ituémonos un poco en la primavera del año 2000. Ya pasaron 10 años. Sí, 10. Se discute en el país el futuro próximo. Del 2001 al 2020, al menos. Futuro económico, social, político. Hay elecciones. El lunes 25 de junio de ese año, La Jornada publica un gran titular: Esperanza desbordada. Y es que un día antes, quienes apoyábamos e impulsábamos el proyecto del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas habíamos llenado el Zócalo de la ciudad de México. En ese justo momento, Vicente Fox ofrecía una alianza al cardenismo para garantizar la salida del PRI de Los Pinos. Los resultados ya los conocemos. Y también los elementos centrales de un programa de gobierno que Vicente Fox propusiera y jurara frente al crucifijo (crucifox, dijo Julio Hernández López en su reseña) en el Auditorio Nacional.
Hoy sabemos que el juramento fue en vano. Lamentablemente. Concentrémonos en uno de sus elementos: crecimiento económico de hasta 7 por ciento, cada año, a partir de 2003. Se trataba no sólo de igualar la desiderata Zedillista de crecimiento anual de 5 por ciento. Con él –aseguraba el ideólogo del lamentable Ficorca y constructor del vergonzoso Fobaproa– se garantizaría la creación de, al menos, un millón de empleos anuales. Si se lograba esa estimación econométrica
, también se lograría no sólo garantizar trabajo a quienes año tras año ingresan al mercado laboral, sino absorber poco a poco a los millones de desempleados que dejaron el sexenio perdido de De la Madrid (crecimiento medio anual del PIB de 0.2 por ciento, según las nuevas cuentas nacionales en moneda 2003) y el sexenio de la ilusión Salinista (3.3 por ciento de crecimiento medio anual del PIB, también con las nuevas cuentas). Pero el sexenio de Zedillo dejó un crecimiento medio anual de 3.4 por ciento. Incluye, sin duda, la estrepitosa caída de menos 6.2 por ciento de 1995. Por cierto levemente menor que la caída en 2009. Pero de 2001 en adelante no se ha logrado un año de 5 por ciento.
Dos años después de ingresar a la Presidencia –el 11 de junio de 2002– Fox presentaría su Programa Nacional para el Financiamiento del Desarrollo (Pronafide). Formalizaría su promesa de crecer a 7 por ciento, pero ya no a partir del tercer año de su sexenio, sino sólo al final de éste. ¿Cuál fue el resultado? De nuevo, fracasos. Crecimientos porcentuales anuales de –1, 0.1, 1.3, 4, 3.2, 4.9. ¿Resultado sexenal? Sólo 2.1 por ciento al año. Muy inferior a lo prometido. ¿Consecuencias? Uno de los mayores volúmenes de desempleo acumulado de nuestra historia.
Mezcla de desocupados y ocupados informales
respecto de una población económicamente activa (PEA) de casi 46 millones de personas. En el marco de una población total de casi 105 millones de personas. Por eso la demagógica consigna de Felipe Calderón: ser el presidente del empleo. ¡Otro tremendo fracaso! Regresemos a los números del PIB. Ahora de este sexenio. Ya no hablemos del menos 6.5 por ciento de 2009. Sólo recordemos el crecimiento de 3.3 por ciento en 2007 y sólo 1.5 por ciento en 2008. ¿Resultado en los primeros tres años? Caída media anual de menos 0.7 por ciento.
En buen romance significa regresar a una economía previa al fin del sexenio foxista. Pensemos por un momento que, efectivamente –como señalan varias previsiones optimistas– en 2010 se crece más de 4 por ciento. Y lo mismo –más de 4 por ciento– en 2011 y 2012. ¿Resultado sexenal? Muy simple. Crecimiento medio anual menor a 2 por ciento. En el mejor de los casos de 1.8 por ciento. Incluso menor al de Fox.
Con estos dos resultados podremos evaluar los 12 años de gobierno del PAN: menos de 2 por ciento de crecimiento medio anual de una economía que necesita crecer al menos a 5 por ciento. Hay contraste con los últimos 38 años, de 1963 a 2000: crecimiento medio anual de 4.5 por ciento. Y eso a pesar de la década perdida, luego del derrumbe de los precios internacionales del petróleo en 1981. ¿Milagro mexicano? Así lo llamaron, endenantes. ¿Una síntesis sencilla de estos números? Intentémosla. En 2001, el Partido de Acción Nacional –por cierto siempre con gabinetes económicos ideológicamente similares a los del PRI– prometió alcanzar un determinado nivel de bienestar económico y social (cercano al medio, con empleo y sin pobreza) para el año 2012. La realidad ha corregido drásticamente esta promesa. Difícil cumplir planes y previsiones actuales. Las características de los grupos de poder fáctico lo impiden.
Monopolios y oligarquías violentas y regresivas. Algunos de ellos hoy unidos en su demagógica Iniciativa México. (¿Qué tienen que hacer ahí nuestro rector y nuestra UNAM? Atrás de quienes tantas veces nos han agredido y vilipendiado. Por favor, señor rector, por favor).
Bueno, pero si de veras tuviéramos una orientación capaz y progresista que condujera mejor nuestra economía, el nivel de bienestar prometido por Vicente Fox en 2001 y ratificado por Felipe Calderón, lo tendremos en 2022. Sí, leyó bien. En 2022. Doce años de panismo nos han retrasado –al menos– 10 años el bienestar prometido. Sí, los años de obcecación en los lineamientos y personeros de la dirección económica que nos ha gobernado, han sido terribles. ¡Qué desilusión! Casualmente (¿casualmente?) y en la práctica, mismos lineamientos y mismo grupo de tecnócratas desde Miguel de la Madrid. Lamentablemente.
NB. Una profunda pena la muerte de Bolívar Echeverría. Nuestra UNAM sigue de luto. ¡Qué no se nos mueran ya nuestros maestros, nuestros brillantes y admirados maestros! Un fuerte abrazo a Raquel su compañera y a su queridísimos hijos Alberto y Carlos, de parte de toda mi familia. Otra muerte más nos entristece, Luis del Valle teólogo jesuita que –como pocos– honró cotidianamente su misión de servicio a la fe y promoción de la justicia. ¡Cómo le aprendimos a Luis! Descansen en paz.