Deformaciones en la danza
ara Tania Álvarez el espacio corporal es materia de preocupación y atención desde hace años.
De larga trayectoria en la danza mexicana, la bella bailarina, maestra de ballet, directora de Danza Mexicana Asociación Civil (Damac) y miembro del Centro de Investigación Coreográfica del INBA logró en fechas recientes, con el apoyo de la Coordinación de Danza de Bellas Artes, montar una especie de instalación plástica en el Centro Nacional de las Artes, allá en Churubusco, como parte de los festejos que año con año en aquel lugar, una pléyade de bailarines suele conmemorar en primavera.
El festejo, sencillo e interesante, logró captar la atención del gremio, así como de personas que simplemente se interesan por el cuerpo humano y la anatomía de quienes practican danza.
El montaje consistió, además de las interesantes conferencias, en la exhibición de radiografías de bailarines afectados por las terribles deformaciones a que el trabajo duro y continuo del entrenamiento dancístico, en cualquiera de sus técnicas, lleva este estoico y sufrido gremio; sobre todo cuando la técnica, el conocimiento y la praxis del funcionamiento de músculos y esqueleto se lleva de oídas, como se aprendió, o simplemente porque se desconoce.
En dichas placas, expuestas como si flotaran en el espacio, se perciben claramente las deformaciones y el desgaste en la columna vertebral, rodillas, caderas y pies con juanetes ocasionados por el arduo trabajo de años de entrenamiento corporal en el aprendizaje de la danza, no siempre bien diseñado, aunque su fin sea no lastimar el esqueleto y músculos de los bailarines en instituciones y, especialmente, en las escuelas particulares de quienes se entrenan desde la infancia simplemente por el placer de bailar y desarrollar un hermoso físico.
En breve entrevista, Tania Álvarez expuso el cómo y el porqué se va dando esta situación sin que se prevengan lesiones irremediables para los bailarines. Hizo énfasis en lo grave que es realizar un entrenamiento incorrecto en piso duro, o el ofrecer funciones sin el calentamiento adecuado en espacios abiertos, como la calle y auditorios de cemento, donde tantas veces se tiene la necesidad de bailar, como ocurrió con la danza urbana después del terremoto del 1985.
Pero es el exceso de trabajo de los bailarines, por el que en muchas ocasiones se presentan las lesiones. La mayoría de las veces ni siquiera se cuenta con servicios médicos apropiados en el lugar donde están bailando, excepto claro, en las compañías subsidiadas que los cubren mientras dura el contrato, ya que sin éste no se cuenta con prestaciones de ningún tipo para los artistas. Así, el futuro prácticamente no existe en cuanto a servicios médicos para los bailarines.
Abandonados a su suerte una vez que dejan de bailar en alguna compañía, si los bailarines, en los 10 o 15 años dorados de la juventud no cimientan su jubilación (aún con el agotador trabajo cotidiano), nadie se ocupará de ellos, a menos que ingresen a la burocracia o la enseñanza artística.
Alrededor de 75 por ciento de los bailarines, continúa Álvarez, trabajan soportando el dolor, mismo al que están acostumbrados. De alguna forma aman esa vida de tensión y presión constante, esa adrenalina emocional un tanto masoquista que constituye , dicen algunos, el encanto
del ejercicio de la danza .
Sabemos que esto no tendría que ser y sería bueno que alguna institución, preocupada por la cultura y sus hacedores en la danza, pensará en la creación de una asociación o institución dedicada a los servicios médicos y hospitalarios para los bailarines y los artistas tan dejados de la mano de Dios y del los hombres.
Tania Álvarez insistió en que los espacios de trabajo deben tener como mínimo buenos pisos de madera y un servicio médico.
Así, su instalación pretende crear conciencia sobre los daños en el cuerpo de los bailarines y su incontrolable pasión por la danza.