19 de junio de 2010     Número 33

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


FOTO: Enrique Pérez S. / ANEC

Luis Eduardo Pérez Llamas

Este 2010 la comunidad de Vicente Guerrero cumplirá 73 años de existencia y más de la mitad los lleva construyendo sistemas de producción alternativos a la agricultura capitalista moderna. Se fundó con diez familias que solicitaron 200 hectáreas; les pareció que era un buen pedazo de tierra para sembrar. Con el tiempo, la tierra resultó insuficiente, y más cuando sus descendientes resultaron muy apegados al modo de vida campesino, como nos relata Rogelio Sánchez, hijo pródigo de la comunidad.

Durante 40 años los campesinos laboraron en condiciones sumamente adversas –topográficas, climáticas, técnicas, etcétera– y con una producción magra, lo que los obligaba a emplearse fuera de sus parcelas. A fines de los 70s del siglo pasado la comunidad empezó a experimentar un cambio profundo en su estrategia de desarrollo, al tiempo que el mundo transitaba del paradigma keynesiano y su Estado benefactor hacia el neoliberalismo, con estrategias de desarrollo mucho más agresivas en contra de la naturaleza y la sociedad. Más les valía a los campesinos construir sus propias alternativas, ya que eran desdeñados por los propios técnicos e ingenieros que el Estado les mandaba, quienes, dada su formación, consideraban que las tierras de la comunidad no eran aptas para la agricultura basada en la revolución verde.


FOTO: Tomada del libro Agricultura sostenible campesino-indígena, soberanía alimentaria y equidad de género; seis experiencias de organizaciones índigenas y campesinas en México, de Eckart Boege y Tzinnia Carranza, editado en septiembre de 2009.

La comunidad de Vicente Guerrero se localiza a unos 40 kilómetros de la ciudad de Tlaxcala, al nororiente del estado, en el municipio de Españita. La mayor parte de su superficie es de laderas con pronunciadas barrancas; el ambiente es seco y de temperatura extrema; las heladas lo mismo se pueden retrasar y aparecer en mayo que adelantarse en octubre. Las lluvias anuales, que van de 700 a mil cien milímetros, se concentran de junio a septiembre.

Amantes de la tierra y negados a formar parte del ejército de mano de obra barata industrial, los miembros de la comunidad se vieron obligados a forjar su propio destino, y el reto de la autosuficiencia alimentaria se convirtió en motor impulsor del que emanaron diversas estrategias. Si bien el Grupo de Vicente Guerrero (GVG) –como mejor se les conoce– se constituyó legalmente en 1997 como Proyecto de Desarrollo Rural Integral Vicente Guerrero, AC, en realidad su inicio ocurrió a finales de los 70s.

El primer antecedente lo tenemos en los trabajos –caminos, estufas ahorradoras de leña y huertos biointensivos– realizados con el apoyo de la organización cuáquera estadounidense Comité de Servicio de los Amigos, bajo la dirección del tlaxcalteca Rogelio Cova Juárez. Particular importancia tuvo el aporte de Erick Holt, con las camas biointensivas de producción de hortalizas. Un segundo momento para la consolidación del proyecto se dio con la conformación de grupos de trabajo en torno de sistemas de producción agrícola sostenible. La vocación de servicio comunitario y de promoción de desarrollo local de Rogelio Cova vinculó la necesidad de desarrollo alternativo de Vicente Guerrero con la experiencia exitosa de la cooperativa y escuela de Conservación de Suelos y Agua Katoqui Ketzal, de San Martín Xilotepeque, Chimaltenango, Guatemala, bajo la dirección de Marcos Orozco.

En 1979 cuatro compañeros tlaxcaltecas visitaron por varios días la cooperativa; uno o dos años después un segundo grupo hizo lo mismo. Estos grupos tuvieron la tarea de diseminar lo aprendido en la comunidad de Vicente Guerrero; a partir de ello o paralelamente se conformó el “grupo promotor de procesos de desarrollo hacia otras comunidades”, que desarrolló la diseminación del saber de campesino a campesino (de C a C).

Rogelio Sánchez, fundador del proyecto y miembro del primer grupo promotor, nos comenta al respecto: “lo que nosotros hacemos es reimpulsar algo que ya estaba arraigado en el modo de ser de la comunidad campesina. Lo que ocurrió en Guatemala forma parte de este modo de ser. Lo novedoso fue que estaba ocurriendo entre miembros de dos comunidades de países distintos. Pero es lo mismo que continuamos haciendo en Vicente Guerrero y en sus comunidades vecinas; también lo hicimos en Puebla y Veracruz, lo mismo que en Nicaragua a principios de la revolución sandinista”.

El concepto de C a C retoma el saber campesino como eje de retroalimentación entre pueblos y comunidades campesinas e indígenas, a contracorriente de lo que ocurre en las universidades, con la introducción del modelo de revolución verde y la preparación de técnicos e ingenieros que rompen la transmisión de ese saber de generación a generación. La comunidad de Vicente Guerrero le dio un impulso en México a este concepto, revalorando su importancia y enriqueciendo el proceso metodológico.

