Ofrecerá esta noche una conferencia magistral en la sala Nezahualcóyotl en CU
Durante un mes de pláticas, organizadas por la UNAM, especialistas expusieron de forma asequible para el público en general la complicada obra del genio de origen alemán
Martes 6 de julio de 2010, p. 5
El tiempo y el espacio dependen del observador. Tal aseveración, demostrada meticulosamente por Albert Einstein hace unas ocho décadas, primero conmovió al mundo científico y con el tiempo ha modificado la concepción que tenemos del universo.
Premisas que llevaron al genio de Ulm, poblado alemán donde nació el 14 de marzo de 1878 , a recibir el Premio Nobel de Física en 1921, fueron el eje de las pláticas que durante un mes se llevaron a cabo en distintos recintos, organizadas por el Instituto de Ciencias Nucleares de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y otras instancias académicas, y que concluirán hoy con una conferencia magistral de George Smoot, premio Nobel de Física 1996, que se efectuará en la sala Nezahualcóyotl de Ciudad Universitaria, a las 20 horas.
Durante el ciclo Mes de Einstein, destacados especialistas hablaron de este hombre, quien como ayudante técnico en la oficina de patentes de Suiza, en la primera década del siglo pasado, y luego con sus estudios concluidos en el Politécnico de Zurich, se adentró en los postulados que le valieron el Nobel.
Pasajes científicos, como los postulados de la teoría de la relatividad, tanto la especial como la general, y el lado humano del genial profesor –alemán, suizo y estadunidense–, fueron los temas de las charlas, en las que la complicada obra einsteniana fue expuesta de forma asequible para el público en general.
Cuentan que alguna vez un reportero pidió al físico:¿Me podría explicar su ley de la relatividad?
El sabio contestó: Sí, claro, pero antes dígame cómo se fríe un huevo, mas tenga en cuenta que no sé lo que es un huevo ni una sartén ni el aceite, ni el fuego
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Einstein, quien renunció en 1933 a la ciudadanía alemana por razones políticas, desarrolló parte de sus trabajos con fundamento en lo expuesto por Isaac Newton algunos siglos antes, y no sólo recompusieron el estudio de la física, sino fundaron una nueva forma de ver la realidad.
Contra lo que pudiera pensarse, Einstein no fue un estudiante destacado en su niñez. Se cuenta que en su adolescencia una pequeña brújula le llamó poderosamente la atención, por lo que llegó a pensar que había fuerzas invisibles en el universo que controlaban la dirección de la aguja.
Su teoría de la relatividad empezó a tener efectos prácticos una década después de ser postulada. En 1930 unos ingenieros inventaron un oscilógrafo según esos principios.
Para los legos de hoy día, vale saber que la teoría tiene amplia aplicación en aeronáutica.
Profesor de la Universidad de Princeton, Nueva Jersey, desde los años 30 del siglo pasado, Einstein poseía un agudo sentido del humor, con el que defendía algunas de sus propuestas. En una ocasión le espetó a Niels Bohr que Dios no juega a los dados con el universo, cuando el científico danés sostuvo que la naturaleza tiene libre albedrío.
En otra ocasión, al ser inquirido sobre su trabajo de la relatividad, dijo a su interlocutor: Ponga la mano en la estufa caliente un minuto y le parecerá haberla puesto una hora; converse con una mujer hermosa una hora y le parecerá haberlo hecho un minuto. Eso es la relatividad
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Einstein, a quien el semanario estadunidense Time consideró el hombre del siglo XX, tenía gran afición por la música y fue buen ejecutante del violín; le gustaba andar en bicicleta. Contrajo matrimonio dos veces; una con Marsa Marik, con quien tuvo dos hijos, y después con una prima lejana, Eva Lowenthal. La desgarbada figura del científico con su pelo alborotado lo hizo el blanco de los cartonistas de la época.
A pesar del uso con propósitos destructivos que tuvo parte de sus aportes, el científico fue un consumado pacifista, inspirado en el pensamiento humanista del filósofo holandés Baruch Spinoza.
Su prolífica vida se extinguió el 18 de abril de 1955, a los 76 años, por un sangrado interno causado por una hernia abdominal. Thomas Harvey le extrajo el cerebro para estudios de neurosiquiatría. Sus cenizas fueron esparcidas en el edificio del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton.