Los Zetas intentarán controlar regiones donde opera el cártel del Pacífico
Viernes 30 de julio de 2010, p. 4
La muerte de Ignacio Nacho Coronel Villarreal provocará una escalada inmediata de violencia en Nayarit, Colima y Jalisco –donde operaban personas al servicio de ese capo del cártel del Pacífico–, ya que Los Zetas intentarán arrebatar el control territorial de esas entidades para el tráfico y distribución de drogas, coincidieron Samuel González Ruiz y José Luis Piñeyro, expertos en temas de narcotráfico y fuerzas armadas, respectivamente.
Sin embargo, consideraron que el fallecimiento de este capo de la droga no desintegrará a la organización también conocida como cártel de Sinaloa.
González Ruiz, ex fiscal antidrogas de la Procuraduría General de la República (PGR), quien realiza en Guatemala trabajos en materia de seguridad nacional, aseguró anoche a La Jornada que tras esta muerte “habrá una sucesión ordenada de los grupos del propio cártel del Pacífico-Sinaloa, pues hay que precisar que Nacho Coronel no era la pieza más importante de esa agrupación criminal, ya que sólo controlaba 20 por ciento de las acciones delictivas y de las ganancias de ese cártel”.
También en entrevista con este diario, Piñeyro, catedrático de la Universidad Autónoma Metropolitana, refirió que otra consecuencia de esta acción militar es que “en el menos malo de los casos podríamos tener minicárteles, pero pensar que con la detención de estos grandes capos de la droga se vaya a reducir el narcotráfico de forma significativa en México, eso es algo muy improbable”.
Agregó que puede suceder que así como los cárteles mexicanos se han expandido hacia Europa y varias ciudades de Estados Unidos, por acá nos lleguen las que se supone son mafias más fuertes que las mexicanas; hablo de la china y la rusa
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Los dos expertos coincidieron en que después de golpes militares de este tipo el grupo criminal afectado pasa por un periodo de recomposición interna y/o de alianzas con otros cárteles, lo cual debilitará muy poco al cártel de Sinaloa.
González Ruiz expuso que si bien Nacho Coronel era un capo que transportaba grandes cargamentos de metanfetamina y cocaína a Estados Unidos –“a diferencia de lo que ocurrió con la muerte de Arturo Beltrán Leyva, apodado El jefe de jefes, quien sí era máximo jerarca de la organización que dirigió, igual que lo fue Amado Carrillo Fuentes para el cártel de Juárez– sólo era un líder territorial de la agrupación delictiva del Pacífico y operaba apenas en tres estados del país”.
Explicó que en la estrategia de la administración federal la muerte de esta persona “es un elemento importante, pues no cabe duda que el gobierno mexicano tenía mucha presión, sobre todo de su par de Estados Unidos, habida cuenta de que medios de comunicación de gran influencia en los sectores políticos de ese país señalaron que el gobierno federal estaba protegiendo a los grandes capos del cártel de Sinaloa”.
El ex fiscal de la PGR aseguró que con esta baja “para nada se puede hablar de que se haya pulverizado o debilitado el cártel de Sinaloa. Hay que aclarar que dicho grupo no opera como estructura unitaria o ejército militar; en los hechos, esta agrupación delictiva, conocida como federación de cárteles, está compuesta por distintos grupos y por niveles de asociación. En ese sentido, Nacho Coronel era –como lo fue Amado Carrillo y seguramente (Joaquín) El Chapo Guzmán lo será ahora– el primo interpares.
“Qué quiere decir primo interpares? El que maneja los contactos y las relaciones públicas. En términos gráficos hay que aclarar que no todos los operadores de Nacho Coronel le daban cuenta a El Chapo. Es decir, entre El Chapo, (Ismael) El Mayo Zambada y Nacho Coronel había una relación de asociación, pero no se puede hablar de que la gente de cada uno de ellos conformen una especie de megaempresa que responde a un solo dueño o jefe”, puntualizó González.
Piñeyro destacó que lo grave que estaría por venir es que con el descabezamiento de los capos de la droga más buscados por Estados Unidos “se puede contribuir poco a poco a atomizar a los grupos delictivos mexicanos, y ahora, en lugar de siete cárteles que operan en el país, podría triplicarse el número de pequeñas organizaciones criminales que operen a escala territorial”.