19 de junio de 2010     Número 33

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


FOTO: Flavio Barbosa

América campesina en lucha

Guillermo Almeyra

Desde el norte hasta el sur la América Latina campesina e indígena protesta y se moviliza contra los intentos de despojar a los pueblos y a los países de los bienes comunes –bosques, agua, biodiversidad– así como de exacerbar la depredadora política minera, extractiva, tanto en el caso de los minerales y de los combustibles como en el de la misma agricultura de monocultivo.

Todos los medios rurales sienten, además, los efectos terribles del recalentamiento ambiental, de la desertificación, de la desaparición de especies vitales para la reproducción vegetal y animal (como las abejas o las mariposas, esenciales para la polinización, que en Sudamérica están en peligro de extinción debido a las fumigaciones de los soyeros).

La destrucción ambiental producida por las emisiones de gases de la industria y de la agroindustria capitalistas está expulsando a cientos de miles de habitantes de los medios rurales, donde falta agua para la agricultura, u otros tantos que deben huir de las zonas costeñas debido a la contaminación y al peligro de tornados y huracanes cada vez más fuertes y destructivos, así como de inundaciones.

La lucha directa contra el robo de los recursos naturales y la depredación del territorio se une así a una lucha ambientalista que es política porque se enfrenta a los intereses y las políticas del capital y, muchas veces, contra los gobiernos.

Por ejemplo, en Guatemala los campesinos y las poblaciones indígenas quiché combaten exitosamente en defensa de su territorio y del agua, que una compañía minera canadiense explotadora de oro quiere contaminar lavando el mineral con gran cantidad de arsénico. Ese combate comunitario, al igual que en otras partes del mundo rural latinoamericano, cuenta con el apoyo de las autoridades eclesiásticas locales y de estudiantes y sectores de clase media mestizos de las localidades afectadas por la agresión ambiental al territorio y por el intento de despojo del agua. Se ha formado así un frente común entre esos sectores y las comunidades indígenas, lo que permite tener mayor peso para presionar a nivel político nacional.

En Honduras, al mismo tiempo, el Movimiento Nacional de Resistencia prosigue vigoroso, a pesar de los asesinatos de activistas y de periodistas que informan sobre los hechos. A la defensa del ex presidente Manuel Zelaya, depuesto por un golpe de Estado cívico-militar de la oligarquía (con la complicidad del Departamento de Estado estadounidense), el Movimiento añade ahora reivindicaciones agrarias, sociales y, sobre todo, la exigencia de una asamblea constituyente que determine cuál debe ser la estructura política del país y su política económica. Ese movimiento unifica sindicatos obreros, intelectuales, maestros, organizaciones indígenas y centrales campesinas.

En Nicaragua y El Salvador, países de gran emigración hacia Estados Unidos (EU) y que sufren una fuerte sequía, las crecientes dificultades que encuentran los inmigrantes en EU ante el aumento del racismo y de la xenofobia, que se expresa en la ley votada en Arizona, y la disminución de las remesas de los emigrados han hecho aumentar la tensión social en las zonas rurales de ambos países, a pesar de que cuentan con gobiernos de centro-izquierda.

Mientras los indígenas y los campesinos colombianos sufren por las matanzas provocadas por los paramilitares aliados del gobierno de derecha, con su secuela de desplazamientos masivos de población hacia las ciudades en busca de una vida más segura, en Venezuela los campesinos de la región del Orinoco enfrentan el reto de responder al crecimiento de un polo industrial en la zona y, los de otras regiones a la necesidad de sustituir con sus productos la reducción del volumen de alimentos importados desde la vecina Colombia, debido a la tensión provocada por el gobierno de Bogotá al instalar siete bases militares estadounidenses en territorio colombiano, desde las cuales se puede atacar cualquier punto de Sudamérica y del Caribe. De este modo, mientras en Colombia los habitantes de los medios rurales tratan de sobrevivir en condiciones de cruenta guerra civil, en Venezuela se plantea el desarrollo de la producción de las cooperativas.

En Brasil sigue la lucha de los campesinos y de los ecologistas contra el agronegocio, con su monocultivo destructor del territorio y que no absorbe mano de obra. El Movimiento de los Sin Tierra (MST) continúa exigiendo tierras, que el gobierno entrega con extrema lentitud y a cuentagotas y, por consiguiente, el MST asume una posición crítica frente al gobierno de centro-izquierda y mantiene independientemente su política de ocupación de latifundios para poner a trabajar en ellos a los campesinos y sus familias que carecen de tierras.

En el vecino Paraguay, toda la parte norte del país está conmovida por movimientos agrarios y la derecha impuso en el Parlamento la declaración de la suspensión de las garantías constitucionales en la región con el pretexto de combatir con el ejército a un supuesto grupo guerrillero y, sobre todo, para desestabilizar al gobierno del ex obispo Fernando Lugo, cuya base principal está en esa zona. En realidad, lo que sucede es que grupos de campesinos guaraníes ocupan tierras de los terratenientes paraguayos, “brasiguayos” o argentinos que en la zona eran hasta ahora señores de horca y cuchillo. De modo que en el norte del Paraguay, en la frontera con Brasil, se combinan la contrarrevolución agraria preventiva de los terratenientes amenazados por los campesinos y la toma de tierras con el golpismo derechista, a la hondureña.

