Existen 14 mil establecimientos que ofrecen tratamientos y no están regulados: Camief
Alejandra recibió un proceso para tener pies de seda
, tuvo que ir al dermatólogo a tratarse
Domingo 4 de julio de 2010, p. 27
El miedo a envejecer o simplemente la idea de tener el rostro y el cuerpo perfectos han impulsado el crecimiento de la industria del embellecimiento, en la que se ofrecen servicios y productos, muchos de los cuales son de dudosa calidad y ponen en riesgo la salud, sin que haya una regulación al respecto
Un llamativo ofrecimiento: pies de seda o de princesa
motivó a Alejandra a dejar su paseo por la Zona Rosa e ingresar a una estética por un tratamiento que le costó 500 pesos.
El proceso comenzó con un tradicional pedicure y terminó luego de una serie de masajes con aceites. “A los tres días –recuerda– me quedaron ‘patas de araña’, toda la piel se me empezó a descarapelar y tuve que ir con el dermatólogo”.
A una de sus amigas le fue peor. Para moldear y aumentar sus glúteos se sometió a un tratamiento con rodillos y cremas que hacían bajar la grasa de la cintura. Adolorida y varias sesiones después obtuvo los resultados que quería.
Sin embargo, al mantener su misma rutina, sin ejercicio de por medio, la grasa regresó a su lugar, lo que ha hecho que su cuerpo, de la cintura para abajo, sea una masa sin forma.
En la actualidad, de acuerdo con la Cámara Mexicana de la Industria del Embellecimiento Físico (Camief), en la ciudad de México existen alrededor de 13 mil a 14 mil establecimientos dedicados a ese negocio, entre spas, cabinas faciales, clínicas de belleza, estéticas, y otros negocios similares, cuyos tratamientos no están regulados.
Rocío López de Muriedas, directora general de Camief, explicó que aunque desde hace tres años ya existe una ley en la materia, nunca se reglamentó, por lo que su aplicación es letra muerta. Es el caso, por ejemplo, de la pigmentación de la piel, que debe contar con el permiso de la autoridad sanitaria para llevarse a cabo, pero nunca se emitieron los criterios que deben seguirse.
Las quejas por malas prácticas pueden ir desde que no se logró el color deseado en el tinte, uñas postizas sin calidad o cremas que causan reacciones secundarias, pero terminan en la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) por un mal servicio, aun cuando puede haber riesgos sanitarios.
Gustavo Guisa, miembro de la Camief, detalla que son las autoridades de la Secretaría de Salud federal las que regulan y califican los tratamientos y sus productos, pero la mercadotecnia en la industria del embellecimiento las ha rebasado y no pueden controlar todos los procedimientos “en los que hay mucha charlatanería.
Antes bastaba con ir a la peluquería o al salón de belleza, en la actualidad hay diferentes centros de embellecimiento en los que se ofrecen desde tratamientos herbolarios, cremas blanqueadoras, hasta aparatos que adelgazan o broncean. Apenas se conoce un producto y ya aparece la baba de caracol para quitar arrugas; entendemos que no somos prioridad y todo se vale
, refiere.
Ante este vacío, señaló que la Camief optó por crear un consejo para autorregular estas actividades y crear nuestras propias normas para proteger a los especialistas y a los clientes, homologando los procedimientos a estándares internacionales.