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Ver día anteriorMartes 25 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Jyri Jaakkola: el solidario
F

ue un hecho inusual. El pasado 5 de mayo, durante la apertura de la sesión de la Eurocámara dedicada al debate sobre la eurozona, Jerzy Buzek, su presidente, lamentó el asesinato en México de dos activistas de derechos humanos: Beatriz Cariño y Jyri Antero Jaakkola. Queremos transmitir nuestro más profundo pésame a las familias de los fallecidos, declaró Buzek, y añadió: es triste que siga habiendo estos ataques.

La historia es conocida. El pasado 27 de abril el grupo Ubisort –ligado al Partido Revolucionario Institucional (PRI) de Oaxaca– emboscó una caravana humanitaria que llevaba alimentos y medicinas al municipio autónomo de San Juan Copala. En el ataque fueron asesinados Alberta Cariño y Jyri Jaakkola. Mónica Santiago, quien viajaba con ellos, fue testigo del momento en que una bala se impactó en la cabeza de Bety Cariño; después caería el internacionalista finlandés: Vi cuando Jyri, en un acto desesperado, tomó la cabeza de Bety y casi inmediatamente una bala le atravesó la cabeza a él. Jyri le gritó a sus compañeros que se salvaran. Fue encontrado protegiendo el cuerpo de Bety.

Según el gobernador Ulises Ruiz, el asesinato fue un enfrentamiento con el grupo de activistas, cuyos integrantes no sabemos quiénes son realmente; sabemos que hay extranjeros, [pero] no sé si sean turistas, si vengan de paseo o si vengan a hacer un trabajo de activismo.

Jyri nació el 11 de febrero de 1977 en el este de Finlandia. Venía de una familia de izquierdas. Desde joven se ubicó en la tradición libertaria. Comenzó a estudiar filosofía y ciencias políticas en la universidad de la ciudad de Turku, en la costa. A pesar de ser un alumno brillante, descubrió que esa forma de educación no era para él. Renunció a la universidad como un acto solidario con los que no tenían la misma oportunidad de acceder a ella.

Se involucró en colectivos anarquistas y colaboró activamente en el apoyo al pueblo angoleño, golpeado severamente por la guerra civil. Empezó trabajar en la organización sin fines de lucro Estelle Uusi Tuuli (Nuevo Viento), dedicada a promover la solidaridad internacional, el comercio justo, la paz y la comprensión entre los pueblos. Era una persona tímida, sencilla y humilde, que sabía hacerse querer y respetar. La injusticia no le daba paz.

Identificado con el magonismo y la lucha zapatista, enfocó su actividad, junto con otros compañeros, alrededor de México. Coordinó la visita a Finlandia que un integrante del colectivo VOCAL hizo para denunciar la criminalización de la protesta social en nuestro país. Coincidió con este grupo en la visión sobre la comunalidad y la autodeterminación de los pueblos. En 2009 obtuvo una beca para ir a Oaxaca. En dos meses aprendió a hablar español y estableció relaciones entrañables con sus compañeros. Fue invitado por VOCAL para colaborar en la observación de derechos humanos (comunitarios ) y trabajar alrededor del cambio climático, la soberanía alimentaria y la economía de la reciprocidad. Tenía un blog donde escribía sobre Oaxaca y acerca de sus impresiones sobre la construcción de la autonomía y las resistencias.

Jyri era un ecologista social. Su pensamiento y su acción estaban influidos por la obra de Murray Bookchin. Según Bookchin, casi todos los problemas ecológicos son problemas sociales. La crisis ambiental está provocada por la sociedad capitalista, pero tiene sus raíces más profundas en las jerarquías sociales. La ecología social propone remplazar al Estado y al capitalismo con la sociedad ecológica, basada en relaciones no jerárquicas, comunidades geográficamente descentralizadas, ecoteconología, agricultura orgánica y producción de bienes en escala humana.

Jyri escribió sobre temas filosóficos, ecología y anarquismo. Se expresaba con elocuencia y exactitud. Para él no existían fronteras entre elaboración teórica y transformación práctica. Amaba la teoría y le encantaba desarrollar ideas y convencer a la gente de las bondades de la lucha libertaria.

Jaakkola consideraba que su misión estaba, sobre todo, en Finlandia, en su propia cultura. Pero reconocía que en México y América Latina podía encontrar inspiración y esperanza para construir un mundo distinto. Según él, en el continente americano existían movimientos sociales de los que se puede aprender, para trasladar sus enseñanzas a su país. Aquí hay otras maneras de vivir diferente, hay esperanza en otros caminos, y en vivir bien aparte del sistema capitalista. Por ello decía, sin ninguna duda: yo quiero estar aquí, quiero aprender de esto.

Jyri estaba al tanto de lo que sucede en México. Tenía una lectura sofisticada de la coyuntura del país. Afirmaba que hay esperanza en el cambio y experiencia de los pasados movimientos, como el levantamiento de Oaxaca de 2006, y muchas diferentes alternativas anticapitalistas comunitarias, y formas de autonomía desarrolladas por los zapatistas, además de un montón más de todo tipo de experiencias para construir un mundo diferente.

Apoyándose en Paulo Freire, Jaakkola sostenía que la solidaridad real exige que uno se coloque en la misma posición en la que se encuentra aquel con quien se solidariza. Así pues, no dudaba en estar allí donde su presencia podía ayudar a prevenir el uso de la violencia contra los movimientos sociales. Era consciente de que su condición de europeo le daba ventaja sobre los mexicanos. “Yo siempre tendré el boleto de avión de regreso a Finlandia –decía–; y está mi piel de color blanco, que funciona como una especie de protección.”

Sin embargo, el pasado 27 de abril nada de eso le sirvió a Jyri. Por primera ocasión en la historia reciente de México, un grupo de derechos humanos fue violentamente atacado y un observador internacional fue asesinado. Su crimen, junto al de Bety Cariño, es un grave precedente en la violación de derechos humanos en el país. Los observadores de derechos humanos han puesto sus barbas a remojar.