Un tercer momento de la consolidación de este proceso ocurrió con la llegada de refugiados guatemaltecos en los 80s. Rogelio Cova gestionó que compañeros de Katoqui Ketzal dejaran los campamentos de refugio ubicados en Chiapas y pasaran a ser invitados de comunidades de Tlaxcala y Oaxaca.

De los guatemaltecos se retomó la herramienta fundamental del manejo de los suelos y del agua, lo que significó de manera inmediata la siembra del agua de lluvia, evitando los escurrimientos y el deslave de los suelos, con lo que se incrementó la humedad, se incorporaron árboles frutales y maderables y se recuperaron el maguey y los nopales. A mediano y largo plazos ello significó el aumento en la fertilidad de la tierra, de la biodiversidad y por supuesto de la rentabilidad, lo que acercó a la comunidad a su objetivo básico: la autosuficiencia alimentaria.


FOTO: Enrique Pérez S. / ANEC

Con la mayor producción de granos se pudo fortalecer la crianza de animales de traspatio. Milpa, huertos biointensivos y animales de traspatio formaban parte de una misma estrategia. Y también la recuperación de la herbolaria en la gestión de la salud de manera colectiva. En todos los casos la mujer ha jugado un papel protagónico, y por tanto surgió una nueva necesidad: la de procurar la equidad de género, permitiendo la participación de las mujeres en la toma de decisiones de la comunidad.

La historia da lecciones. La agricultura rural integral de Vicente Guerrero fue reconocida en 2009 con el premio a la productividad (lograron rendimientos de seis toneladas de maíz por hectárea). Lejos se está de los 800 kilos que se obtenían en los ciclos agrícolas más favorables antes del proyecto y lejos también de los mil 500 kilos que se lograban cuando se aplicaban hasta 12 bultos de fertilizantes químicos por hectárea. Hoy el promedio de producción de maíz es de 3.5 a cuatro toneladas. Y como lo que se cultiva no es maíz, sino milpa, a este rendimiento hay que sumarle la cosecha del cultivo acompañante. Si fuera el caso del frijol matero, sus tres toneladas de rendimiento; 1.5 toneladas si es frijol trepador; una tonelada si es haba, y 400 kilos si es semilla de calabaza. Hoy está garantizada la producción para el autoconsumo, pero también para la crianza de animales y para la venta. En el caso del maíz la producción se divide a partes iguales para los tres propósitos. La aplicación de abonos orgánicos con insumos locales influye de manera fundamental en el incremento del rendimiento por hectárea.

Pero el trabajo no sólo consistió en aspectos técnicos; se exploró también el cómo generar procesos autogestivos en la comunidad, lo que llevó a establecer áreas comunes de reforestación, así como a la compra de un área de reserva donde se localizan los manantiales que proveen a la comunidad de agua de beber. Se trataba de desarrollar un concepto de agricultura sostenible que cuidara todos los aspectos que tiene una comunidad: el autogestivo, el cultural, el ecológico, el económico, etcétera.

Así por ejemplo, si bien la milpa es el centro de la vida campesina, a partir del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y de la consecuente caída de los precios del maíz, el GVG se vio obligado a buscar una opción comercial que compensara la pérdida de ingresos monetarios y la encontró en el tomate de cáscara, que hoy es la principal fuente de dinero en efectivo y provee 500 empleos durante cuatro o cinco meses del año. El maíz ocupa el segundo lugar en la generación de empleos y en los ingresos de dinero; le siguen la calabaza y el frijol, y más abajo están el chícharo, el haba, la cebada y el trigo. En menor escala se produce fruta asociada a los sistemas de producción principal y también un poco de miel.

Diversificar los sistemas de producción forma parte de la estrategia de agricultura sostenible de esta comunidad. Además de recuperar el sistema tradicional de la milpa, se incorporaron frutales, plantas medicinales, árboles maderables y otros. El manejo hidrológico de los suelos aprendido de los guatemaltecos fue enriquecido a partir de la formación de represas, jagüeyes, cisternas de ferro-cemento, etcétera. En el control de insectos hubo cambios; de ser considerados una plaga, algunos como los chapulines pasaron a formar parte de la dieta de las personas, recuperando así una práctica de los oaxaqueños. Y qué decir del rescate y preservación de las semillas nativas: Tlaxcala cuenta con cinco razas y 57 variedades de maíz; 13 variedades de frijol y ahora mismo se encuentran en una estrategia de recuperación de las semillas de amaranto locales.

La experiencia de Vicente Guerrero ha trascendido hasta conformar una pequeña región que incluye los municipios de Españita, Tlahuapan, Ixtacuixtla, Ixtenco, Tepetitla y Nanacamilpa. Y se está planteando la conformación de cuatro regiones para tratar de cubrir todo el estado. Ya se arrancó en el sur con Zacatelco, donde se consolidó una agrupación que tiene bajo su responsabilidad capacitarse y transmitir el conocimiento de GVG hacia todos sus asociados y después difundirlo en toda la región.

