Opinión
Ver día anteriorDomingo 20 de junio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Andanzas

Siempre Ballettissimo

A

nunciado una vez más como Los virtuosos del mundo, diversas empresas, entre ellas Ocesa, y algunas instituciones, presentaron en su temporada de primavera en el Auditorio Nacional, este conocido maratón de ballet con grandes figuras de compañías como la del Kirov, el de la Ópera de París, la de Berlín, etcétera, y el acostumbrado repertorio.

Un buen público, ansioso por descubrir algún giro, salto o pirueta extraordinaria, con la sed inextinguible por identificar al ídolo, el genio de la perfección en aquellas portentosas rutinas tradicionales creadas hace cientos de años, y que arrebatan el corazón, esperaba ansioso. De diversas nacionalidades y escuelas de ballet del mundo en su más alto desarrollo, los bailarines parecían esmerarse en los solos, pas de deux grupos y secciones de obras del sagrado repertorio, con hermosos vestuarios y bellas escenografías al estilo de la época, con esa inefable simetría y orden de aquel tiempo y que hasta la fecha constituyen para miles de aficionados –y no pocas compañías– la exquisita elite del ballet, pues representan la gran prueba del dominio técnico corporal del estilo siglo XIX, y aún el XX y XXI.

Así, pastorcillas, campesinos, príncipes y damiselas, en encantadores colores pastel y exigentes rutinas, en medio de las clásicas escenografías de ruinas romanas o palacios inconclusos, en perfecta combinación de ocres y dorados, rosas pálidos y tenues azules, en medio de guirnaldas y cintas de colores suaves, los bailarines mostraban su destreza con las más exigentes rutinas de fuerza, giros, extensiones, saltos y cuanto preciosismo técnico existe en la danza clásica, animados en cada situación por el cálido aplauso del público.

Durante casi cuatro horas de empalagosa gracia y portentos musculares, no siempre afortunados, se recorrieron obras y aspectos tradicionales del ballet, como Silvya, La muerte del cisne, Giselle, etcétera, con los aplausos, las filigranas dancísticas, la gracia y coquetería tan femeninas de las doncellas, tan hermosas, y la viril fuerza y resistencia de los grand jettès de los varones o los 32 fouettès contados por la gente y el platillazo de remate final; en fin, todo un ritual a veces ya chocante, sobre todo por la ausencia de nuevas obras de coreógrafos de transición y ruptura que tanto existen en Europa; es decir, todo un tipo de ballet que aquí aún se desconoce y que sin duda los bailarines de hoy son capaces de su adaptación e interpretación al mejor nivel.

Sin embargo, no encontramos maravilla, pasión y asombro. Los artistas cumplían con lo suyo pero no había más nada que hacer; tal vez ya existe un desfase del padre Cronos, o el público necesita aquello, it, lo otro. Sin embargo, entre tanto excelente bailarín, nadie pareció asombroso, impactante, el ídolo esperado, la divina bailarina; todos tan buenos e irreprochables, parecían de corazón frío, formados, conformes… Tal vez el problema es la necesidad de otros repertorios más actualizados con la abundante programación europea o estadunidense en el terreno de un ballet más desarrollado, menos tradicional, y buenos coreógrafos, que tanta falta hacen.

La presencia notable de Elisa Carrillo, bailarina mexicana formada en esta ciudad y miembro del Ballet del Teatro Estatal de Berlín, es importante para el ballet nacional. Su actuación en la obra Fanfarria, con Mikhail Kaninskin, fue notable, y fue de las contadas obras que intentaron romper con la gramática académica ingresando a lo contemporáneo, luciendo una factura excelente, de altísima calidad, pero un tanto ausente de contacto visual entre ambos bailarines, lo cual sin duda sería importante para el ballet mexicano, tan necesitado de nuevos coreógrafos y de figuras de escala estelar e internacional como Elisa Carrillo.

Ballettissimo fue largo pero impecable, y me parece que es tiempo que este grupo de avezados empresarios se aventuren a lo nuevo, aún en el ballet. Aunque ahora ya todo está unido, lo moderno con lo tradicional, hay que enseñar al público otras cosas, actualizar las programaciones mundiales, brincar, salir, abrirse, y hacernos ver, conocer, saber. Tal vez también habría muchos aplausos y un avance importante en la cultura dancística de este país.

Así, transcurrieron 16 obras en el mencionado recinto, donde la cantidad y la calidad deben mantener su equilibrio en todos sentidos. El público salió cansado y bostezando, mientras los especializados en danza hablaban, gesticulaban comentando agitadamente la noche de ballet. Para el gran público, todo fue precioso.