGB soviético en el ámbito interno).
El consejo encabezado por Pamfilova –complementario de la Oficina del Comisionado para los Derechos Humanos, a cargo de Vladimir Lukin– se opuso a la iniciativa legislativa de reforzar el FSB, al considerar que su aprobación equivaldría a restaurar las peores prácticas, la mayoría además ilegales, propias de un Estado totalitario, las cuales sólo pretenden intimidar y sembrar desconfianza entre los ciudadanos
.
Medvediev no sólo desoyó la opinión del organismo constituido por el Kremlin para recibir recomendaciones en la materia, sino que –ante el rechazo que provocó en la sociedad civil la votación favorable de los diputados en la Duma– afirmó que fue idea suya aumentar las facultades del FSB.
Con ese inusual gesto hacia el entorno de Putin donde, según los rumores, se gestaron las enmiendas, Medvediev anticipó que, después del trámite en el Senado, no habría veto presidencial.
Al promulgar el pasado jueves la ley, el jefe del Kremlin otorgó al FSB, entre otros controvertidos poderes, el derecho a apercibir
oficialmente a cualquier persona, agrupación política, ONG o medio de comunicación que, incluso sin incurrir en algún ilícito, estén realizando acciones inadmisibles que crean condiciones para cometer un delito
, por el solo hecho de que así lo consideren los servicios secretos rusos.
Quienes la conocen de cerca, aseguran que Pamfilova –una mujer de 57 años de edad, divorciada, con una hija y una nieta, que siempre ha defendido sin claudicar los valores en que cree– nunca hubiera tirado la toalla por una sola batalla perdida.
Estoy harta de todo
, confió hace una semana a uno de sus colaboradores más cercanos.
Y se va con la cabeza bien alta: No siento vergüenza por lo que hicimos; logramos incluso más de lo que era posible
, resumió hoy su labor al frente del consejo.
Pamfilova puso especial énfasis en que deja el cargo por voluntad propia, sin que nadie la haya forzado a dimitir, en una decisión no impulsiva y que estuvo sopesando durante algún tiempo.
La víspera, Aleksei Chadayev, ex funcionario de la oficina de la presidencia rusa y aspirante a ideólogo principal
de Rusia Unida, el partido con mayoría parlamentaria que encabeza Putin, arremetió contra Pamfilova y exigió su renuncia por haber politizado
el consejo en detrimento de sus tareas verdaderas
.
En su cuenta en Twitter, Chadayev dedicó a Pamfilova epítetos denigrantes como histérica de altos vuelos
, vampiro
y, además, “estrella del agitprop” (contra el Kremlin, se entiende).
Provocó la ira del funcionario de Rusia Unida que Pamfilova criticara a la rama juvenil de ese partido, el movimiento Nashi (Los Nuestros), por exponer, en su campamento veraniego en el lago Seliguer, una relación de personas aquí indeseables
, ilustrada con fotografías de opositores y defensores de los derechos humanos, retocadas con la cruz gamada en la frente y otros atributos nazis.
“Me aterra pensar que estos muchachos ostentarán el poder dentro de equis número de años. No es para menos. Lo más terrible es que estas criaturas de ciertos operadores políticos nuestros –en alusión a la oficina de la presidencia– están dispuestas a vender su alma al diablo. Han sido capaces de quemar libros. También muñecos de trapo. ¿Qué sigue? ¿Quemar personas?”, lamentó Pamfilova durante una entrevista con la emisora Ejo Moskvy.
Uno de los supuestos fascistas, según los jóvenes militantes de Nashi, es Liudmila Alekseyeva, octogenaria que hoy saldrá a la calle, como cada mes que hay día 31, para defender el derecho a manifestarse que consagra el artículo 31 de la Constitución vigente.