íos de tinta y cascadas de imágenes han recorrido el mundo entero en torno al Campeonato Mundial de Futbol en Sudáfrica que culminará este fin de semana. Durante más de un mes el mundo ha girado en torno a este fenómeno sui generis.
Millones de aficionados se han acunado (o aturdido) con el maremágnum de decibelios producidos por las vuvuzelas y los gritos de espectadores, cronistas, árbitros, vendedores, etcétera. De partido en partido y de pachanga en pachanga se han desbordado las emociones y se ha anestesiado a la razón.
El futbol es un deporte que atrae a millones de aficionados en el mundo. Sus reglas son claras (aunque a veces fallan por errores arbitrales); sin embargo, todo lo que le rodea lo torna un fenómeno social muy interesante y sumamente complejo. Resulta ser un acontecimiento de masas muy atrayente y digno de un intento de comprensión más profundo. Sería muy reduccionista limitarse a decir aquello de denle al pueblo pan y circo
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En tiempos aciagos de severa crisis económica el pan escasea cada vez más y lo que hay es hambruna, y en lo que al circo se refiere, cabría hacer algunas precisiones.
En un brillante texto escrito en Viena, en 1921, Sigmund Freud realiza un análisis profundo de la sicología de las masas, el yo y el complejo proceso que se lleva a cabo en la sique humana cuando el individuo se encuentra ligado en una masa sicológica.
Dicho texto conserva una vigencia sorprendente. Parte de la lectura de los escritos de Le Bon, McDougall y Trotter, principalmente. Riguroso lector, cita concienzudamente las influencias de la época para concluir que dichos autores dejaron hebras sueltas que Freud hila cuidadosamente para avanzar en el conocimiento de la inexorable condición humana.
Introduce el texto diciendo: En la vida anímica del individuo, el otro cuenta, con toda regularidad, como modelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo, y por eso desde el comienzo mismo la psicología individual es simultáneamente psicología social, en este sentido más lato, pero enteramente legítimo
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Posteriormente añade: (...) el individuo experimenta el influjo de una persona única o un número muy pequeño de ellas, cada una de las cuales ha adquirido una enorme importancia para él
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En los sujetos que conforman una masa sicológica se observa una conducta alterada, una alteración anímica. Agrega que hay ideas y sentimientos que sólo emergen cuando los sujetos están ligados en la masas. Emerge el inconsciente cuyo sustrato incluye las innumerables huellas ancestrales que constituyen el alma de raza
. Inmerso en la masa, dice Freud, queda sometido a condiciones que le permiten echar por tierra las represiones de sus mociones pulsionales inconscientes
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En este punto, el proceso regresivo se hace evidente y Freud lo describe con claridad meridiana: Además por el mero hecho de pertenecer a una masa organizada, el ser humano desciende varios escalones en la escala de la civilización. Aislado era quizá un individuo culto; en la masa es un bárbaro, vale decir, una criatura que actúa por instinto. Posee la espontaneidad, la violencia, el salvajismo y también el entusiasmo y el heroísmo de los seres primitivos
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En los fenómenos de masas, a decir de Freud, lo que se juega es lo más primario, lo pulsional, la identificación con el líder, el narcisismo propio, lo que uno quisiera ser o tener, al amor irrestricto a aquel o aquello donde se juega el ideal del yo. Nunca se borra del inconsciente la oscuridad del tiempo primordial
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La masa muestra el predominio de la afectividad y de lo anímico inconsciente, la tendencia a la ejecución inmediata de los propósitos que van surgiendo, responde a un estado de regresión, a una actividad anímica primitiva, como la que adscribiríamos a la horda primordial
. No olvidemos que el hombre primitivo se conserva virtualmente en todo individuo. Nada se pierde en el inconsciente, y los vaivenes regresivos de la energía libidinal se dan a lo largo de toda la existencia. El desamparo originario y la incompletud corren paralelos con las fantasías inconscientes compensatorias de inmortalidad y completud, así como en la búsqueda recurrente del paraíso perdido.
Inmerso en la masa, el individuo anestesia
el dolor inherente a la condición humana y asimismo logra sustraerse, transitoriamente, de la adversidad en el exterior.
Finalizará la euforia del Mundial y con ello terminará la anestesia transitoria, la masa y la euforia se desvanecerán y regresaremos a la asfixiante realidad nacional. ¿Y ahora qué?