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Conmemoraciones centenarias: un libro pertinente
E

stoy entre las personas que consideraron improcedente el traslado de los posibles restos de los próceres independentistas al Museo Nacional de Historia, donde serán examinados.

Me adhiero al dicho el ex jefe de gobierno Cuauhtémoc Cárdenas: correspondan o no a los personajes a quienes se atribuyen, no les quita a ellos su condición de héroes ni su (imposible) verificación acrecienta o disminuye su calibre.

En cambio celebro la historia de México (en realidad son varias historias sobre diferentes periodos) que en tiraje de 250 mil ejemplares auspiciaron la Presidencia de la República, la Secretaría de Educación Pública y el Fondo de Cultura Económica bajo la coordinación de Gisela von Wobeser, quien preside la Academia Mexicana de la Historia.

La mayoría de los autores son de la Universidad Nacional Autónoma de México o El Colegio de México y miembros en su totalidad de esa academia.

El libro, de 286 páginas, es impecable en cuanto a manejo de datos y fluidez; es un discreto volumen de línea, ilustrado sólo con unos cuantos mapas. Es ágil, pues quien inicia su lectura no lo suelta hasta que lo termina.

Algunos de los trabajos, reditados y puestos al día a este propósito por sus respectivos autores, son clave en el entendimiento de la historia patria, pero no se trata en modo alguno de una historia oficial, pues los enfoques y la auscultación que guarda cada uno de los capítulos sobre el pasado, permite cuestionar hechos. Se suma la recuperación de ciertos personajes que han permanecido en la penumbra, así como revaluaciones de hechos perpetrados por algunos otros, que con el oficialismo histórico adquirieron estatus de antihéroes e, igualmente, los héroes incontestables son mostrados en sus acciones falibles, es decir, humanas.

Arranca con El espacio mexicano, de Manuel Cevallos Ramírez. Dan ganas de viajar por todo el territorio, y el autor pareciera lamentar la ausencia de ferrocarriles de pasajeros, pues hoy día existe uno sólo: el Chihuahua Pacífico. Otros autores tocan el tema del ferrocarril, quizá hubiera sido conveniente incluir un capítulo sobre las vías férreas.

Se agradecen ciertas tonalidades humorísticas. Así, por ejemplo, don Miguel León-Portilla advierte que aunque los huastecos gozaron de muy buena reputación hay relatos míticos que hablan de su predilección por las bebidas embriagantes. O bien notas dramáticas: sobre Huémac, último Señor de Tula, se dice que se suicidó.

José María Muriá, de El Colegio de Jalisco, da a conocer que Pedro de Alvarado (quien no pertenecía a las huestes de Cortés) consiguió hacia 1522 bastante metal en la Mixteca, mas sus procedimientos eran sumamente violentos. Cosa interesante: Alvarado también encontró gran cantidad de perlas. Gisela von Wobeser abunda sobre la fiebre del oro que atacó a todos, excepto a los evangelizadores; el metal aparecía con frecuencia en bruto, lo que facilitó su captación.

Jorge Alberto Manrique, entre otras cuestiones, exalta la importancia del virrey marqués de Mancera, quien hizo la dedicación de la Catedral de México en el siglo XVII (como se sabe no fue terminada entonces) y abunda en la construcción de bóvedas catedralicias que marcaron un cambio en los procederes arquitectónicos.

Virginia Guedea ya está en el contexto de los rubros conmemorativos Hace notar que dentro de la misma insurgencia, entre 1810 y 1814 se dieron interesantes contradicciones y exalta a José María Morelos por encima de los demás jefes, lo que es un acierto entre muchas otras razones porque Morelos se esforzó en eliminar las diferencias que minaban la insurgencia.

Insiste la investigadora en que los próceres no objetaban a Fernando VII, monarca Borbón, deseado, pero mediocre, a quien Goya retrató con suma perspicacia, aunque este dato pictórico no se incluye.

El país inició su vida independiente en 1821 sin haber resuelto los conflictos de intereses ¿Alguna vez se resolverán?

Antes de inaugurarse el primer gobierno republicano, México se enlutó con el fusilamiento de Iturbide, recuerda Josefina Zoraida Vázquez. Fue fusilado el 19 de julio de 1824, pues la legislatura de Tamaulipas lo declaró traidor sin tener en cuenta sus inapreciables servicios a la Independencia.

Vicente Guerrero, quien en su momento se alineó al Ejército Trigarante, acabó traicionado por quien fue vicepresidente durante su propia gestión presidencial. Guerrero fue fusilado en Cuilapa, en el estado que lleva su nombre, el 14 de febrero de 1831.