Martes 13 de julio de 2010, p. 4
El anuncio de la cancelación de actividades académicas y artísticas del programa Instrumenta para lo que resta del año ofende y lastima los esfuerzos de la sociedad civil por mantener identidad cultural y ofrecer un país digno a las siguientes generaciones.
Mediante un comunicado emitido ayer, Instrumenta informa con claridad la causa de su desaparición –se espera— momentánea: la notificación por parte del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) de suspender las aportaciones económicas a las asociaciones civiles, Instrumenta Oaxaca entre ellas
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Con el reconocimiento de las mismas autoridades que hoy la cercenan, el beneplácito generalizado en el medio cultural y sobre todo sus frutos evidentes, esta iniciativa ciudadana aparece como la nueva afectada de una serie ominosa y que parece no tener fin por parte del Estado mexicano.
Desde la llegada de la primera administración panista, hace 10 años, se consolidó una ambición empresarial: la puesta en marcha de un proyecto que rindiera dividendos económicos a los interesados en el área cultural, en suplantación de lo que venía perfilándose como un intento de definición de política cultural, hoy de plano en extinción.
Ante tal vacío propiciado por el poder en turno, es entonces –como ocurrió en los sismos de 1985– cuando la sociedad civil se organiza y rinde frutos emblemáticos, propositivos, saludables, heroicos, como es el caso de Instrumenta, que se asemeja –salvando, por supuesto, distancias y diferencias– al exitoso programa venezolano de orquestas infantiles y juveniles, en que se trata de una iniciativa social desde el ámbito de la cultura, para mejoramiento precisamente de la comunidad.
Es también sello de las administraciones panistas el enriquecimiento de ciertos sectores en detrimento de las mayorías. Hoy vemos, por ejemplo, a la burocracia federal enfundada en atuendos caros, afeites ostentosos, sueldos insultantes, mientras bailarines, músicos, escritores y artistas en general se ven cada día más desprotegidos, vulnerables a las cortesanías y el tráfico de prebendas.
Ese desentendimiento del Estado por el bien de la población en cuanto a la cultura tiene en este triste, vergonzante episodio, una actualización que debiera propiciar el uso de la inteligencia, la creatividad, el compromiso con la comunidad para que los dineros de nuestros impuestos tengan, como debiera ocurrir, un destino noble.