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La Bicentenario, en el éter

CCE: un pretexto más

Calderón dice; Lula hace

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Vista parcial de la refinería Francisco I. Madero, de Ciudad Madero, TamaulipasFoto Marco Peláez
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uede ser de buena fe, quién sabe, pero de entrada la propuesta se lee como un nuevo pretexto –aportado en esta ocasión por un organismo ajeno al gobierno calderonista, tanto que ni de lejos intervino a favor del candidato panista en el proceso electoral de 2006– para postergar, sino es que cancelar, la ya perpetuamente retrasada construcción de la refinería Bicentenario, una de las peores telenovelas del inquilino de Los Pinos, a la que cotidianamente le agregan capítulos para postergar un final anunciado desde mediados del año pasado.

Se trata del Consejo Coordinador Empresarial (el organismo patronal que en el proceso electoral 2006, pasándose el Cofipe por el arco del triunfo, pregonaba que apostarle a algo distinto es retroceder), el cual, por medio de su Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, de la manga se sacó la siguiente propuesta: hacer una evaluación integral sobre la necesidad o no de construir la nueva refinería anunciada desde el 18 de marzo de 2008, puesto que la viabilidad de seguir adelante con el proyecto se da en un entorno en el que la capacidad mundial de refinación es muy elevada y hace poco viable la construcción de ésta.

Así, en lugar de construirla en Tula, Hidalgo, como se aprobó desde junio de 2009, podrían adquirirse “refinerías en la costa del Atlántico por 4 mil millones de dólares, con capacidad y márgenes de refinación atractivos para nuestro país; evidentemente, el costo de invertir en este tipo de operaciones es atractivo, sobre todo cuando los 8 mil millones de dólares que podrían sobrar, son equivalentes a aproximadamente 40 por ciento del total de recursos que se aprobaron para los principales programas para la superación de la pobreza… Es factible que resulte más barato comprar capacidad instalada en el exterior y destinar todos esos recursos a proyectos productivos en el país, que estimulen el crecimiento de la actividad económica y el bienestar de la población”.

Así de sencillo. Que se compre capacidad instalada fuera de las fronteras nacionales, y se destine el dinero sobrante a la atención clientelar de la pobreza, sobre todo con miras al 2012, es decir, al más negro futuro panista que se recuerde. La soberanía energética puede esperar mejor ocasión, así como los empleos permanentes y eventuales que generaría la refinería Bicentenario; el estado de Hidalgo puede tragarse su multimillonaria deuda que contrató para conseguir en tiempo y forma los terrenos que generosamente a fuerzas entregó a Petróleos Mexicanos, para que en ellos se erija la primera refinería en tres décadas, y el país, con dependiente alegría, puede seguir importando gasolinas y otros combustibles. ¡Cómo no se les ocurrió antes!

¿A quién se le podría comprar la capacidad instalada, de acuerdo con la propuesta del CCE? Desde luego no a Brasil, mucho menos a Venezuela. Sería, casualidades de la vida, a las petroleras que operan en Estados Unidos, y no precisamente en el Atlántico, sino en el Golfo de México, en donde las hay en abundancia. De todas maneras, qué más da ceder a factores extra nacionales la solución de problemas internos, según el organismo empresarial.

En cuatro ocasiones el inquilino de Los Pinos ha anunciado la refinería Bicentenario como algo novedoso; han transcurrido dos años y no han puesto ni un tornillo, a pesar de que Pemex seleccionó el estado ganador (Hidalgo, uno de los más pobres de la República) y la localidad donde se construiría (Tula). La paraestatal condicionó el comienzo de la obra a la donación de unos terrenos, algo que por lo demás no estaba en las bases del concurso; se los entregaro. Pemex exigió las escrituras; se las entregaron, pero ahora quiere un estudio del INAH para saber si existen o no vestigios arqueológicos en tales terrenos. Uno tras otro, capítulo tras capítulo, el inagotable rosario de pretextos oficiales y oficiosos condiciona el inicio de la construcción. Y ahora surge la brillante propuesta del CCE (demasiada coincidencia para ser casualidad). El hecho es que la refinería Bicentenario se mantiene en el éter, y la telenovela no tiene para cuándo, porque invertir en este sector es oneroso y está fuera de mercado, según dicen.

Pues bien, para dar una idea de qué se trata hay que recordar el caso brasileño. Desde ya, Petrobras invierte en la construcción de sus propias refinerías para atender la demanda interna futura (léase: futura, no cuando la realidad los agarre con los dedos en la puerta, como Pemex comprenderá). Este país aún no obtiene un solo barril de crudo de los nuevos yacimientos descubiertos (que lo proyectan como uno de los grandes productores petroleros del mundo), y Lula ordenó la construcción de cinco refinerías, la mayor de ellas (ya en obra) en Maranhão (22 mil 600 millones de dólares, con una capacidad de 600 mil barriles diarios). Cuando empezó la construcción, el presidente brasileño dijo que esta refinería supondrá una nueva etapa en la historia del estado de Maranhão (uno de los más pobres del país); detrás de esta inversión vendrán hoteles, carreteras, y en unos años podremos ver el mapa de Brasil y decir que el norte y noreste del país no es pobre.

El concepto es sencillo: adelantarse a los acontecimientos y equilibrar, desde ya, la capacidad de producción con la capacidad de refinación, para no depender de factores externos, en especial de los vampiros petroleros trasnacionales. Por si fuera poco, miles de empleos en el nordeste de aquel país. Se construirán otras en Ceará (300 mil barriles por día), Pernambuco (200 mil barriles), en Río de Janeiro (300 mil) y en Río Grande del Norte (100 mil). En total, un millón y medio de capacidad adicional, y aún no obtienen un barril de los nuevos yacimientos.

En Venezuela, tiempo atrás el presidente Chávez anunció inversiones en “un plan para construir entre nuevas refinerías y expansiones como ésta diez nuevas refinerías y ocho expansiones de refinería en el territorio de América Latina y el Caribe… el nuevo plan de la PDVSA bolivariana y revolucionaria no es construir nuevas refinerías en Estados Unidos ni ampliar refinerías en Estados Unidos, sino poner el petróleo primero que nada a la orden de los pueblos hermanos del Caribe y de América Latina”.

La primera vez que el inquilino de Los Pinos anunció que se construiría una nueva refinería en el territorio nacional fue el 18 de marzo de 2008 (Paraíso, Tabasco, en el 70 aniversario de la expropiación petrolera). Veintisiete meses y cuatro anuncios después, no se ha puesto un solo tornillo.

Las rebanadas del pastel

Y para documentar nuestro pesimismo, se nos fue el Monsi.