Opinión
Ver día anteriorJueves 10 de junio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La seguridad según Obama
V

arios otros sucedidos desplazaron de las páginas de análisis de la prensa internacional la proclamación de la estrategia de seguridad nacional del gobierno de Obama. La mayor parte del limitado número de notas al respecto que hallé, destacaron una serie de loables diferencias respecto de versiones anteriores de este planteamiento, en especial de las correspondientes a la era Bush-Cheney. Un ejemplo se encuentra en el perceptivo análisis de Javier Solana, publicado el martes 8 en la prensa europea, que destaca que, al continuar considerando a EU como garante de la seguridad global, Obama se distancia notoriamente de la forma y del fondo del enfoque que su predecesor daba a ese rol. Más que a remarcar este tipo de diferencias, dedico esta nota a examinar la visión del mundo que revela ese documento, formulado a partir de los intereses nacionales de Estados Unidos, en especial en materia de seguridad, con la intención expresa de hacerlos prevalecer en un entorno mundial cada vez más complejo. La seguridad nacional es la preocupación dominante, ya que se concibe a Estados Unidos como un país en guerra, por casi un decenio y que enfrenta múltiples amenazas: de naciones, actores no estatales y estados fallidos. Esta noción de Estado asediado permea el conjunto de esta reformulación de la estrategia de seguridad según Obama.

El mundo de Obama combina áreas nacionales, multilaterales y temáticas. Abarca, entre los estados-nación, a aliados y otros centros de influencia; en la esfera multilateral a instituciones y mecanismos, y en la temática, a diversos desafíos globales. Reunidos, integran el orden internacional en el que su país debe actuar para proteger a su pueblo y expandir su prosperidad independientemente de las acciones de cualquier otra nación, pero empeñándose en fomentar la acción colectiva, para confrontar desafíos compartidos.

Entre los estados-nación, comienza por enumerar a los aliados. Los europeos en primer término, tanto los 27 miembros de la OTAN, con los que se busca revitalizar y reformar la alianza y, entre ellos, los integrantes de la Unión Europea, socios en la promoción de la prosperidad y la democracia en Europa oriental, y la solución de conflictos en los Balcanes, el Cáucaso y Chipre. Turquía es vista como clave para la estabilidad regional, cuestión –debe añadirse– en la que ha adoptado iniciativas audaces desde Irán hasta Gaza. Cinco aliados asiáticos –Japón, Sudcorea, Australia, Filipinas y Tailandia– son clave para hacer sostenible la presencia militar estadunidense en el continente. Los dos aliados de América del Norte ejercen un efecto directo sobre la seguridad de nuestro territorio y será necesario pensar de otra manera el manejo de las fronteras comunes, para hacer más seguro y expedito el tránsito legítimo de bienes y personas, al tiempo que se evitan amenazas trasnacionales. Con México, debe buscarse identificar y anular las amenazas aun antes de que lleguen a Norteamérica; propiciar la estabilidad y seguridad necesarias para una sólida asociación económica; combatir el tráfico ilícito de drogas y armas, y promover una política migratoria sana. Con mayor énfasis, seguridad es el concepto clave en la relación con el aliado del sur.

Con los centros de influencia en el siglo XXI, las relaciones clave corresponden a China, India y Rusia. La creciente influencia de China debe orientarse hacia la prosperidad compartida y la cooperación y su ascenso militar tornarse compatible con los intereses de EU y sus aliados. Una relación pragmática y efectiva entre EU y China es esencial para hacer frente a los mayores desafíos del siglo XXI. La creciente influencia regional y global de India fortalecerá su asociación y cooperación con EU. Con Rusia se prevé la más amplia gama de cooperación política, militar, nuclear y económica. Son examinados aparte los centros de influencia emergentes, entre los que se identifica a Indonesia y Brasil como países de creciente influencia global, cuya colaboración debe estimularse en campos que van del comercio y la inversión a visiones estratégicas compartidas frente a los desafíos del medio ambiente, la disponibilidad de recursos y la energía. Mientras que la referencia a las relaciones hemisféricas es casi simbólica y se despacha en cinco líneas, sorprende la profundidad y detalle con que se discuten las opciones de cooperación con África, región casi ausente de anteriores esquemas estadunidenses de seguridad global. Casi puede leerse entre líneas que África deja de ser considerada el traspatio de las antiguas potencias coloniales europeas y no se acepta que pueda convertirse en el traspatio de China.

La reaparición de las Naciones Unidas como un ámbito para la acción positiva de EU en cooperación con sus demás miembros ha sido uno de los aspectos mejor recibidos de la nueva visión de Obama. Comienza por prometer pagar lo que nos corresponde y enumera una vasta serie de opciones de acción colectiva. Habría que tomarle la palabra en muchas de ellas. También es notable la noción de mover el núcleo de la coordinación económica global al G-20, más congruente con la presente difusión del poder y con la necesidad de enlistar los esfuerzos de un amplio espectro de países.

La enumeración de los desafíos globales –que no pueden ser abordados por una sola, o incluso un grupo de naciones– no contiene sorpresas, pero hay algunos énfasis reveladores del tipo de seguridad global que Obama favorece. Ejemplos: el énfasis en la no proliferación comienza a equilibrarse con referencias a reducción de arsenales nucleares; la amenaza terrorista es descrita de manera más específica, lo que contribuye a definir mejor los objetivos e instrumentos frente a un riesgo más acotado y localizado; se reitera la aceptación del principio de respuestas comunes pero diferenciadas al cambio climático, al tiempo en que se insiste en la universalidad de responsabilidades.

Ya se advierte que la visión de Obama sobre seguridad encuentra en casa a sus mayores objetores. Fuera de EU, conviene que sea examinada y discutida a fin de descubrir y aprovechar algunas de las avenidas de acción multilateral que Washington se declara dispuesto a recorrer, corrigiendo su trazo cuando parezca necesario.