especto de las emisiones de dióxido de carbono (CO2), hoy por hoy, las más preocupantes de todas las que se producen en la combustión, o en la generación y el empleo de la energía eléctrica, bien sea procedente de fuentes nucleares o cualquiera de las que se están empleando en la actividad industrial, o en la vida privada, se espera un aumento considerable, en el futuro próximo. Por ello las investigaciones serias y más grandes, en los enormes laboratorios en cualquier parte del mundo, están enfocadas, si bien no de manera exclusiva, precisamente en el CO2. Por lo que respecta a la demanda nacional, no es verdaderamente importante en relación con lo que se produce y se consume en una comparación relativa. De todos, modos, se hace necesario seguir lo que se hace ahora para bajar las emisiones que propician el efecto invernadero en el mundo, pues sus consecuencias nos llegan a México muy directamente, y de alguna manera, contribuimos a los daños, en este caso, por omisión.
Las proyecciones que se hacen en relación con los energéticos hacia los años de 2030 y 2050 por la Energy Information Administration (EIA) –la cual es una de las más serias y dotadas de recursos de origen gubernamental–, junto con la que patrocina la OCDE, y el G-20, y todavía otras que publicitan menos sus investigaciones, pero que se llevan a cabo afortunadamente para esta generación y para las próximas generaciones, pronto habremos de conocer también sus conclusiones y propuestas, aunque lo que sí se sabe es que, incluso después de los insignificantes resultados obtenidos en Italia, en la reunión de L’Aquila. Y de la de Copenhague, participaron activa e interesadamente los presidentes Barack Obama, de Estados Unidos, y Nicolas Sarkozy, de Francia, sugiriéndose que esta vez, en Cancún, habrá de producirse un documento superior, por su concreción y alcances, al protocolo de Kyoto, que no fue suscrito por diferentes administraciones estadunidenses, ni tampoco por otros no menos importantes jefes de Estado o de gobierno para obtener el consenso necesario para que pudiera emplearse significativamente a escala mundial.
El International Energy Outlook (IEO) proporciona metodologías y asume ciertos supuestos, de manera que arriba a datos concretos que constituyen políticas neutrales que bien se pueden usar para analizar mercados internacionales. El EIA no propone la preponderancia de ningún organismo, ni tampoco especula en favor de futuras legislaciones con contenido ideológico ni cambios regulatorios independientes, o unilateralmente decididos.
En cuanto a cuestiones sobresalientes, con datos concretos, el consumo mundial de la energía se proyecta con un aumento de 44 por ciento, entre 2006 y 2030, y la demanda de energía total, curiosamente en países que no pertenecen a la OCDE, la demanda total estaría aumentando 73 por ciento, el cual, comparado con el 15 por ciento que aumentará la demanda, ahora sí, en países que pertenecen a la OCDE, se muestra un comparativo asombroso, que obedece a la estabilidad del crecimiento económico en Europa principalmente, a diferencia de los países de América, por ejemplo, que dedica todo el esfuerzo gubernamental posible, así como el de la propia iniciativa privada.
Expresando numéricamente, el consumo total de energía, desde 2006 ha aumentado de 472 cuatrillones de BTU (unidad términa británica), hasta 552 cuatrillones en 2015, y si lo extrapolamos para 2030, entonces llegará el consumo a 679 cuatrillones.
Los mayores consumidores serán la industria manufacturera y el uso privado, que familiarmente, en su gasto común y generalizado, todo lo cual se debe a que la tendencia en el aumento de los ingresos y de cambios en el patrón de consumos por mejoras en la calidad de la vida –nos referimos a las posibilidades para entonces de adquirir refrigeradores, automóviles, la misma conexión de luz a poblaciones que por su lejanía actualmente no llega la energía, y repetimos que siendo como es el objetivo de todos los gobiernos en desarrollo, cuando, y en la medida que esto se vaya consiguiendo, así también, proporcionalmente, se irá teniendo más demanda de energía que la que hoy se muestra.
Es sumamente importante considerar también que la EIA proyecta un crecimiento mucho mayor entre 2006 y 2030 de la energía proveniente de los combustibles líquidos, entre los que no deja de estar a la cabeza el petróleo, y luego seguido muy de cerca por el carbón, en un grado que acusa un fuerte crecimiento para el mismo periodo, al que le sigue el gas natural, en su forma de gas natural licuado (GNL) y luego hay que considerar los combustibles renovables, a los que debemos considerar aparte, porque siguen otro patrón de desarrollo y, por último, que, pese a los rumores de que en Europa, principalmente, crecerá la oferta de energía de las fuentes nucleares.
Y, como problema derivado del consumo de energía, no se puede pasar por alto, que a mayor generación también es mayor la generación de CO2 que, como hemos dicho, plantea la paradoja del siglo XXI que no podemos subsistir sin electricidad, y por supuesto, y su producción proporcional al crecimiento de la población y a la mejora en la calidad de vida, y por el otro lado, como contrapartida, a medida que se logre este objetivo estaremos produciendo también más CO2, con las insoslayables consecuencias que esto acarreará a la humanidad si no se pone la atención suficiente y adecuada para controlarla, y esto implica, dicen los científicos y los técnicos dedicados a su estudio, que afortunadamente son muchos ya, en todos los centros de investigación más importantes, y se vislumbran soluciones de fondo para este grave problema.