En la costa del Pacífico, en Ecuador, el poderoso movimiento indígena –la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), con su partido, el Pachakutik– tiene contradicciones con el gobierno democrático y antiimperialista de Rafael Correa, sobre todo en lo que respecta al uso del agua y de los recursos naturales presentes en las zonas indígenas que, según la nueva Constitución impulsada por el presidente, pertenecen a los pueblos originarios. La CONAIE exige ser consultada antes de redactar ningún proyecto de ley y cortó las carreteras ante un proyecto de ley de aguas que el gobierno terminó retirando en la última semana de mayo, para discutir mejor un proyecto común con los indígenas. En Perú, en junio del 2009, el gobierno derechista de Alan García perpetró otra nueva matanza de campesinos indígenas en Bagua, en la Amazonía peruana, en un intento de despojar a los pueblos originarios de los bienes comunes. Los campesinos e indígenas peruanos están en movilizaciones continuas, de un extremo al otro del país, por tierras y por sus derechos pisoteados.

En Chile el reciente y terrible terremoto golpeó sobre todo a las regiones y poblaciones más pobres y desprovistas de medios y, por lo tanto, a los indígenas de la Araucania en lucha y a los campesinos pobres de Bío Bío. El gobierno de Sebastián Piñera ha debido reconocer a los primeros, aunque no ha hecho ninguna oferta concreta para responder a la lucha secular de los mapuches en defensa de su cultura, sus tradiciones, derechos y territorio. Dada la destrucción de la economía y de las infraestructuras y fuentes de trabajo del sur chileno, decenas de miles de campesinos están optando por la migración a la Argentina mientras exigen la reconstrucción del territorio.

En Argentina misma, a la resistencia de los pequeños campesinos contra el despojo de sus tierras por los soyeros se unió la reivindicación masiva de los pueblos indígenas que hicieron marchas multitudinarias de casi dos mil kilómetros hasta la capital, donde confluyeron, con el apoyo popular, en una movilización cuyo único precedente se registró en 1946.

Por último, en Bolivia, donde los campesinos e indígenas son mayoría en el gobierno, el Parlamento, las autonomías y los municipios, el gran desafío es combinar la construcción de un Estado y una economía nacionales con el desarrollo del poder democrático y comunitario local, y la justicia legal con los usos y costumbres, al mismo tiempo que se forman dirigentes locales, comunitarios y políticos rompiendo con el gremialismo corporativo y el localismo. Pero eso es todo un problema en sí, que merece ser tratado por separado y excede el marco de este breve pantallaza.

Mapas e Ideología

Rolando Espinosa Hernández

A mediados de los 70s, Arno Peters difundió un mapa con una proyección en la que se aprecia un tamaño más proporcionado entre las masas continentales de ambas latitudes. De modo que se puede observar que el norte no es tan grande como popularmente se había sugerido con la cartografía basada en la proyección de Gerardus Mercator. El mapa que difundió Peters generó una fuerte polémica, pues evidenció el uso ideológico, e incluso racista, implícito en las proyecciones cartográficas utilizadas convencionalmente, en particular la de Mercator.

Para proyectar una realidad ovoide (geoide), irregular, como es nuestro planeta, por medio de un plano, es decir, en una carta cuadrada perfecta, los cartógrafos inevitablemente deben distorsionar la realidad. Podríamos decir: proyectar es aquí distorsionar. Y todo ello para acreditar, parcelar, dividir o medir con la mayor precisión la extensión o el alcance de la propiedad territorial. El mapa que difundió Peters está basado en la proyección desarrollada por el astrónomo escocés James Gall, a mediados del siglo XIX, justo cuando el mundo capitalista se volvió realmente planetario

Así pues, se trata de una proyección cilíndrica. Como si se metiera una bombilla iluminada –en este caso nuestro planeta– dentro de un vaso, o sea, un cilindro. El cilindro sería la pantalla en donde se proyectarían las siluetas del planeta. Uno podría dibujar en el vaso todos los bordes de los continentes tal cual se proyectan en él. Con ello se obtiene una proyección equiárea, es decir, en donde las superficies dibujadas en el cilindro son iguales o casi iguales a aquellas de la bombilla. De esta manera, esta proyección se puede utilizar para hacer mediciones de las superficies de terreno, por ejemplo en los catastros, sin un grado considerable de error. Sin embargo, no es una proyección equidistante, o sea, las distancias entre un punto y otro no son reales, están exageradas, sobre todo en las porciones polares. Por eso el mundo se ve alargado en esta proyección. Pero eso no quiere decir que en la realidad las distancias sean tan grandes en esas partes del mundo.

Lo que a Peters le interesaba demostrar es que los mapas y sus proyecciones cartográficas son un instrumento comunicativo de poder, utilizados generalmente para sobrevalorar y reafirmar el gran poder de los países coloniales del norte sobre el resto del mundo.

Aunque la proyección de Peters no es estrictamente equiárea, pues él no era cartógrafo de profesión sino historiador, ha demostrado el profundo carácter político y social de una ciencia hasta entonces considerada neutra y desprovista de un sesgo ideológico.

Centro de Análisis Social, Información y Formación Popular, A. C (Casifop)