En la organización es muy importante la formación de cuadros, para la renovación de los promotores y garantizar la sostenibilidad de los planteamientos a mediano y largo plazos. Por ello la concienciación comienza desde la infancia: se cuenta con un grupo de niños que se llaman Guerreros por la Naturaleza, en quienes se siembra la semilla del proyecto; estos niños a su vez actúan sobre el resto de los niños de la comunidad sensibilizándolos sobre la ecología y la colectividad.

Por otra parte, la comunidad tiene una necesidad apremiante: dotar de tierra a las familias que no cuentan con ella. Actualmente existen 67 ejidatarios. La superficie total ha crecido gracias a la compra que la comunidad y los pobladores han venido haciendo. Entre tierras ejidales, comunales y de pequeña propiedad la comunidad cuenta con entre 800 y mil hectáreas. Se tienen censados 112 productores y, como son 160 familias, se calcula que alrededor de un 30 por ciento de familias no cuentan con tierra. Son las que se ven obligadas a migrar para ganarse el pan de cada día.

Finalmente, resaltemos que el GVG posiblemente es la única organización en México que ha venido organizando la Feria del Maíz durante 13 años consecutivos. Tuvo y tiene como estrategia principal la preservación, difusión y enriquecimiento de las variedades de maíz, frente a lo que ha significado la apertura comercial detonada en 1994. Se realiza el segundo sábado de marzo de cada año.

Diversidad de comunidades forestales

Sergio Madrid

A diferencia de la mayoría de los países del mundo, en México las tierras forestales son fundamentalmente de propiedad social. En un estudio reciente, el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS) reporta que del total de superficie con bosques y selvas del país 60.3 por ciento está en manos de comunidades y ejidos y cubre más de 39 millones de hectáreas.

En las zonas forestales donde existe arbolado comercial, las comunidades y los ejidos desarrollan sus actividades bajo esquemas de manejo planificado basados en lo que se llama el “Programa de manejo forestal”. El aprovechamiento de la madera se da en un marco de producción sostenible; es decir, se mantiene el mismo nivel de extracción a lo largo de los años sin demeritar las cualidades y funciones ecológicas del bosque.

Contrario a lo que normalmente se piensa, las actividades de aprovechamiento forestal en las comunidades son precisamente lo que permite la conservación, la protección y el mantenimiento de la cobertura forestal. Los ingresos por la venta de la madera constituyen un fuerte incentivo para que los ejidatarios se ocupen de cuidar el bosque contra las amenazas de la tala ilegal, de los incendios, de las plagas e incluso del sobre-aprovechamiento. En algunos lugares donde las autoridades gubernamentales han vedado el aprovechamiento por alguna causa, los ejidatarios se desmoralizan y descuidan el bosque pues no pueden obtener beneficio económico alguno, y por tanto el recurso forestal queda a merced de la tala ilegal, la cual, por cierto, es financiada por decenas de madererías de las zonas urbanas.

Por todo ello, hoy día existe un enorme interés por parte de organizaciones de productores y no gubernamentales por impulsar la producción forestal sustentable en manos de las comunidades dueñas de los bosques y evitar los actos de autoridad que obstaculicen las iniciativas comunitarias a favor del manejo forestal. Hay docenas de ejemplos de comunidades que tienen que esperar muchos meses o incluso años para tramitar, ante la Secretaría del Medio Ambiente, una autorización para el aprovechamiento o saneamiento del bosque.

El manejo forestal comunitario, además de generar estímulos para la conservación del bosque, ha demostrado que dinamiza las economías locales por medio de la generación de empleos directos e indirectos, y de ingresos y derrama que se traducen en el mejoramiento de la calidad de vida de la población local.

Algunas estimaciones (ya que no hay información gubernamental) reportan que existen unas dos mil 300 comunidades y ejidos que tienen un programa de manejo forestal vigente y en operación. Sin duda, ésta es una cifra muy sorprendente, ya que en la gran mayoría de los países forestales existen sólo unas pocas comunidades trabajando formalmente el bosque.

Pero también es cierto que estas comunidades con programa de manejo enfrentan enormes problemas que están poniendo en riesgo el modelo de silvicultura comunitaria que tanto provecho le ha hecho al recurso forestal del país. Aproximadamente 74 por ciento de las comunidades forestales tienen que vender su madera en pie, es decir hacen contratos de compra-venta donde ya no son ellas las que desarrollan el manejo y aprovechamiento del bosque, sino que son empresas de fuera las que realizan los trabajos del monte y de la industria. En la actualidad 600 comunidades mantienen el control del proceso productivo y se encargan de los trabajos de corte y extracción del arbolado y venden su madera en rollo (troncos) o bien le dan un valor agregado la producción de madera aserrada.

Así que quedan aún mil 700 comunidades forestales que requieren ser consolidadas para que puedan apropiarse del proceso productivo y con esto generar las condiciones para que en México tengamos una estrategia sólida de conservación de bosques ligada a un desarrollo rural sustentable.

Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible